La magia del museo de cera de París

París 1 dic (PL) Caminar por el museo de Cera de París es un viaje fantástico que permite al visitante encontrar personajes destacados de la historia de Francia y del mundo, tanto en la política, como en las ciencias y las artes.

Allí todo es posible. Desde tocar el piano con Elton John, sentarse en la platea del teatro al lado de Charles Aznavour, beber un trago con Ernest Hemingway, saludar a Napoleón recostado en un sofá, conversar con Albert Einstein y posar junto a Marilyn Monroe.

A diferencia de la mayoría de las instituciones culturales parisinas, donde está prohibido utilizar la cámara para evitar el daño de los cuadros o para conservar la exclusividad de las obras, en el museo de cera es permitido acercarse a las estatuas, compartir con ellas y tomarse fotos y, mucho más, descubrir los secretos de cómo se hacen las figuras.

La relación es tal que en el pequeño teatro de la galería el público y las imágenes se funden de manera que por momentos es difícil determinar dónde termina la magia y comienza la realidad.

El museo Grévin, que es su verdadero nombre, fue fundado en 1882 por el escultor, caricaturista, dibujante y creador de vestuario para teatro Alfred Grévin, junto al periodista Arthur Meyer.

La idea fue del periodista quien, en una época en que aún se utilizaba poco la fotografía, buscaba ilustrar en tres dimensiones las personalidades de la actualidad del momento.

Está ubicado en la zona de los Grandes Boulevares, en la orilla derecha del río Sena, y cuenta con una valiosa colección de unas 500 estatuas ordenadas en el espacio y el tiempo para reflejar importantes momentos de la historia.

Escenas de la época de la monarquía, de la Revolución francesa, el proceso contra la reina María Antonieta, el imperio napoleónico, la muerte de Marat o la matanza de San Bartolomé están muy bien representadas allí.

Grevín también captura momentos muy disímiles que marcaron la historia de la humanidad, como la epidemia de La Peste, la ocupación nazi en Europa o los inicios de la aviación y la televisión.

La visita al museo impacta desde el mismo momento de su entrada. No sólo por las magistrales estatuas al pie de la escalera de mármol, sino porque el viaje comienza en el conocido Palacio de los Espejismos.

Esta sala, creada para la exposición Universal de París de 1900, funciona como un caleidoscopio gigante, donde un juego de luces de colores y diversos sonidos trasladan al visitante lo mismo al interior de la jungla en la noche que a un templo hindú.

En el museo hay opciones para todas las edades. En la sala de los niños sobresale la imagen de cera de El Principito subido en su volcán, junto a los principales personajes de ese cuento: la rosa y el zorro.

Hay allí también representaciones de la Edad de Hielo, Los tres mosqueteros o El Quasimodo de la Señora de París, tal y como perduran en el imaginario infantil.

En la sala de deportes tienen su lugar en el podio el capitán de la selección de baloncesto de Francia, Tony Parker, el judoca Teddy Riner, y uno de los más grandes jugadores de fútbol del mundo, el brasileño Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, entre otros famosos atletas.

En el último salón del museo convergen en un amplio espacio políticos, científicos y artistas de distintas épocas de Francia y el mundo.

Allí uno se puede encontrar desde el primer presidente francés de la V República, Charles de Gaulle, el líder de la independencia de la India, Mahatma Gandhi, hasta el científico alemán Albert Einstein, o artistas famosos como Elvis Presley, Michael Jackson, Madonna, Celine Dion o Brad Pitt.

Ubicado en una ciudad como París, el primer destino turístico del mundo, donde hay más de 130 museos, puede que el Grévin no sea de los más famosos, pero es un sitio peculiar y su visita resulta una experiencia gratificante

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