Colombia: Entrevista a Isabel Restrepo Gaviria

Por Luis Baez

La Habana, (PL) Nació Jorge Camilo Torres Restrepo en Bogotá, el 3 de febrero de 1929, en el seno de una acomodada familia de la burguesía liberal, hijo del afamado médico Calixto Torres Umaña y de Isabel Restrepo Gaviria.
Llevado por sus padres a Europa, cuando apenas tenia dos años, regresó a su país en  1934, y a partir de 1937, tras el divorcio de sus padres, en Bogotá, quedo con su madre, junto con su hermano Fernando Torres Restrepo, quien llegaría a ser reconocido médico, Profesor de Neurofisiología de la Universidad de Minnesota.
Realiza los estudios primarios en el Colegio Alemán, y los de secundaria en la Quinta Mutis de Bogotá.
Expulsado, por sus críticas contra los profesores, por la supuesta mal enseñanza del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Bogotá, terminó su bachillerato en el Liceo de Cervantes en 1946.
Ingresó a la Facultad de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia, pero sólo estudió allí el primer semestre, influenciado por las ideas sociales de dos sacerdotes franceses dominicos que conoció por medio del padre de su novia, la idea de convertirse en sacerdote comenzó a calar en Camilo y para tomar esta decisión decidió meditarlo en los llanos orientales.
A su regreso a Bogota llegó resuelto a ser sacerdote dominico, dejo una carta a su madre, tomo sus maletas y se fue a la terminal de trenes, su madre leyó su carta y al llenarse de profunda ira, su madre era inminentemente liberal, llega muy rápido a la estación de La Sabana e impide que Camilo se vaya.
Después de unos días de conflicto con su padres, resuelven por consenso que Camilo ingrese a al Seminario Conciliar de Bogotá donde permaneció siete años, tiempo durante el cual comenzó a interesarse por la realidad social.
Como cristiano, la pobreza y la injusticia social atrajeron su atención y al lado de su condiscípulo Gustavo Pérez creó un círculo de estudios sociales, que funcionó aún después de que Camilo fue ordenado sacerdote en 1954.
Con el propósito de especializarse, Camilo viajó a Bélgica, en 1955, para estudiar unos años más en la Universidad Católica de Lovaina. Funda con un grupo de estudiantes colombianos de la universidad el ECISE (Equipo Colombiano de Investigación Socioeconómica) y entró en contacto con la Democracia Cristiana, el movimiento sindical cristiano y los grupos de resistencia argelina en París.
Funda las secciones de Bogotá, París y Londres del ECISE. La universidad belga le otorgó en 1958 el título de sociólogo.
Su tesis doctoral, Una aproximación estadística a la realidad socioeconómica de Bogotá, obra pionera en sociología urbana de Latinoamérica, fue publicada en 1987 con el título de La proletarización de Bogotá.
Cuando regresó a Colombia en 1959 se sintió obligado a apoyar activamente la causa por los pobres y la clase trabajadora. Ese año fue nombrado capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá.
Se vincula al Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Económicas en calidad de profesor. Es miembro fundador y presidente del Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC). Realiza, junto con profesores y estudiantes, programas de acción comunal en barrios populares de Bogotá
Camilo murió el 15 de febrero de 1966 en Patio Cemento, tras combates con tropas de la Quinta Brigada de Bucaramanga, dirigida por el Coronel Álvaro Valencia Tovar. El Ejército ocultó el cadáver en un estratégico lugar separado de las demás fosas comunes y el lugar no fue revelado al público.
Años después, Valencia Tovar, ya retirado como general, escribió el libro «El final de Camilo», en el que esclareció detalles de su muerte. Según el militar, fue sepultado en un sitio detallado, y prepararon los trámites para entregarle los restos a la familia. Sobre el destino del cadáver fue enterado su hermano mayor, el médico Fernando Torres Restrepo, que vivía en Estados Unidos.
Además, el propio general Álvaro Valencia Tovar reveló en una entrevista a la revista Semana que el cadáver de Camilo Torres fue exhumado tres años después de su entierro, sus restos fueron puestos en una urna y transportados a la ciudad de Bucaramanga, donde por gestiones del propio general, se creó el panteón militar de la Quinta Brigada del Ejército, aunque no se ha revelado su localización exacta.
Camilo Torres creyó que para asegurar la justicia social, los cristianos tenían la obligación de participar en la lucha armada.
Isabel Restrepo, la madre de Camilo se encuentra nuevamente en Cuba. De blanca caballera. 72 años cumplidos. Cinco hijos y 12 biznietos no son un impedimento para conservar una mente clara y un optimismo en el porvenir que resulta envidiable.
Para  una madre hablar de su  hijo es siempre  agradable.  Pero, para Isabel, hablar de  Camilo Torres no es solo hacerlo  del hijo amado, sino del compañero, del hermano. Pocas veces  una madre y un  hijo han estado tan compenetrados.
Antes de  comenzar la conversación, de una pequeña  cartera color negro, extrae  tres fotografías. Me la  muestra a la vez que dice: «Mis tres grandes amores: mi hijo Camilo, Che y Fidel».

