La Invasión de Occidente: clave hacia la independencia de Cuba

La Habana (PL) Desde la Guerra de los Diez Años (1868-1878), se imponía a la Jefatura militar de la Revolución por la Independencia, la necesidad de extender la lucha armada por toda la Isla, tarea estratégica imprescindible para demoler el dominio colonial en Cuba. La Invasión a Occidente, con el Lugarteniente del Ejército Libertador al frente, comenzaría entonces el 22 de octubre de 1895 en los emblemáticos Mangos de Baraguá, el sitio donde el 15 de marzo de 1878 Antonio Maceo, reafirmó la intransigencia revolucionaria de los cubanos.

A partir de abril de 1895, al arribar a Cuba los grandes jefes revolucionarios, se planteó la urgencia de organizar la expedición invasora, no se debía perder tiempo, para evitar que el enemigo acumulase más tropas y reforzara sus múltiples líneas defensivas. El factor sorpresa y la rapidez de movimientos eran las armas decisivas para formar, lanzar y hacer avanzar la proyectada columna mambisa.

El 5 de mayo en la Reunión de La Mejorana entre Martí, Gómez y Maceo se acordó priorizar el trabajo en ese rsentido. Era vital llevar el poderío militar de Oriente y Centro a las comarcas occidentales, que estaban sujetas al enorme aparato represivo cuyo eje era La Habana. En Occidente miles de patriotas esperaban la oportunidad de lanzarse a la manigua redentora y solo la presencia de los invasores facilitaría encender la contienda en esos territorios.

Entre los meses de junio y septiembre ya el Generalísimo Máximo Gómez y el Lugarteniente Antonio Maceo, convocaron a los oficiales de mayor experiencia para preparar las condiciones de formación de una columna mambisa que agrupara a los hombres idóneos para cumplir la arriesgada comisión. Con excelente juicio deciden iniciar la Invasión en el mes de octubre para aprovechar las ventajas del cambio de estación, salir en campaña cuando aún se mantienen las lluvias que impiden operar a los ibéricos y luego avanzar a marchas forzadas en cuanto llegan los días de seca. Además, con la elección de esa fecha, la posibilidad de coger desprevenidos a los españoles era mayor, ya que estaban inmersos en las labores de la zafra azucarera, actividad económica fundamental de Cuba que les proporcionaba la mayor parte de sus dividendos en el secular saqueo de nuestra tierra.

El precedente histórico de la Invasión era la realizada en la Guerra Grande por Máximo Gómez en 1875, en aquella ocasión la fuerza de vanguardia llegó hasta los llanos de Colón en Matanzas, pero allí quedó frenada por los problemas internos de la Revolución y a la caída en combate de su intrépido jefe, el Brigadier Henry Reeves, El Inglesito. La operación quedó truncada. Este fracaso serviría de lección para evitar que se repitieran los errores que dieron al traste con la atrevida empresa.

Gómez y Maceo fueron preparando en el fragor de los combates previos al mes de octubre, la organización de la invasión, con las campañas de ambos líderes en Camagüey y Oriente se fueron incorporando combatientes a la lucha, las tropas se pertrecharon con fusiles y municiones del enemigo y se fueron fogueando los nuevos soldados.

Decidida la formación de la columna, esta tarea le fue asignada al Lugarteniente General Antonio Maceo, quien se dedicó a crear y adiestrar una fuerza armada que poseyera características tales como una gran movilidad, y máxima capacidad ofensiva y defensiva. La base del mismo eran los reclutas de los patrióticos distritos orientales cuyo contingente se iba a ir reuniendo en la histórica sabana de Baraguá. En este lugar donde se radicalizó la Revolución, se concentraron los soldados más temerarios y aguerridos del ejército mambí en la provincia.

Tras un intenso entrenamiento y una estricta selección, a mediados de octubre en el enorme campamento de Baraguá quedó constituida la columna invasora, esta tenía como Comandante en Jefe al Mayor General Antonio Maceo, Jefe de Estado Mayor el Brigadier catalán José Miró, al frente de la Caballería fue colocado el Brigadier Luis de Feria, de la Infantería el Brigadier Quintín Banderas, de la Sanidad el Coronel Joaquín Castillo y como Instructor el Coronel chileno Pedro Vargas Sotomayor.

La cifra de combatientes ascendía a 1503 mambises, a ellos se agregaban unos 300 hombres desarmados en funciones de asistentes, ordenanzas y acemileros que en caso necesario estaban dispuestos a combatir.

En la columna Invasora formaba filas el Gobierno de la República en Armas en pleno con su escolta. Para el anciano patriota y Presidente Salvador Cisneros Betancourt era un honor estar allí, y acompañar una parte del trayecto a la expedición a la que su equipo gubernamental había brindado todo el apoyo posible en aras de los intereses patrios.

Antes de partir, se organizó una festividad en homenaje al Gobierno y para celebrar el inicio de la gran gesta bélica. La banda de música que acompañaba a la columna invasora, integrada por holguineros, llenó el aire de la sagrada sabana de Baraguá con notas marciales y temas populares. Se pronunciaron ardientes discursos alusivos a la magna acción que se iba a acometer, al finalizar los cuales se oyeron los gritos de ÂíA Occidente!, ÂíAdelante a Occidente!

