Desafío

Por Rafael Loret de Mola

*Sobre los Debates

*Redes y Encuestas

*De GGM y la Fiesta

El debate es, fundamentalmente, confrontación no exaltación de criterios y propuestas sobre un mismo tema. Los adversarios podrán coincidir en determinados puntos básicos –por ejemplo, nadie se atrevería a apostar contra México-, pero no a tal punto que parezcan cortados con loa misma tijera. La gran audiencia requiere observar en dónde radican las diferencias entre unos y otra y, sobre todo, respecto a los distintos partidos en juego; y no, como tanto se subraya, necesariamente espera una ponderada sucesión de proyectos ensimismados sobre los que cada quien reclame autorías innecesarias. Insisto: es momento de definir diferencias, no de ponderar una “civilidad” que sólo refleje el miedo de los ponentes a levantar las polvaredas de las mafias.

Las promesas sobre una educación de excelencia –boicoteadas por las dirigencias magisteriales-, una cobertura total de salud, la realización de obras de infraestructura básica con los matices de cada aspirante –ojalá no se sigan olvidando de los ferrocarriles, al tiempo de convertir en museos las bellísimas estaciones-, y la reiteración a combatir a cárteles y secuestradores “con todo el rigor de la ley” –por lo trillada, la frase obliga a sonreír con sarcasmo-, no son elementos que enciendan las luces del andar hacia una democracia más participativa y seria y no seguir montados en el viejo jamelgo de la demagogia infecunda.

Es una cuestión fundamental, sin embargo casi perceptible, situarse en un extremo u otro, entre la democracia y su antítesis, la demagogia. Se nos ha mentido tanto que es derecho colectivo el mantener dudas y sospechas sobre intenciones y complicidades. Sobre esto deberían razonar los candidatos en juego, antes de que caigan en el sostenido autoelogio que no sirve para maldita la cosa. ¿Conocen, los amables lectores, a un postulante capaz de reconocer sus propios errores, incluso personales, para ofrecer un balance real y equitativo a sus simpatizantes? Algunos sugieren algunos episodios controvertidos pero sin llegar a una reflexión serena sobre sí mismos porque, claro, ello podría inhibir a las corrientes a su favor. La autocrítica no es elemento lucidor, por lo visto, pero significa potencialmente uno de los elementos más importantes para los electores: la credibilidad.

Siempre he dicho que merecerá nuestra confianza aquel o aquella que sea capaz de explicarnos sus fallas y la manera como trataría de evitar las reincidencias. Claro, somos humanos, perfectibles siempre, y nos equivocamos. Lo triste de la cuestión es no aceptarlo porque tal actitud dibuja a la suficiencia que es enemiga de la igualdad entre los seres humanos y entre mujeres y hombres. Tampoco me gusta el término tolerancia porque parece estar supeditado a la sumisión; prefiero, en todo caso, a la discusión ponderada de ideas, a la autenticidad de palabra y hecho, a la praxis que devenga de las ideas y no de las componendas pasajeras. Odio la mojigatería verbal y el pastueño quehacer de los funcionarios que se dan importancia bajando el tono de la voz hasta acabar con los decibeles; cuando observo a alguno de ellos, con sus rostros de monaguillos regañados –entre los miembros del equipo de Calderón se llenan las manos contándolos-, siempre desconfío y recuerdo una magnífica sentencia que escuché hace años en voz de uno de mis maestros:

–No olvides que la lacayunería es el peldaño anterior a la traición.

El “barbero”, el que se suma a la “cargada”, el mercenario de la letra impresa, todos ellos, estarán siempre dispuestos a vender, como si fuese una mercancía, a quienes perentoriamente apoyaron para sacarles provecho. ¡Hay tantos de ellos merodeando por cada esquina! Y no pongo signo partidista ni acento de parcialidad alguna en el referente.

¿Por qué obsequiarles espacios, gratuitamente, a quienes carentes d representatividad alguna pretenden elevarse al mismo nivel de quienes, a través de muchos años, logran el apoyo de partidos, así estén contaminados, con estructura en todo el país? Y ello no significa que estemos en contra de las candidaturas ciudadanas; al contrario, de ninguna manera, acentúo, porque si son resultado de liderazgos naturales sobran entonces los partidos y gana la sociedad con la pluralidad. Lo inadmisible son las comparsas con efectos distractores muy baratos.

Los debates entre los candidatos de toda índole son absolutamente necesarios. De allí a que sean especialmente significativos, como en otras latitudes, en cuanto a que modifiquen o no las tendencias electorales, hay un abismo.

Al contrario: en México es casi una tradición que quienes vencen en ellos acaben perdiendo en las urnas con contadas y sonadas excepciones, sobre todo regionales. En 1994, cuando se inauguró la práctica entre aspirantes a la Primera Magistratura sobre la sangre política de Colosio derramada, el menos afortunado fue  ernesto zedillo a quien vapulearon Diego Fernández de Cevallos y, sobre todo, Cuauhtémoc Cárdenas Solírzano; sin embargo, a la larga, medimos sus beneficios: en un sola jornada logró colocarse, en cuanto a conocimiento general, en la misma línea de dos líderes veteranos y ampliamente analizados por la opinión pública… hasta lograr convertirse en el mexicano, hasta hoy, más votado de la historia con más de diecisiete millones de sufragios a su favor. No es poca cosa.

Desde luego, la ausencia de carisma de zedillo fue compensada por la estructura territorial del PRI y los llamados “votos del miedo” en un año de alto riesgo.