– ¿Cuántos hijos tiene?
Cuatro.  Un varón  y una  hembra del  primer matrimonio,  con un alemán, de quien enviude a los cinco años de casada; y dos varones con mi segundo esposo Calixto Torres Umaña, un médico colombiano.
De este  segundo matrimonio nacieron  Fernando y Camilo.  Esperaba una hembra y  resulto varón. Le pusimos Jorge  Camilo. Fue el tres de febrero de 1929.

-¿Cómo era Camilo de niño?
Como otro cualquiera solo que era bastante rebelde y un poco más inquieto. Hacía todas las tonterías de muchacho y fue el único que recibió unas cuantas nalgadas.
Yo era quien le pegaba. A su  padre no le gustaba darle. En Bogotá permanecimos hasta que tuvo dos  años, en que nos trasladamos para Europa.

¿Por qué a Europa?
Mi  marido  iba a  Ginebra  de  consejero  científico  pero no nos quedamos a residir  allí, debido a que la  vida era muy cara y  el sueldo no era muy bueno. Nos instalamos en Bruselas con mi mamá  y los  chicos. Posteriormente  nos mudamos  a Barcelona,  donde permanecimos algunos años.
En  Bruselas,  Camilo se enfermó.  Tuvo  la  escarlatina y quedo muy débil. Se le irritaron los pulmones y comenzó a tener problemas en  los ganglios.
Durante nuestra estancia  en Barcelona, lo llevamos diariamente a la playa. Un día lo enviamos al colegio alemán. Lo mandamos por la mañana, comenzó a llorar y mi mamá que lo quería mucho, estaba muy preocupada, debido a que el niño no cesaba de llorar. A la hora de  almuerzo lo fuimos  a buscar y lo trajimos de  regreso a la casa. No volvió más a la escuela. Era el niño mimado de todos nosotros.

¿Cuándo regresan a Colombia?
Camilo tenía  cinco años cuando  volvimos a Colombia.  Su padre, que era pediatra, lo cuidaba con  mucho esmero y le preocupaba que  se  juntara  con  otros  niños,  no  fuera  a  darle la tosferina, el sarampión,  todas esas  enfermedades que  le dan  a los  chicos, debido a que tenía una constitución física muy débil.
No  lo dejaba  salir de  la casa  y solamente  podía jugar con sus primitos y  con  sus  hermanitos.  Nada  mas  salía  al  campo en automóvil. Camilo se sentía mal con esto.
En Colombia, a  los chicos de la calle les  llaman chinos. Son los  muchachos más pobres. El siempre  me estaba preguntando por que no lo dejábamos ir a jugar con ellos  y me decía: «Yo quisiera ser un chino de la calle».
Un día se  me perdió y no lo encontraba  por ninguna parte. Al fin lo  hallé, abrazado a un muchacho de  esos y  le digo: «¿Pero cariño, que  estas haciendo?».  Y me contestó:»Dejame,  que estoy con mis amigos».
Siempre  estaba  averiguando  por  que  a  los  niños  pobres  les llamaban  chinos  de  la  calle. Le  explicaba  porque  eran  muy pobrecitos, y él  me respondía:»Bueno, si son chicos  de la calle porque no le  dan para que no  sean más chicos de la calle, ¿por que tienen que ser diferentes a mí?».
Desde pequeño tenía muy buenos  sentimientos. Sí alguien llegaba a  la casa pidiendo  limosna y no se la dábamos  se ponía muy bravo y  me  decía: » ¿Cómo le vas a decir que no hay, sí aquí esta mi comida? Yo no tengo hambre y puedo comer después». Desde pequeño tuvo gran amor por los pobres.
Cuando tenía  ocho u nueve años, a mí  me gustaba llevarlo al cine los domingos y  me decía:»No, mamá, no voy  al cine habiendo tanta gente pobre. Me voy a  los chacales donde  están los trabajadores más pobres».
Y se iba con todo lo que  encontraba en la despensa, incluso hasta su propia  ropa. Era tanto  lo que tomaba  que le decía: «Camilo, tienes que confesar que eres un  ladrón porque te lo llevas todo».
A lo  cual me  respondía:»Mamita, hay  otros que  tienen menos que nosotros». Tenía un tremendo instinto de caridad.

