Bailarinas del vientre egipcios sufren baja turistica

El Cairo, 12 feb (PL) El turismo, uno de los pilares de la economía egipcia muestra hoy una depresión notable, que alarma a las autoridades y tiene en crisis a millones de hogares.
La cifra de turistas que pasaron por los torniquetes egipcios descendió en diciembre pasado a 678 mil, casi 31 por ciento menos que el mismo mes del año anterior, acorde con un estudio del Centro de Estadísticas Estatal (Capmas, por sus siglas en inglés).
El descenso de los ingresos es evidente en la caída del 63 por ciento en el número de noches registradas en los hoteles de este país, que en diciembre de 2012 fue de 13 millones 900 mil y el año pasado bajo a nueve millones 400 mil.
La industria turística egipcia, sin embargo, es más que hoteles y centros de recreación, se trata de una cadena que incluye a artesanos, chóferes de taxis, guías de turismo profesionales e improvisados, bailarinas del vientre, pícaros de la legua y sus respectivas familias, que suelen ser largas.
Sin contar a los mendigos que pululan por esta capital donde ejercen las más variadas formas de asedio a la caridad ajena, desde la petición directa, hasta la venta de servilletas desechables y la exposición de defectos físicos, reales y fingidos.
Por supuesto que la baja, causada por los disturbios políticos, también se refleja en los ingresos: en el último mes de 2013 las cajas registradoras recibieron seis mil millones de dólares, cuatro mil millones menos que el año anterior.
La situación fue descrita de manera lapidaria por el ministro de Turismo del gabinete provisional Hesham Zazou, quien calificó al año pasado como «uno de los peores» de la historia de la industria sin humo egipcia, dotada de sitios espectaculares.
Pero Zazou es un optimista y anunció su propósito de atraer a lo largo del año en curso 13 millones de visitantes capaces de generar ingresos por 10 mil millones de dólares, una meta quimérica, al menos en las actuales circunstancias.
A pesar de las variadas atracciones egipcias, bailarinas del vientre incluidas, ningún turista está dispuesto a asumir riesgos y las constantes protestas callejeras y los atentados dinamiteros que han devenido parte de la cotidianidad local no son como para atraer a alguien que paga por descansar.
Sin ir más lejos, las famosas pirámides de Giza, que todos desean ver  sufren la depresión pues donde hasta hace poco los visitantes solían amontonarse para hacerse las fotos de rigor, asediados por comerciantes improvisados, apenas se ven algunos turistas rubicundos y los precios andan por el arenoso suelo.
Una foto sobre un paciente camello, que en los tiempos de esplendor solía costar hasta 200 libras egipcias (unos 30 dólares), en dependencia de la habilidad del interesado para regatear, ahora se consigue por menos de 30.
El mercado típico de Khan Khalili, de esta capital, donde los comerciantes hablan todos los idiomas conocidos y algunos inimaginables, es otro sitio que languidece en espera de forasteros que nunca llegan.
Muestrario de aromas exóticos, antigüedades falsificadas, y algunas reales en venta bajo cuerda y fuera del campo visual de las autoridades, Khan Khalili está desierto de la noche a la mañana y los comerciantes se disputan a los pocos curiosos, más interesados en pernearse del ambiente y el color que en comprar.

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