El 22 de octubre de 1895, fecha memorable en los anales de nuestra Historia, al toque de los clarines, la columna invasora inició su marcha a Occidente. Al frente la figura excelsa del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, bastaba observar su porte marcial, su serenidad y su sonrisa para saber que iba a regalar nuevas hazañas a la Patria, lo seguía el Estado Mayor Invasor y el Consejo de Gobierno de la República en Armas, luego continuaba el desfile de las tropas ordenadas en regimientos con su plana de oficiales. Muchos mambises estaban mal vestidos, pero armados de fusiles y de los temibles machetes. Presidiendo la larga formación, la enseña de la Estrella Solitaria flotando orgullosa al viento.

En el dispositivo militar cubano se encontraban periodistas extranjeros, entre ellos Sylvester Scovel, corresponsal del New York World, que acompañó al Ejército Invasor hasta Pinar del Río, nformó la verdad de los triunfos mambises e influyó de forma favorable respecto a la Revolución en la opinión pública de su país.

La columna invasora avanzó bajo torrenciales aguaceros por la margen derecha del río Cauto, tratando de no chocar con el enemigo para no gastar el parque y reducir bajas. Recibió refuerzos en Mala Noche y después en la zona del río Jobabo ya en el Camagüey, lugar donde se le incorporó otro de los bravos veteranos del 68, el General Mayía Rodríguez. En el intervalo batieron a dos cuerpos españoles que osaron salirles al paso en Guaramanao y Lavado, encuentros inevitables que demostraron la decisión de vencer de los patriotas. Nada los detiene, nada los detendrá, ni el clima, ni la escasez de provisiones, ni de balas, ni mucho menos el hecho de saber que ante ellos se erige un muro de bayonetas y cañones a lo largo de dos mil kilómetros de un recorrido donde el enemigo acecha con 160 mil soldados, 42 generales y 60 mil voluntarios y traidores a sueldo, algo nunca visto en una campaña militar.

El 29 de noviembre cruzan la Trocha militar española de Júcaro a Morón, considerada

inexpugnable, con una magistral maniobra del General Antonio. Cuando los ibéricos los avistan, es tarde, los 1536 hombres del Ejército Invasor siguen hacia el oeste a los acordes del Himno de Bayamo.

Maceo dirige a sus valientes hacia el campamento de Lázaro López, allí está el Generalísimo, hacía siete meses que estaban separados, ahora los dos grandes adalides de la Revolución se abrazan en medio de los vítores y aplausos de una multitud de miles de mambises llenos de entusiasmo patriótico, el espectáculo del encuentro de las tropas fue grandioso, primó el regocijo, la alegría, por doquier se escuchaban sones de instrumentos musicales y cantos.

El 30 de noviembre se realizó la revista del Ejército Invasor, luego Gómez pronunció su más famosa arenga, una profecía de lucha, un canto de victorias, donde llamó a ejecutar en los confines de Occidente el Ayacucho Cubano.

Sobre la marcha se produce la batalla de Iguará donde el impulso guerrero mambí obliga a retirarse al enemigo. Este triunfo permitirá a los invasores seguir su ruta, pero antes se efectuó una sencilla ceremonia por la partida del Consejo de Gobierno hacia Camagüey. El Presidente Cisneros había recibido una hermosa bandera cubana tejida por las mujeres camagüeyanas para que fuera el estandarte de la Invasión. Al pasar el noble pendón al Titán de Bronce expresó emotivas palabras: «empresa llena de peligros, pero que será vencida por el valor y la fe que a todos nos anima, y por el poderoso brazo de vuestro ilustre caudillo: Âíde nuestro Maceo! A quien hago donación de esta bandera para que flamee al soplo de las brisas de Levante sobre el risco más avanzado del cabo de San Antonio», el viejo mambí, con lágrimas en los ojos abrazó a Maceo quien quedó envuelto en la bandera que tenía Cisneros en las manos, como un símbolo patriótico.

Delante del Ejército Invasor se abría un escenario militar único en nuestro anales

independentistas, el rival era tenaz e implacable, pero no contaba con el espíritu sublime de Baraguá, signo de continuidad de la lucha armada, de unidad entre los veteranos del 68 y los Pinos Nuevos de Martí en esta Guerra Necesaria que terminaría con la derrota del prepotente colonialismo, la Independencia de Cuba es un proceso irreversible.

El inicio de la Invasión a Occidente el 22 de octubre de 1895 significó el salto clave hacia el triunfo, en el horizonte aparecían barreras infranqueables que solo el genio de dos líderes político-militares excepcionales como Gómez y Maceo podía superar. Tomado el sendero de Occidente, este no sería abandonado jamás por los guerreros invasores. El hombre de Baraguá, llevaría nuestra bandera gloriosa hasta el extremo de la Isla, su machete invencible se abriría paso hasta la última costa cubana, allí donde se pone el Sol, el Titán de Bronce haría brillar, para asombro del mundo, la luz de la Libertad.

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