¿Practicaba algún deporte?
Como a todos los niños, le gustaban los juegos. Lo que  más le entusiasmaba era el boxeo. Le dieron clase de este deporte, pues su padre decía que unos buenos puños a  veces lo salvaban a uno de un balazo. También pulseaba.
Al separarme de su padre, lo mandé al colegio alemán. Allí estaban sus hermanos. Le encomendé a su  hermano mayor que lo cuidara. Al regresar por la tarde me dijo que a los que había que cuidar eran a los otros niños. Camilo escuchó a un muchacho alemán hablar mal de Colombia y le tumbó dos dientes de un trompón.
También en el colegio alemán, un  profesor de gimnasia le pegó muy duro porque  le puso un traspié  a otro muchacho y  este sé cayó.
Cuando llegó a casa y me contó  lo que ocurrió fui para el colegio y le dije al  director que el profesor  tenía que pedirle perdón a Camilo, delante todos los niños o le haría una denuncia.
Les advertí que había autorizado a  Camilo para que, si le volvían a pegar, le tirara  un tintero  o lo  que tuviera  a mano  por la cabeza al profesor. Y tuvo que pedirle perdón a Camilo.
Camilo tenía un  carácter muy fuerte. Después de grande aprendió a dominarse  de una  forma increíble.  Yo sabia  cuando estaba bravo  porque los ojos se le ponían de color acero.
El continuo la  secundaria en  el colegio  alemán, hasta  que fue cerrado por motivos de la guerra. Lo trasladé a la Quinta Luz, que era una dependencia del colegio El Rosario, un plantel de curas.
Quinta  Luz  era  un  colegio  que  estaba  en  el  campo. Allí sé convirtió en el  presidente de los alumnos, pero tuvo un  año muy malo en los estudios.
Lo trasladé para otro colegio.  El Liceo Cervantes que no era de curas.  No  paso muy bien  los años y cuando fueron a dar los premios de fin  de curso  me  pidió  que le  comprara un  par de zapatos y le dije para que si a ti ni te llaman para saludarte.
Le gustaba mucho el campo,  la siembra, cuidar los animales, estar siempre con los peones. Estaba disgustada con todas esas cosas, ya que el muchacho no era como yo quería. Entonces me prometió que en el próximo curso seria  diferente y obtendría el primer  puesto en el aula.
Realmente cuando finalizó el sexto  año de bachillerato y fueron a repartir las notas, todos los premios fueron para Camilo. Cada vez que escuchaba   que  mencionaban  a   Camilo  Torres,  me   decía: «Ese no puede ser mi hijo».

