Jaula de México atrapa al cine de La Habana

La Habana, 7 dic (PL) Una historia de emigrantes tiene pocos resquicios novedosos en su cruda realidad, pero hay miradas de largo alcance que sorprenden y atrapan, como La Jaula de Oro de México en el Festival de Cine de La Habana.

Volver sobre caminos trillados supone un gran riesgo para los realizadores, sin embargo, la punta del iceberg a la que se refería Ernest Hemingway guarda todavía un universo creativo. Diego Quemada-Diez se tomó ocho años para adelantar su proyecto.

Nacido en España y afincado en México, Quemada-Diez proyecta con firmeza y solidez una Jaula de Oro brillante y desoladora, un documento que no sólo añade pasajes al drama de la migración, sino que incorpora interesantes aspectos.

Juan, Sara y Samuel, tres quinceañeros guatemaltecos, deciden abandonar juntos la zona 3, una villa miseria del país centroamericano donde no parece existir otra cosa que la frustración y la desesperanza.

En el accidentado camino «hacia el norte» pasando por México, se les suma el indígena Chauk, que habla español y es a priori el primer punto de desencuentros y a la vez, una perspectiva distinta sobre el fenómeno migratorio.

Audaz y reveladora, la película tiene la virtud de exponer con un obvio compromiso con la verdad, aunque sin llegar a fórmulas manidas de extrema violencia ni cuestionamientos lapidarios.

Tal vez por su experiencia de trabajo con Alejandro González Iñarritu (Amores perros, Babel) o en la cinta 21 gramos como operador de cámara, se toma licencias para acentuar el color y la espléndida naturaleza que rodea a los protagonistas.

La aventura, con la meta única de llegar a Estados Unidos, coloca a todos sus personajes en una perspectiva sin matices lapidarios: hay criminales, delincuentes, timadores, pero también gente buena y trabajadora.

Se aprecian en buena medida los conocimientos adquiridos al lado del británico Ken Loach en la forma de contar. Al mismo tiempo, Quemada-Diez no se regodea en la tragedia, la deja fluir.

Compone la solidaridad humana, los deseos de reír y amar, con el miedo y el terror.

Seleccionada para la sección Un Certain Regard (Una cierta mirada) del Festival de Cannes, obtuvo apoyo financiero de Cinema Fondation de la prestigiosa cita y un lauro especial por las interpretaciones de actores debutantes en el filme.

Asimismo se hizo merecedora del premio Gillo Pontercorvo de Cannes por contar con «compromiso social, vigor narrativo y frescura cinematográfica» una historia atemporal de un grupo de adolescentes inmigrantes.

Por ahora, de lo mejor del 35 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

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