Modi, el hombre que gobernará a la India

Nueva Delhi, (PL) Las encuestas, los astrólogos y probablemente hasta sus rivales políticos… Todo el mundo en la India sabía desde mucho antes de las elecciones, que el próximo primer ministro de este inmenso país sería Narendra Modi, el candidato del Bharatiya Janata Party (BJP).
Uno salía a la calle y veía por doquier inmensos afiches y carteles con el rostro de Modi; encendía la radio o la tele, entraba a Facebook o a Twitter y allí estaba; abría cualquier periódico o sitio digital, incluso los de los países vecinos, y lo mismo…
Ni las estrellas más rutilantes de Bollywood o los celebrados jugadores del equipo nacional de cricket brillaron más en los últimos en la India que NaMo, como suelen llamarlo sus allegados.    De no haber ganado las elecciones a puro voto, habría justificado de todas formas que lo calificaran como un TsuNaMo debido a la ola de popularidad y simpatía que levantó a fuerza de inteligente propaganda, resistencia física pese a sus 63 años, carisma personal y fe inconmovible en sus creencias.

LA FUERZA DEL TÉ
Modi vino al mundo el 17 de septiembre de 1950,  tres años y mes después de la independencia de la India del Imperio Británico. Será, pues, el primer jefe de gobierno indio nacido después del nacimiento de la República.
De niño, acompañaba al padre a vender té en la estación de trenes de su natal Gujarat. En las muchas campañas electorales que ha cumplido siempre ha recordado su origen humilde y que su familia pertenecía a una casta baja.
Con el tiempo, él y uno de sus hermanos se hicieron propietarios de una tienda de una tienda en la ciudad de Ahmedabad, la séptima más poblada de la India, lo que -siempre entre tazas de humeante té- le permitió iniciarse en los debates políticos que aún suelen entablarse en los establecimientos indios de ese tipo.
Una buena parte de los clientes eran miembros del Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), un partido de extrema derecha hindú que simpatizó con Adolfo Hitler y uno de cuyos afiliados fue Vinayak  Nathuram Godse, el hombre que había asesinado a Gandhi en enero de 1948.
Modi estuvo afiliado largos años a ese grupo, hasta que en 1985 comenzó a militar en el BJP, que aunque de una línea más moderada, tiene su base doctrinaria en el aún activo y supremacista RSS.
Consagrado a la política como un monje, ya en el 2001 el antiguo vendedor de té era jefe del gobierno de Gujarat, uno de los estados más industrializados de la India, tan grande como muchos países y con una población superior a la de la mayoría de las naciones (más de 60 millones de habitantes).   Durante tres mandatos consecutivos, Modi cobró fama de invencible en las urnas y de catapultar al territorio a una inusitada prosperidad, al menos en términos macroeconómicos. Si algo pueden objetarle sus críticos es que los pobres y los miembros de las castas inferiores en el estado no han sido beneficiarios de esa bonanza. Pero ¿dónde sí en la India?
Hace unos días, como parte de las formalidades que se le exigen para asumir ministro, Modi renunció al cargo de jefe de gobierno de Gujarat y, al despedirse de los miembros de la Asamblea estadual, dijo en un emotivo discurso: «Si en estos casi 13 años cometí errores o tuve deficiencias, por favor, perdónenme».
Aunque nadie lo dijo, muchos de los que escucharon o luego leyeron la alocución recordaron un suceso que ensombrece la trayectoria política de Modi y que fue, acaso, la principal desventaja que debió vencer en las recién celebradas elecciones a la Lok Sabha o cámara baja del parlamento.
El hecho en cuestión se produjo a inicios del 2002, a poco de asumir Modi la jefatura del gobierno en Gujarat.
En febrero, el incendio de un tren causó la muerte de unos 60 peregrinos hindúes, en lo que sería el detonante de los peores disturbios étnicos ocurridos en toda la historia del país.
Convencidas de quiénes habían sido los responsables, turbas enfurecidas de hindúes invadieron los barrios musulmanes y dieron muerte a unos dos mil, sin que policía o las autoridades estaduales hicieran lo necesario por impedirlo. Lejos de eso, se ha demostrado que varios instigaron la matanza o cuando menos se hicieron de la vista gorda.
El mismo Modi ha sido acusado en distintos momentos de estar implicado en los hechos, pero nunca se le ha podido probar. Lo que sí se demostró es que el incendio del tren fue accidental.

LAS ELECCIONES
…y las urnas confirmaron lo que ya todo el mundo sabía en la India: Modi y su partido fueron los ganadores indiscutidos de las elecciones a la también llamada Cámara del Pueblo. Lo que pocos auguraron es que lo harían con tanta ventaja.
De los 543 escaños de la Lok Sabha, la Alianza Democrática Nacional -que encabeza el BJP- aseguró 334, muchos más de la mitad que le permitirán gobernar si coaligarse con otras fuerzas políticas, algo que no sucedía desde las elecciones de 1984.
En aquel entonces el Partido del Congreso de la India logró una clara victoria con Rajiv Gandhi como candidato a primer ministro. Pero ahora los papeles se invirtieron y el PCI -con Rahul, el hijo de Rajiv como aspirante al cargo- solo alcanzó 44 curules en la Lok Sabha, su peor desempeño en todos los tiempos.
Analistas políticos han comentado que si bien la campaña de Modi le habría ganado el puesto de todas formas, a ello también contribuyó el oficialismo debido al lamentable estado de la economía nacional y a los multimillonarios escándalos de corrupción que conmovieron al gobierno en los últimos años.
Es ese el escenario en el que Modi viene a hacerse cargo de los destinos de la India y a demostrar que su pretendida o real fama de buen administrador va más allá de los confines de Gujarat y le servirá para devolver a la segunda nación más poblada del planeta a la senda de crecimiento macroeconómico de hace unos años.
Tendrá que demostrar también que, como gobernante nacional, es capaz de superar el fundamentalismo que se le atribuye y de trabajar para bien de todos los indios sin distinciones de credos políticos o filosóficos, territorio, religión o casta.
Misiones bien difíciles en un país donde si algo hay, es diversidad.

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