¿Cuándo le empieza la vocación religiosa?
Por aquella época llegaron a Colombia unos curas  dominicos, los cuales  fueron  presentados  a  mi  hijo  en  una  casa de la alta burguesía, cuya cabeza de familia era padre de una joven que tenía sus amorcillos  con  Camilo.  Ahí  comenzó  la  amistad  con  los dominicos.
Los  dominicos comenzaron  a hacer  relaciones con  jóvenes de  la alta sociedad y  sugestionaron a Camilo de tal  forma que al poco tiempo se retiro a hacer unos ejercicios espirituales.
Un día, en casa de mi  madre, me avisan que  Camilo ha tomado una maleta y se ha marchado de la casa dejándome una carta. Después de leerla, me fui inmediatamente a la estación de ferrocarril.
Allí me lo  encontré, y le pregunté:»¿Tú qué  estas haciendo aquí? Tú  no te  vas, tú no  tomas el  hábito  de los dominicos, tú no eres mayor de edad, solo tienes 18 años».
Sí te montas en  ese tren será por encima de mi  cadáver. A lo que me contestó: «Sí está de Dios». Le respondí enérgicamente: » Lo que está de Dios son los dos detectives que tengo en el auto que no te dejaran marchar».
Todo esto, gritado, en medio de la estación. La  gente se ponía a nuestro alrededor a escuchar y como yo, en esa época, era bastante  hermosa, y Camilo  era un muchacho muy bien  parecido, le gritaba:
» Yo soy tú madre me  tienes que obedecer». No fueran a pensar otra cosa. Los dominicos le habían dado dinero para que se fuera escondido de  mí. Estaba muy  embullado, muy impresionado. Nunca  antes había hecho nada a escondidas.
Cuando nos marchábamos de la estación llamé a los dominicos y les dije que, si volvían a molestar  a Camilo, iba a  publicar en los periódicos que eran unos corruptores de menores, etc..etc…
Rápidamente  me fui  a ver  a  un  amigo y  este me  recomendó que metiera a Camilo en el seminario  secular para ver si le pasaba la idea de los dominicos.
Fui a ver  al director del seminario y le  plantee que recibiera a Camilo, a lo cual me respondió que no podía, debido a que el curso estaba finalizando. Pero como los  seculares siempre han estado en pique con los  frailes, le explique que si él  no resolvía se iría  con los dominicos. Entonces accedió.
Hice  las diligencias  sin consultarle  a mi  marido, que  era muy  anticlerical. A Camilo  le dije que estaría en  el seminario hasta  los 21  años y que después  él decidiría lo que  habría de hacer. Lo convencí a escondidas de mi marido.
Cuando este se enteró se puso furioso. Llamó a  Camilo y le ofreció  que se  fuera a  Europa a estudiar una carrera. Camilo le respondió que no.
Ingresó en el  seminario. Los dos primeros meses  fueron muy duros porque quería cambiar su personalidad totalmente. Una noche, el vicerrector  del seminario se lo  encontró acostado en el suelo, encima de unos ladrillos. Le dijo  que no hiciera eso  que él era una persona normal, y lo mandó acostar a la cama.

