Carbonell eterno

La Habana, 25 may (PL) Duele escribir estas líneas cuando de reflejar se trata la vida de un querido amigo.
Luis Carbonell emprendió su viaje a la eternidad y lo hizo con la misma humildad y decencia que demostró en la escena. No hubo para él camino fácil ni dádivas fortuitas.
Alguna vez aseveró que el arte es dolor y entrega infinitos, y a él se consagró como alumno aventajado.
Maestro de maestro, grande entre los grandes, gloria de la cultura cubana y paradigma en sí de la misma cubanía, el acuarelista de la poesía antillana dibujó el verso con singular forma expresiva, asentado en el estudio diario y en su memoria prodigiosa que conservó hasta el instante de su partida.
Erudito y aprendiz, conoció como pocos los misterios insondables de la comunicación y llegó hondo con su decir único, irrepetible, auténtico.
Consecuente con el aquel vaticinio de Arturo Liendo, Luis Mariano Carbonell Pullés sentó cátedra en la declamación y se convirtió en hacedor de músicos y actores.
A todos nos regaló el consejo oportuno, el chiste picaresco, la anécdota curiosa y el refrán certero.
Amó a su natal Santiago, y también veneró a su querida Venezuela. En su más cercano pensamiento, la gratitud y el recuerdo a la República Dominicana, en especial a sus amigos del Centro León, donde años atrás le ofrendaron un hermoso disco.
Horas antes de su viaje sus compañeros y seguidores, reunidos en la sala Villena de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, le rindieron los últimos honores.
Con desbordada emoción, dos figuras del canto lírico cubano, Lucy Provedo y Ulises Aquino, le obsequiaron un vivaz Ave María. Poco después a ellos se unieron Omara Portuondo, Fara María, Pedro Arias y Beatriz Márquez para despedirlo con la conocida letra de 20 años, inmortalizada por Maria Teresa Vera.
En este momento de luto y desgarramiento, refrendo la frase del maestro y amigo, porque la escritura como el arte, también es dolor… pero Carbonell será eterno.

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