Son escuelas de rateros

Por Guillermo Robles Ramírez

Quien y quienes no hemos visto el entusiasmo y brillo en los de ojos de una niña o niño de lo que quieren ser cuando sean grandes. Algunos gritan: “quiero ser veterinario”, “maestro”, “una princesa”, “una astronauta”, “presidente”, “doctor”, “un policía”.

Es sorprendente la imaginación, pero sobre todo la inocencia que a través de sus ojos pueden contagiar esa alegría y entusiasmo que en el mundo de los adultos te hace por un momento olvidarte de lo que sucede en la realidad. Se te hace chiquito el corazón como para decirle la verdad de algunas de las profesiones de cómo están tan corrompidas que cualquiera sería incapaz de romperle la ilusión a un niño.

Probablemente una de las más corrompidas al menos aquí en México es la profesión de policía, en donde poco a poco en la medida que van creciendo los menores de edad y están teniendo contacto con la realidad, la imagen de éste servidor público va decayendo desde su aspecto físico en donde pareciera ser requisito elemental para policía cargar con una panza denotando evidentemente su grado de condición física motivo por el cual nunca logran con éxito alguna persecución de algún maleante corriendo o pedaleando una bicicleta.

Para los pequeños estudiantes mexicanos antes de cursar la secundaria ya tienen claro la imagen perfecta de lo que son los policías. Lamentablemente las malas acciones de éstos elementos policíacos cada vez se convierten más legendarias siendo una minoría de quienes sí ejercen bien su profesión se ven obligados a pagar la mala fama que desatan lo que va en aumento lo de policías corruptos y dejando de ser servidores público para convertirse en servidores del crimen organizado con placas oficiales y vehículos.

La psicosis se generaliza entre los ciudadanos al ver algún policía en donde en lugar de inspirar seguridad es todo lo contrario y evidentemente temor que se contagia a los menores de edad.

Es triste el darse cuenta que esas academias de policías en el país se han convertido en verdaderas escuelas de rateros o criminales que aprovechan todo conocimiento para poder perpetuar sus actos ilícitos, sembrando más inseguridad y temor entre los ciudadanos.

Su modus operandi revela su propio origen de entrenamiento logrando burlar a aquellos elementos de seguridad que trabajan para las policías municipales del país y hasta hacen sospechar que algunos que cometen sus atracos estuvieran todavía activos dentro de las corporaciones policías evidenciando los puntos vulnerables de los diferentes sectores en donde comenten una y otra vez los mismos robos y asaltos no solo a los dueños de negocios comerciales sino también a la clientela.

Estas escuelas de academias de seguridad que por desgracia quienes ejercen el oficio policíaco tienen entre sus compañeros traidores que solamente cursan ésta profesión como si fuera una verdadera escuela de rateros que una vez cursado hay quienes aprovechan una placa oficial para asaltar y esperarse para ser corridos o no pasar el examen de confianza para dedicarse por completo a delinquir.

Cuántas notas informativas han expuesto públicamente a elementos de seguridad pública o ex policías en donde están involucrados en robos, asaltos o cualquier acto ilícito implicados hasta con el crimen organizado.

Estas escuelas de academia policíaco definitivamente están siendo el primer foco rojo en donde puede ingresar un buen elemento policíaco o a la inversa en donde aquellos no les importa manchar la imagen tan deteriorada de los policías.

Ante la desesperación de ingresar nuevos elementos policíacos dentro de las diferentes ciudades del país y la fijación de quienes representan los ayuntamientos, es decir, los alcaldes en lograr incorporar “equis” número de policías a la sociedad por cuestión de imagen están cometiendo un error desde el ingreso de quien pretende ejercer la profesión de policía.

Es momento de atacar de raíz con prevención desde el ingreso de quienes decidan estudiar dentro de las academias policíacas con la contratación de particulares profesionistas que realicen exámenes de valoración psicológica y emocional para determinar quiénes son buenos candidatos para la carrera de policía.

El filtro del examen de confianza debería de ser antes y no después de haber recibido todo un entrenamiento policíaco en donde los municipios ya erogaron un gasto en el que irónicamente están pagando para aquellos que lo han tomado muy en serio estudiar para ser rateros y en donde aquellas ratas de dos patas cada vez se están profesionalizando con impuestos de nosotros.

Una propuesta sería que si a cualquier ciudadano se le puede ocurrir la interrogante del por qué quienes están al frente del mando de seguridad tienen pleno conocimiento de que el punto vulnerabilidad está desde el ingreso de nuevos elementos policíacos a las instituciones académicas de seguridad pública, no proponen nada al respecto. ¿Algún interés en particular? (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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