¿A que edad se ordenó?
A los 25 años se ordenó  como clérigo  secular, después de haber realizado unos estudios brillantes. El cardenal me llamó y me dijo que  era  un  muchacho  muy  inteligente,  con  una  inteligencia superior, y que lo iba enviar a la Universidad de Lovaina.
Marchamos entonces para allá. Nos  pagaron los gastos. Allí estaba en  contacto  con  todos   los  muchachos sudamericanos. Nuestro departamento siempre  estaba lleno. Camilo  los aleccionaba y  les  hablaba de la revolución y que teníamos que liberarnos del dominio  norteamericano.
Cuando regresa  a Colombia, lo nombran capellán de la Universidad Nacional, funda  la cátedra de  sociología y lo  hacen miembro del consejo directivo.
A principio,  los  estudiantes  lo  miraban  con  recelo, como era natural,  ya que  veían que  era cura.  Pero con  el tiempo se fue ganando la amistad y el cariño de todos los jóvenes, que siempre le llamaban como Camilo y nunca le dijeron padre Camilo.
Por  aquellos días  se conmemoro  el aniversario  del asesinato de un  estudiante,  con  una  gran  agitación  estudiantil. Quisieron castigar injustamente a un estudiante. Camilo se opuso, además de haber ofrecido una misa en memoria del estudiante asesinado.
Las autoridades  le llamaron la  atención. Le plantearon  que como iba a decir  misa por los comunistas, a lo  que les contestó:
» Si están en  buena fe se salvan,  ya que Cristo no  vino al mundo por los santos sino por los pecadores».
Más de una  vez me escribió: » Yo quiero ser  un santo, pero no de esos que se ponen en  los altares; solo quiero seguir los pasos de  Cristo, simplemente ser el perfecto cristiano.
Después del incidente, comenzaron  hacerle una guerra terrible. El cardenal  lo mando  a llamar  y le  quito todos  los atributos. Lo obligaron a renunciar a todas  las actividades en la Universidad y lo trasladaron a una iglesia del centro, con 300 pesos colombianos de sueldo.
Logró conseguir algún  dinero y fundó una granja  en el llano. Era una granja experimental, que comenzó a dar resultados maravillosos. Naturalmente, Camilo no estaba en la granja trabajando solamente en  la agricultura.  El ya estaba  trabajando para la revolución.
Encontrándose de  viaje en Lima,  se produjo una  gran revuelta en Bogotá con motivo  del asesinato de un estudiante  y se declaro el estado de sitio. El día antes  de su regreso, algunos que creíamos que eran sus amigos vinieron a insinuarme que Camilo no debía ir a la Universidad.
Hasta  un  sacerdote  que  estimábamos  como  amigo me sugirió que llamara  a  los  periódicos  y  dijera  que  Camilo  no  iba  a la Universidad al día siguiente.
Le respondí que  no. Eso sí que no. No voy a poner en  ridículo a Camilo. Si él quiere, va a la  Universidad, y si no quiere, no va. No me meto en las cosas de Camilo en esa forma.
A su  regreso le  hicieron tremendo  recibimiento en  el aeropuerto. Después de darle un beso,  le puse el brazo por encima y le conté todo. Me expresó claramente que iba a la Universidad.
Ya en casa se sentó frente a mí y me dijo:»¿Dime una cosa mamita, tu tienes fé en  mis ideas, vas conmigo a donde sea? Vas a estar conmigo  hasta  las  ultimas  consecuencias».  Le  respondí que lo seguiría hasta  después de muerto. Me beso,  abrazó y me comentó que yo iría con él a la Universidad.
A  la Universidad  fuimos. El  recibimiento fue  extraordinario. Camilo,  con  su  sotana  puesta,  hablando  de revolución. Algo inolvidable. Les explico a los estudiantes que no había que echarle piedras a los policías, porque  estos descienden de la misma clase de  ellos y  que inclusive  son muy  mal pagados.  Ellos creen que  están sirviendo a la nación.
Ellos no tienen la culpa de lo que les obligan a hacer. No es la piedra el arma. Ustedes   tienen   que  armarse,   tienen  que alfabetizarse, les aconsejaba Camilo.
Era un discurso  muy lindo, muy lindo. Se puso  la bandera a media asta  por el  asesinato del  estudiante y  se realizó  un entierro simbólico. Ahí fue donde se destapó como revolucionario. Comenzó  a  predicar  en  todas  partes  y  constituir sindicatos.
Discutíamos  mucho, porque  discutía con  él como si  fuera un compañero. El me decía que lo que  le interesaba era unir a todo el mundo. Ya  fueran liberales, comunistas,  conservadores. Había que unir  a  todas  las  personas  que  estaban  inconformes y las que estuvieran resueltas a transformar las estructuras del régimen. -¿En que momento la cúpula de la iglesia se le enfrenta?
Camilo ya estaba en la plaza pública. El cardenal Luis Concha Córdoba, le mando  una carta  diciéndole que  su plataforma iba en  contra de la iglesia  católica. Camilo lo exhortó a que  le explicara él porque y en que  iba contra la iglesia. El cardenal no le contesto.
Camilo,  en  sus  discursos  y  en  todo, no  iba  contra  él cristianismo, porque él era cristiano, sino contra la cúpula de la iglesia. Decía que no había  derecho a que los sacerdotes tuvieran riquezas mientras  el  pueblo  se  moría  de hambre. Comenzaron a acusarlo de comunista.
Algún tiempo después, el cardenal  le prohibió hablar en público y amenazó  con excomulgarlo. Camilo habló  conmigo y me dijo que, entre un sacerdote  excomulgado y  un sacerdote  que colgaba  los hábitos, en el último caso era  menor el escándalo. Se decidió por lo último.
Pidió  una entrevista  al cardenal  para comunicarle  su decisión. Solo lo recibieron cinco minutos. El cardenal aprovechó la ocasión para decirle que  el no era sagrado. Quería  decirle que  podían hacer lo que quisiera.
El cardenal  hirió a Camilo con  una espada de dos  filos. Con una mató a Camilo y con la otra golpeó a la iglesia. Porque después de la muerte de Camilo es que los sacerdotes comienzan a rebelarse en todo el mundo. Ya hay hasta obispos que se rebelan. Yo digo que no son rebeldes, sino conscientes.
En  Colombia  hay  muchos  sacerdotes  que  siguen  el ideario de justicia social de Camilo. A mí me parece que les falta un poquito de politización, que tal vez a Camilo también le faltaba.
Igualmente, en la juventud colombiana  hay muchos que  están muy firmes. El movimiento  camilista se  desarrolla, pero  existe una represión  muy  violenta. Al  camilista  que  toman  preso lo torturan, lo martirizan de una  forma increíble. Los campesinos lo adoran.
Yo  estaba presente  cuando él  iba a  colgar los  hábitos, ya que tenía miedo que  el pueblo no lo siguiera y  entonces él me dijo:
«Si, me siguen  es porque el  sacerdote les  inspira respeto, pero no amor,  no   cariño,  ni  confianza». Realmente,  cada  día   fue aumentando más su popularidad.
Era  una cosa  increíble. La  gente lo  seguía pero  los curas  le hacían  sabotajes. Las  compañías  de  aviación   se  negaban  a trasladarlo al interior del país.
Hubo  oportunidades  en  que  se  hicieron  recolectas  entre  los trabajadores  para  que  pudiera  alquilar  una  avioneta  y poder    trasladarse a las ciudades del interior.
Muchas veces llegaba a la casa chorreando sangre y lleno de golpes por sus enfrentamientos con la policía, y me decía:»Esto sé esta poniendo  bueno». Le comentaba que estaba bien pero que esperara a que se curara. No cesaba de repetir esto se esta poniendo bueno…»
Entre los dos  editamos un periódico al que  le pusimos por nombre «Frente Unido». Yo misma salía  a venderlo con  los muchachos. La gente me pagaba  casi siempre  mucho más  de su  costo. En un día llegamos a vender varios miles de ejemplares.

