¡Qué triatlón noruego!

¡No imaginé este triatlón! Bueno, exagero, pero eso ha sido casi para mí el primer día en Noruega. He llegado a Rygge, al sur de Oslo, no es una región turística, la tranquilidad de las granjas y sus habitantes es evidente. El centro de la población, que tiene como símbolo una herradura de oro, ya que en ese lugar hace años fue encontrada una similar en el interior de un monasterio viejo, es bastante ordinario y nada típico; sin embargo, sus alrededores son bellos, largas extensiones de campo verde entre el bosque y el agua salada de Oslofiordo. “En Noruega hay otros lugares que sí son espectaculares, no como Rygge” me dice su gente, pero para mí Rygge (nombre que recibe el “lomo plano de una montaña”) es un lugar ideal, está a una hora en tren al sur de la ciudad de Oslo y su región tiene uno de los mejores climas durante el Verano, el calor aquí podría parecerse al de Cuernavaca.

En Noruega la gran mayoría de sus habitantes tienen entre sus responsabilidades una granja o una finca, es tradición que el primer hijo o hija herede las responsabilidades, la propiedad familiar, más allá de lo que estudie. De hecho, casi todos los habitantes de este país se han dedicado primordialmente al campo hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se desarrolló con fuerza el nacionalismo.

Siglos antes, el Rey Harald I «El de los cabellos hermosos» (872-933) (quien consolidó los distintos reinos de Noruega bajo una misma corona), cambió las runas por el alfabeto latino, cuando abrazó el cristianismo y así plantó la semilla de lo que siglos más tarde conoceremos como idioma noruego, pero para ello, primero se debió lograr que todos los pobladores de Noruega supieran leer y escribir, y eso fue gracias a los Ministros paperos, quienes durante las peores hambrunas a finales del siglo XVIII, enseñaron el cultivo de la papa como medio de sobrevivencia en tierras casi inhóspitas (hoy, el tubérculo es esencial en la dieta nórdica), y alfabetizaron lentamente a los campesinos, porque entre los protestantes los padres de familia estaban obligados a registrar por puño y letra a cada uno de sus hijos y la confirmación se lograba sin la ayuda de nadie, frente a Dios y los pobladores.

Entonces no había demasiados libros salvo la Biblia, un objeto importante en el patrimonio hereditario y en la tradición; así que la religión, la papa y el trabajo en el campo fueron la receta del desarrollo y el idioma. Tal vez por ello las granjas y la vida en el campo son fundamentales para este país, son un rasgo de identidad y además, todos los campesinos que he conocido, si no son cultos, están informados de lo que pasa en el mundo. Creo que es, de los países que conozco, donde la gente del campo es más homogénea en nivel de educación.

Comienzo, el agua sugestiva

Mi día en Rygge comenzó por la mañana camino al fiordo, que es una mezcla de agua de mar con agua dulce del deshielo que llena los largos y profundos, huecos creados por la Tierra hace millones de años, entre las montañas y la roca. Atravieso el bosque, todo me parece nuevo, he caminado mucho por los campos y montañas de mi país y es fascinante respirar las diferencias de los árboles y plantas. De niño admiraba a Charles Darwin, Carl Sagan, Jacques Costeau y al mexicano Ramón Bravo, así que me distraigo con todos los bichos que veo en el camino. La yerba me da hasta la cabeza y frente a mí, después de algunos minutos, veo las aguas tranquilas del fiordo carentes de olas. Vacas, borregos y caballos también disfrutan del Verano al pastar libres por este paraíso que sólo dura tres meses. La temperatura es alta, casi de 23°C, el viento suave y fresco (un poco frío para mí). “Ahora el viento es continuo y a veces fuerte…”, me dicen, “…y antes no era así, tal vez sea por el calentamiento global”.

Ese cambio en las estaciones que impacta a todo el mundo ha tenido consecuencias terribles para Noruega en 2013, pues las lluvias duraron más de lo normal, no permitió que el suelo tuviera las condiciones ni el espacio ideal para cultivar. En esta región hay mucho trigo, pero debe cosecharse en septiembre y a mediados de julio sólo hay pasto con algunas partes doradas, que significa que el trigo se ha ahogado. La asociación nacional de productores del campo cree que con dificultad se logrará un 50% de lo cosechado el año anterior, pero esas cifras no suma el trabajo de los pequeños productores quienes tienen una situación menos favorable.

