DICHO SEA DE PASO, REFORMAS Y REFORMADORES

Por Fernando Urbano Castillo Pacheco.

Confucio, el gran pensador chino, dijo que: “Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estas peor que antes”.

Como esto parece ser muy cierto, es comprensible que los críticos del presidente Peña Nieto coincidamos en la apreciación de que, a pesar de tantas reformas, vamos muy mal. Tristemente, la crítica parte de una visión realista y no solo es al discurso oficial, que tiene un optimismo que raya en la mentira.

No se puede ocultar que el crecimiento económico del país no solo se detuvo, sino que en algún trimestre este se contrajo.  Independientemente de que el discurso oficial responsabilizara de estos fenómenos económicos a la actividad comercial de los Estados Unidos, es un hecho que malas decisiones tomadas al inicio del sexenio, han tenido mucho que ver en los malos resultados que, en materia económica, ha entregado el gobierno en este año.

El propio F.M.I. lo determino, cuando en un estudio publicado por ahí de septiembre, sentenciaba “La inesperada desaceleración en México, está relacionada con un menor gasto gubernamental, una caída en la industria de la construcción y la lenta demanda proveniente de los Estados Unidos”.

El estudio se publico en septiembre, pero es evidente que el problema se detectó mucho antes.

Si la solución más práctica era, el regularizar el gasto público, como una forma de impulsar la economía, al tiempo de establecer una política tributaria que eliminara beneficios absurdos y ampliara la base de contribuyentes, además de una verdadera simplificación fiscal, no se entiende porqué el gobierno cedió ante una izquierda retrograda, que pugnó por los beneficios propios, antes que por las necesidades del país.

El presidente que no puede pronunciar la palabra “Epidemiólogo”, convirtió en una epidemia nacional a la corrupción, pues con su complacencia permitió que esta persistiera en los estados y se multiplicara en la administración pública federal. El punto es preocupante, pues se propuso y se aprobó una iniciativa de reforma fiscal, injusta y recesiva, que en nada favorece el crecimiento y, sobre todo, que permite la oscuridad, la discrecionalidad y la corrupción en el ejercicio del gasto público.

Todo ello, contrario a sus promesas de campaña, las mismas que suscribió ante un notario, con una firma que hoy, quedo demostrado que vale menos que el papel en que se estampa; porque el problema de Peña Nieto, como bien lo apuntó el senador Javier Corral, no es que el presidente no pueda pronunciar algunas palabras; el problema es que el presidente no cumple con su palabra, la diga como la diga.

Y en esto, tuvo por cómplice al perredismo legislativo, a todos aquellos que hace apenas año y medio, lo tachaban de ilegitimo, de mediocre, de inculto y lo acusaban de un fraude electoral y de haber comprado la presidencia. Los tuvo por cómplices, porque necesitaba sacar su reforma, necesitaba quien lo ayudara a meter la mano en los bolsillos del ciudadano y sabía que no contaba con Acción Nacional, el partido que, no por convicción sino por sus propios intereses, no se podía prestar al atraco; no en esta ocasión.

El presidente salió entonces de compras, y encontró legisladores en oferta. Encontró a una oposición barata. Los días amarillos no son de Palacio de Hierro, fueron las rebajas de otoño en el PRD.

El presidente del déficit cero, encontró quien le autorizara un exorbitante endeudamiento para 2014.

El presidente que surgió del partido que sí sabe gobernar, se terminó entregando a las exigencias perredistas en materia fiscal, a cambio de más ingresos y, a su vez, el perredismo se entregó al presidente a cambio de dinero, solamente de dinero.

El perredismo postuló que se puede crecer económicamente, gravando el trabajo para subsidiar al que no trabaja; perseguir al contribuyente, para sostener gobiernos que solapan la informalidad. Valiente disparate. Los diputados y senadores del PRD son una extraña clase de parlamentarios que quieren legislar para su clientela.

Vergüenza daba escuchar los argumentos de los legisladores que votaron a favor de la reforma fiscal, sin leer una sola letra de su texto. Quedó claro que, como decía Quevedo, “Todos los que parecen estúpidos, lo son. Y además, la mitad de los que no lo parecen”. Priistas, verdes y perredistas.

El grupo de legisladores “progresistas” que votaron por la reforma hacendaria, demostraron que son los auténticos hombres de izquierda… que cobran con la derecha.

El gobierno, su partido y el perredismo, afirman en el caso de la hacendaria (como los panistas en el caso de la energética) que la aprobación de la reforma es un éxito. Cierto, lo es, pero como lo dice Vicente del Bosque: “El éxito sin honor, es el mayor de los fracasos”.

Y esta reforma hacendaria, es un fracaso para todos, los que votaron a favor y en contra, porque Acción Nacional estaba en posición de negociar los términos de la rendición de cuentas; y perdió esa oportunidad.

La perdió, porque le ha regalado otra vez al gobierno, la supervisión del gobierno, como bien lo apuntaba un columnista.

La Comisión Nacional Anticorrupción, será otro organismo sin fuerza para ejercer una vigilancia. José Cárdenas la llamó una torta de nada; para mí, es una fiera con garras limadas.

Y si esa fue una mala reforma, la política fue peor. Una reforma que encarece la democracia, fortalece a las cúpulas partidistas y restringe la participación política de los ciudadanos.

“La democracia al revés”, la llama Josep Ramoneda, donde los que gobiernan solo miran hacia arriba, como si la soberanía ya no estuviera en la ciudadanía.

Gran error de cálculo, el manejo de los tiempos de esta reforma, porque si fue la moneda de cambio  para la energética, no se entiende el porqué no han aprobado la primera en las legislaturas estatales, mientras que la segunda necesitó de solo un fin de semana para salir con el aval de los congresos locales.

Tontos los panistas que dicen que si no la han aprobado, no sacaran la legislación secundaria de la reforma energética. Para aprobar estas leyes se necesita solo de mayoría simple; el PRI y sus satélites, la tienen.

Y si este fue un engaño al PAN, al PRD también le toca lo suyo. La legislación de consulta popular, nomas no ha sido aprobada y que bueno, porque es una legislación mala.

La ley de Consulta Popular, reglamentaria del artículo 35 constitucional, es perversa por decir lo menos. Permite la manipulación del resultado, a través de la selección de la pregunta. Desde ahí, servirá más al interés del gobierno.

Cierto, es un año de muchas reformas, pero nadie puede asegurar que sean exitosas. Uno de los grandes errores es juzgar a las políticas y programas por sus intenciones, en lugar de por sus resultados.

Si se analizan los métodos en que el gobierno ha conseguido los votos para aprobarlas, en particular las hoy tratadas, entenderemos que la oposición a las reformas es natural. El PRI ha demostrado que no olvidó nada. El PRI ha demostrado que no aprendió nada.

Han satanizado los priístas a los que discrepan de ellos, torciendo la realidad. No tememos a las reformas, por sus antecedentes y por su comportamiento reciente, tememos a los reformadores.

 

 

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