¿En qué momento decide irse para las montañas?
Camilo no se dejaba aconsejar por nadie. Hacia lo que le parecía. Yo  comprendí que  tenía que  irse  para  las montanas.  Ya no  lo dejaban hablar en  ninguna parte y si a  Camilo lo hubieran matado en una esquina hoy no se hablaría de Camilo.
El  nunca me dijo: «Me voy  para  las montañas». Yo tampoco le dije:» Sé que te vas para las guerrillas».
Una noche simplemente me dijo que no vendría a dormir. Como estaba acostumbrada,  no le  presté mucha  atención. Esa  noche no  se me ocurrió pensar que podía pasarle nada malo. Fue a fines de octubre de 1965.
En  la guerrilla,  el no  dejaba, según  me han contado compañeros  suyos,  que le  hicieran nada.  Ni que  le lavaran  la ropa  ni el plato. El ayudaba en todo.
No aceptaba  que le dijeran  comandante y decía  que era solamente soldado  raso, ya  que para  ser comandante  había que  ganárselo. Dicen que tenía  muy buena puntería, aunque nunca  había cogido ni un revolver de juguete.  El no  quiso ir a la  retaguardia. El se dejó  matar, él tenía que dejarse matar…
Cuba  le llamaba mucho  la atención. Siento que no haya podido conocer a Fidel y al Che  porque si Camilo conoce al Che y a Fidel lo hubieran aleccionado un poquito y quizás no lo habrían matado tan pronto. Camilo ascendió muy rápidamente.
El pueblo colombiano  lo adora. Los choferes de  alquiler me ven y me  dicen: «señora, usted  es la  madre del  padre Camilo. Si no tiene apuro, pudiéramos hablar de él». Y comenzamos a hablar. Luego me llevan a la casa y no quieren cobrarme.
Estoy vieja y me encuentro enferma. Mis huesos los quiero dejar en Cuba, no en Colombia. En Colombia, después que haya la revolución, pero   no creo  que alcance  a ver  el triunfo,  debido a  mi edad. Camilo tampoco lo vio, pero es querido en todo el mundo.
Desde que lo mataron el 15 de febrero de 1966 he estado reclamando su cadáver,  pero nadie me  ha dado respuesta  de donde lo  tienen enterrado y no me lo han querido entregar.
Realmente, Camilo no nació el tres de febrero. El nació 15 de  febrero de 1966. Nació el día que lo mataron.
Falleció en la Ciudad de La Habana, Cuba, el 14 de enero de 1973, a la edad de 73 años.

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