En este 2014 es necesario, antes de resolver en conciencia cuál es nuestra postura política, resolver algunos de los grandes misterios que asimilan partidos, en sus luchas internas, y los aspirantes a las dirigencias de cada instituto, incluyendo al PRI que se “menea” tanto como la ciudad de México rehén de los terremotos. Hace dos años debieron tenerse en cuenta, por ejemplo: el homicidio imprudencial del hermano de Andrés Manuel, José Ramón; los veneros oscuros de las mafias que apoyaron a Peña Nieto y cuanto se liga a las dudas sobre la negligencia médica que fue factor en la muerte de su primera esposa, Mónica Pretelini; y, finalmente, la ansiedad que brotaba en la autora de “Díos mío, Hazme Viuda por Favor”, bestseller hace un lustro, al no poder compaginar sus tareas de esposa y madre con las políticas y mucho menos cuando las amenazas rondan el entrañable hogar. Son elementos muy interesantes que el gran público debió conocer y analizar a fondo antes de que nos despertemos con la sorpresa si seguimos así, como en 1988, de que llegue a la silla presidencial un perturbado (a).

Debate

Las redes sociales le están ganando la partida, con amplio margen, al ejercicio de las encuestas en las que muchos desconfían con razón. Por cierto, cualquiera puede hacer su propio juego e ir preguntando a quienes les han llamado para registrar su opinión y volcarlas a las estadísticas diarias. Por cierto, ¿cómo seleccionan a quienes formarán parte de las tareas de campo en beneficio de las grandes empresas encuestadoras, enriquecidas cada seis años?

Recuerdo que, hace años, cuando inició la costumbre de los sondeos de opinión, la clase gobernante ideaba la manera de salir avante en las encuestas tomándole el pulso a los habitantes de las colonias de burócratas y policías, previa advertencia claro; aquella práctica está muy lejos de ser superada, sobre todo porque con el PAN en la Presidencia la alquimia sofisticada entró en una nueva versión corregida y aumentada, como tantas veces hemos corroborado.

En cambio, los llamados twiteros o los adoradores de Facebook o simplemente los cibernautas que no sueltan las computadoras ni para bañarse, mantienen en vilo a las legiones de operadores al servicio de los candidatos, en cada región del país –lo que viene bien meditar en este año sin elecciones de gobernador ni federales-, y que, con todo y su gran cobertura, poco pueden hacer para contrarrestar la oleada civil –o cívica-, que se niega a la manipulación colectiva… pero intenta manipular a su vez a los ingenuos. Una coyuntura que permanecerá mientras el espacio cibernético sea el paraíso de los sin ley, en donde la libertad no respeta los derechos de terceros ni la cohabitación respetuosa. Cualquiera, en fin, puede escribir la barbaridad mayor que se le ocurra, o modificar imágenes a placer –sólo falta ver desnudos a los candidatos, aunque alguna vez recibí la fotografía de otro aspirante, ninguno de los de ahora, en plena orgía homosexual-, hasta levantar la polvareda del escándalo.

Y para ello ninguno de los políticos de hoy está suficientemente preparado.

La Anécdota

Hace una semana, y no quería dejar de comentarlo, murió el genio de las letras contemporáneas –junto a Octavio Paz aun cuando éste no mantuviera su dignidad personal por encima de las fuentes del poder hasta el final-, Gabriel García Márquez. Los miles y miles de comentarios, diría millones, doliéndose por su ausencia, fueron conmovedores aunque no todos lo hubiesen leído pero sabían que alguien muy valioso, para el nuevo universo que pretendemos, nos había abandonado. Todos, menos los imbéciles.

Especialmente, llamó mi atención un sujeto patibulario, quien se postula como amante de los animales dado que sus esfínteres así lo reclaman: José Luis Villón, un don nadie en toda la expresión del término despreciable. Y voy a justificar mi aserto. Con motivo de la muerte del gran colombiano, el perturbado sujeto escribió en las redes sociales lo siguiente:

“FERVIENTE DEFENSOR DE LA CRUELDAD CONTRA LOS TOROS. OJALA ARDAS EN EL INFIERNO PARA QUE SEPAS COMO SE SUFRE SER TORTURADO COBARDEMENTE, VIEJO INFELIZ!!!!”

Y luego marcó su fotografía con una equis como si se tratara de un criminal y no de uno de los mayores valores culturales de nuestra era. Luego me dirán por qué señalo a los llamados “antitaurinos” o “animalistas” –que no son quienes, de verdad, quieren a sus mascotas pero nunca por encima de la dignidad de los seres humanos-, como irracionales… y escatológicos –pongo la palabrita para que dediquen horas tratando de descifrarla si es que tienen diccionario en sus hogares-.

Es vergonzoso llegar a este punto; más que se pretenda desdeñar a un grande bajo la mirada de la más honda mediocridad, incluso perversa, por la simple razón de que no comprenden, ni quieren proponérselo siquiera, los fundamentos de la tauromaquia y las razones de la pasión que nutre a tantas inteligencias superiores. La lucha sigue siendo frontal entre quienes se atreven y cuantos viven en las emboscadas, como rapaces, esperando donde encajar los dientes, como bestias.

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Web: www.rafael-loretdemola.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com

La deformación de los “antis” –de todo, no sólo de la fiesta brava-, es tanta que ahora entiende el por qué el más grande predador de la historia, Adolf Hitler, fue precisamente el fundador de la primera “sociedad protectora de animales” mientras mandaba a los hornos crematorios a millones de judíos considerados, por el bárbaro tirano alemán, seres inferiores mientras acariciaba a su perrita “Blondy”. Los neonazis ya están aquí de nuevo… deseándole el infierno al más grande de los escritores de nuestra época. ¿Fascismo? Bastante peor, diríamos, porque en este caso se trastoca los valores cristianos sobre la eternidad y los castigos para los intolerantes, los soberbios y cuantos odia, precisamente, al género humano.

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