Somalia: Tozuda rapiña estadounidense

La Habana (PL) El despliegue de efectivos estadounidenses en Somalia, 20 años después que los guerrilleros de Mohamed Farah Aidid le derribaran dos helicópteros de combate, es una clara expresión de tozuda rapiña.
Poco después que el Pentágono anunciara el desplazamiento de un grupo de expertos militares para respaldar al gobierno de Mogadiscio, se reanudó la cacería contra efectivos de la organización opositora Al Shabab.
El pasado 26 de enero, el ejército de Estados Unidos atacó con misiles en territorio somalí a un presunto jefe antigubernamental, informó en Washington el Departamento de Defensa.
Según esa fuente, la acción fue contra un alto comandante de la guerrilla y ocurrió en la ciudad portuaria de Barawe, en el sureste de Somalia. Aunque se desconocía la identidad del individuo perseguido, los militares estadounidenses trataban de determinar si el ataque resultó exitoso.
Los efectivos norteamericanos en ningún momento abandonaron las acciones contra la guerrilla somalí, realizadas ahora con el empleo de aviones autómatas (drones), cuyo uso emitieron un mensaje de superioridad tecnológica en la guerra asimétrica que transcurre en el país del Cuerno Africano.
Desde 1991, Somalia es escenario de una contienda bélica que sucedió al derrocamiento ejecutado por una alianza guerrillera del entonces presidente Mohamed Siad Barre, y uno de los jefes de esa coalición insurgente era Farah Aidid.
El general Farah Aidid (1934-1996) procedía de un clan de la región de Mudug y bajo el gobierno de Barre llegó a ser el jefe del servicio de inteligencia.
En 1985, Siad Barre descubrió sus planes de golpe de Estado y lo encarceló durante seis años, hasta que en 1991 salió de la prisión y encabezó el Congreso Unido Somalí (USC) y después la Alianza Nacional Somalí (SNA).
Fue Aidid uno de los objetivos de la Operación Devolver la Esperanza, con la que la ONU y Estados Unidos trataban de suministrar ayuda humanitaria, con el respaldo armado y, a la vez, para romper el sitio militar en el país.
Precisamente fue en el curso de esa operación -en la llamada Batalla de Mogadiscio, el 3 de octubre de 1993-, que los hombres del general guerrillero les derribaron a tropas estadounidenses dos helicópteros UH-60 (Black Hawk).
Aidid, en quien para su fama como jefe castrense se personalizó la caída de las dos naves, fue presidente de Somalia por un corto período, hasta que abandonó el país en 1995 y murió en 1996.   Esta experiencia de guerra -el derribo de los Black Hawk, que causó 18 soldados muertos a las tropas estadounidenses en Somalia-, persiste en el consciente de Al Shabab.
Esa organización es sucesora de los que destararon la guerra contra Siad Barre a mediados de los años 80 y que lo derrocaron en 1991.
La presencia de militares de Washington y sus acciones contra Al Shabab fue precedida por el reforzamiento de la Misión de la Unión Africana en Somalia (Amisom), en la que hay tropas de Uganda, Burundi, Kenya, Etiopía y otros países.
Los ataques contra los guerrilleros son en alguna medida actos de un enemigo múltiple, contando también con los participantes en la operación antipiratas -Atalanta- de la Unión Europea.
El bombardeo contra Al Shabab del pasado 26 de enero siguió al llamado insurgente de atacar ejércitos extranjeros, después de que Etiopía se uniera a la Amisom.
Washington envió a Somalia en los últimos meses a varios consejeros militares para respaldar a la fuerza de la Unión Africana en los combates contra la guerrilla, según medios de prensa.
Ante eso, Al Shabab amplió su guerra asimétrica, un concepto más amplio que el de guerra irregular, toda vez que la primera es entendida como conflicto violento en el cual hay grandes desproporciones entre los rivales.
Al existir ese desequilibrio, tanto en lo político como en lo militar, esto conduce a un desbordamiento del ámbito bélico común.
Se va más allá del tradicional teatro del conflicto, se acude a acciones como el ataque al centro comercial de Westgate, en Nairobi, la capital keniana, en septiembre, que causó 72 muertos y 145 heridos, la mayoría civiles.
También el 8 de noviembre del año pasado Al Shabab asumió la autoría de un atentado contra el hotel Maka Al Mukarama, en Mogadiscio, y además realizó diversos ataques contra dependencias estatales.
«Guerrilleros (de Al Shabab) controlan grandes áreas rurales de Somalia y, a pesar de haber sido expulsados de algunas ciudades (…) siguen lanzando mortíferos ataques contra la capital, Mogadiscio», añaden los medios.
Al Shabab, a la que Occidente identifica con Al Qaeda, opera con métodos de lucha insurgente, como los dispositivos explosivos improvisados (IED) empleados en Irak y Afganistán.
La organización se plantea actuar contra los países de la Amisom y sus aliados en una especie de combate total con carácter de Jihad islámica, la guerra santa musulmana.
Así se observa una contienda bastante compleja, en la que avances y retrocesos se concatenan: el ataque estadounidense al cual se refirieron como éxito fue antecedido por un fracaso.
«El fallido asalto contra una casa de Al Shabab en Barawe, 240 kilómetros al sur de Mogadiscio, cobró dimensión al informar el Pentágono que los autores eran del SEAL Team Six, el mismo que capturó en mayo de 2011 al jefe de Al Qaeda, Bin Laden», se dijó sobre la acción del pasado 5 de octubre.
La cúpula militar norteamericana confirmó la participación de sus efectivos en la acción contra el grupo somalí, pero sin aclarar si cumplieron en alguna medida sus planes.
Posteriormente trascendió que resultó un rotundo fracaso para demérito de las fuerzas especiales participantes. El Pentágono lo justificó de esta manera:
«Nuestras tropas tuvieron que retirarse antes de que pudieran confirmar si el objetivo fue abatido, ya que se encontraban bajo fuego, pero ningún efectivo del equipo de élite ha muerto en la operación».
Sin embargo, esa declaración no se pudo contrastar con otras fuentes.
Así, 20 años después del derribo de los Black Hawk, tema que dio paso a un libro y a un filme, Estados Unidos envía de nuevo soldados a Somalia, un acto de testarudez política que sin dudas tendrá sus costos.

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