Sigo caminando, sin parar, con buen ritmo, el cuerpo se transforma a cada paso hasta llegar a un pequeño embarcadero con algunas casas cercanas. Las normas de construcción son especialmente severas para todo aquél que quiera construir su casa en un rango cercano a la orilla del fiordo. Ello da un paisaje particular y ordenado, las casas aquí son de madera, casi siempre de pino o roble, el frío intenso del Invierno y el calor del Verano evita que los insectos vean suculenta sus estructuras. Hay muchas casas de verano por aquí y la forma en que muestran que están habitadas es izando un banderín con los colores nacionales. Frente a las casas el agua es sugestiva e invita al chapuzón.

Meto el pie. ¡Frío! El termómetro decía 19°C pero para mi cuerpo era menos, ya adentro eso se olvida y por el contrario, uno se siente más vivo. Poco tiempo a nado, había que volver a caminar. Más adelante, pastando, conocí al caballo noruego, un animal hermoso con piel color amarillo paja, hocico corto de quijada grande, crin rubia, casi blanca, pero de color negro en la raíz, pelo largo en sus patas antes de las pezuñas. La cuadrilla se muestra indiferente, están acostumbrados al paso de la gente.

Trayecto en bicicleta

Han pasado más de tres horas de caminata, es hora del almuerzo pues la segunda parte de la tarde será en bicicleta para conocer el otro lado del fiordo. Con algo de carbohidratos (aquí el pan acompaña a todos los alimentos a lo largo del día), el cuerpo se mueve directo al bosque y el campo, entre veredas y carreteras. Con varias subidas pronunciadas que pusieron a prueba mi condición citadina (dos de ellas casi las supero y una tuve que completarla vergonzosamente a pie). Aquí la gente de todas las edades usan la bicicleta. Tras unas vueltas y sin esperarlo ante mí está la playa, sí, con arena, pinos y flores perfumada. Son casi las cinco, el clima es más caluroso. Un durazno, agua, instantes para refrescarse y la contemplación para después seguir el camino.

Tras poco más de dos horas y media en bicicleta, sumada a la caminata matutina y el nado me hacían sentirme todo un atleta, algo exhausto, pero como un atleta.

En el regreso conocí a Peer, un granjero muy amable, usa el sonido de una escopeta de aire para mantener a los cuervos alejados de su trigo, aquí los cuervos tienen el cuerpo más claro, casi blanco, mientras que la cabeza, alas, patas y picos mantienen ese negro azuloso. Peer me muestra que a un lado de su casa tiene zanahorias, y en el otro, papas. Y por allá, trigo. Pero todo es producto orgánico. Él es una de las personas que ha podido establecer un vínculo con la industria: Crea alimento orgánico para vacas productoras de leche, y compra su estiércol para abonar sus cultivos. Él, como la procesadora de leche, venden sus productos con la etiqueta de orgánica. Es algo que cada vez cobra mayor importancia en Noruega, de hecho hay un app para teléfonos celulares donde los consumidores pueden averiguar si el producto que compran en el supermercado tiene una producción responsable o no; algunas compañías al ver afectadas sus ventas han optado por cambiarlos y anunciar en sus empaques una leyenda que dice más o menos así: ¡Y ahora es orgánico!

En México debido a una de las solicitudes hechas por Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio para América del Norte, nadie puede obligar a ningún productor establecer en sus etiquetas si los alimentos procesados usan o no transgénicos. Hace algunos años Greenpeace creó una campaña donde, como acto de buena voluntad, pidió a las empresas que trabajan en México, transparentaran la información nutrimental y de origen para que la gente supiera si los alimentos estaban hechos o no con transgénicos u orgánicos, no para censurarlos, simplemente porque el consumidor tenga el derecho de elección. No hubo respuesta. En Noruega la gente con sólo dejar de comprar un producto provoca un cambio, pequeño, pero es evidencia de que el consumidor sí tiene la última palabra.

Hay otra experiencia que me atrajo, Tine, una marca de leche que es como una cooperativa de los productores de todo el país, esa marca asegura que el litro de leche que se bebe ha sido producido en la región en donde fue comprada, es decir, se usa poco transporte para que llegue al supermercado y así, los productores locales aseguran colocar su producto en el mercado.

Termino mi triatlón, el día es largo en verano y el sol no me demuestra que ya sean más de las 9 de la noche. Me baño, ceno, me entretengo en mil cosas y al final caigo rendido en la cama. Mientras reúno fuerzas para quitarme la ropa recuerdo todos los colores y olores del día, quisiera grabarlos en la memoria sensorial.

Son casi las tres de la mañana y escucho el trinar de las aves, quiero saber por qué, pero cierro los ojos y duermo como en un sutil estado de coma, con la ropa puesta. Hasta mañana.

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