INCREDULIDAD Y DESCONFIANZA

Por Jacob Aquino Muñoz

En su reciente gira por Londres, Inglaterra, en una entrevista que le realizó un importante medio de comunicación de ese país, el Presidente reconoció que México vive una creciente incredulidad y desconfianza.

Lamentablemente, no tenemos una crisis de percepción. La incredulidad y la desconfianza de los mexicanos es una realidad muy triste y dolorosa en nuestro país.

Hoy, el gran desafío de México no está en el peligroso entorno económico exterior de estos momentos ni en la crisis de los precios mundiales del petróleo, que amenazan seriamente las finanzas públicas nacionales.

Tampoco está en la espiral de violencia que vive y habita en varias regiones y que se profundiza ante los constantes embates de la narco violencia.

No. La cosa es peor. México ha dejado creer en sus instituciones y en todo lo que se hace y se dice desde el gobierno.

Nuestra incredulidad y nuestra desconfianza no han bajado del cielo, son construidas y férreamente solidificadas con el accionar de los políticos que conducen los destinos de este país.

Por ello, desafortunadamente, nuestra incredulidad y la desconfianza crece cada día más y en estos tiempos electorales el crecimiento es a velocidades aún mayores.

Nuestra confianza está rota y como recientemente lo manifestó el escritor Fernando del Paso, “la patria se desmorona”.

Algunos piensan que nuestra confianza se empezó a desmoronar con la muerte a sangre fría de 15 civiles en Tlatlaya o con la matanza o desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.

Ambos hechos muy cuestionables y dolorosos, pero sobre todo por la falta de resultados en el caso de Ayotzinapa, han hecho que nuestro país hoy sea un sinónimo de barbarie, que la “mexicanización” que ha conceptualizado el propio Papa Francisco, se explique por la cantidad de esqueletos encontrados masivamente.

Es un problema que ha sacudido a propios y extraños, pero nuestra desconfianza nace y crece por la corrupción que campea descaradamente en este país.

La estocada definitiva a nuestra credulidad y a nuestra desconfianza se ha generado a partir de la cancelación, aún no explicada cabalmente, de la licitación del proyecto de construcción del tren México-Querétaro y el ligamiento de la empresa ganadora con las más altas esferas gubernamentales de México.

Desde ese entonces, como salidos del averno, saltan a la palestra pública información sobre bienes de todos los colores adquiridos de forma irregular, millonarios desvío de recursos de funcionarios y exfuncionarios o padres que lucen orgullosamente ostentosos ferraris que regalan a sus hijos.

Casi a diario recibimos andanadas de noticias sobre la corrupción en México, al grado que hasta la detención de la “tuta” nos ha generado desconfianza.

El proceso electoral está dando pauta para que la desconfianza de los mexicanos crezca exponencialmente. La negativa de siete partidos para participar en las reuniones del Instituto Nacional Electoral (INE) ha surgido como espiral de evacuaciones expulsadas y esparcidas por el mismo Lucifer.

El demonio del pasado se ha hecho presente entre nosotros. Su regreso triunfal trae fatídicas consecuencias para la democracia mexicana. Lo grave es que a los políticos poco les importa. A los partidos mucho menos.

El proceso electoral mexicano está hoy caracterizado por el “agandalle” y la ilegalidad del Partido Verde Ecologista de México (PVEM). En Chiapas ya ni se diga. El “agandalle” del PVEM tiene todo el respaldo de los funcionarios públicos que quieren ser partícipes del festín.

Así se destruye nuestra confianza, férreamente, sin mirar atrás, esperando que el acto de corrupción de mañana diluya el de hoy.

Página Web “Letras Vivas” http://www.letrasvivas.com.mx/

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