AMOXTLI: LA LIBRERÍA DE TACUBAYA, NACHO SOLARES Y BIFURCACIONES

Por: Víctor M. Navarro

Primero Julio Cortázar. Entro al lenguaje: un pasaje de Tacubaya que ya no existe en avenida Revolución, frente al Cine Ermita (que ya tampoco existe) y camino para salir a lugares que sí existen. A unos pasos del cruce de Revolución y la calle José Martí, está la librería AMOXTLI, al lado de la peluquería de mi amigo Francisco Javier (ex-luchador, quién es historia aparte), el aparador de la librería combina actualidades literarias con clásicos universales y algunos best-sellers. Antes era papelería, el dueño-amigo, tan amigo que distribuía revistas como Tacubaya Vieja y El Búho (en ambas, perdón el comercial, colaboraba), ha dejado los bártulos a Javier de Jesús Guerrero, muchacho emprendedor que quiere hacer de AMOXTLI un espacio de libros, actividades culturales y lo que la imaginación permita. En estos menesteres llega a mis manos el libro El espía del aire de Ignacio Solares, publicado por Alfaguara.

Antes de iniciar la lectura del breve volumen de 104 páginas, una cadena de recuerdos aflora en los recovecos de esta librería antes papelería. Enmezclillado y greñudo llegué a comprar aquí mismo unas libretas de viejo cuño –pastas duras y espirales-, cuadernillos donde borradores de primeros poemas, crónicas, reseñas y variedades se pergeñaron a pesar de mí.

Cruzo el umbral, en pleno mostrador platico con Javier, veo una edición de los Diálogos de Platón y a la manera de un vendedor de libros con prosapia me habla sobre las ediciones que tiene y sus características, me hace recomendaciones, consulta en su computadora sobre editoriales, se levanta y muestra presuroso libros de mercadotecnia a una pareja que parece perdida en el mundo de la contabilidad. En seguida llega un proveedor, aprovecho para despedirme y salgo del inmueble con un dulce sabor de boca y mi nuevo libro bajo el brazo.

Llego al acostumbrado bar-cantina Ardalio ubicado en contra esquina de la Alameda de Tacubaya, me aposento en una de mis mesas favoritas frente a la puerta y la tv y le pido un trago a Leo –en la vida bohemia, siempre hay un mesero predilecto-, ya con ron en ristre, buceo en la escritura, nado en la contraportada: “Los poderes de la imaginación tienen la misma fuerza que los poderes de la realidad…Ignacio Solares explora los límites que siempre lo han obsesionado: los de la escritura y los de la realidad. El tiempo del incipiente escritor de esta historia es el de los años sesenta, una época privilegiada para la ciudad de México…” Ahora ciudad devastada, de furias políticas que no merecemos o que nos merecemos y en la inmundicia nos mecemos…la nostalgia de Solares me pega de lleno.

Pero la literatura manda, giro de faros que navega en la frescura de la letra escrita. El espía del aire me atrapa, página tras página leo, vaya no puedo detenerme y leo, leo y Leo –el mesero-, me sirve la otra y la otra y yo leo y así…y escribo la literatura es cíclica como la vida misma, la literatura es la vida; el libro de Solares es un recuento –en principio- de su iniciación literaria y aquí

…2

los caminos que se bifurcan; aparecen nombres como José Agustín, Gustavo Sainz, Arreola, Gaos. Pacheco, Borges…minutos antes en la librería me desbordaba en palabras hablando de la Literatura de la Onda, Gazapo, Se está haciendo tarde, Pasto Verde, La Lluvia no mata las flores; mi deuda con los maestros que me dieron patria literaria y los espejos, siempre los espejos de Borges en la escritura y la memoria…ahora leo y viajo, llamo a Leo y le pido la otra (pienso en la otredad, pero ya no estoy en edad y me calmo) es el colmo.

Ignacio Solares nació en Ciudad Juárez en 1945, en la década de los sesenta llega a la Ciudad de México para estudiar Letras en la UNAM. El espía de al aire arranca con el recuento de sus años en la Facultad de Filosofía y Letras, sus primeros grandes maestros, escritores, filósofos, académicos, destaco los párrafos dedicados al enorme Juan José Arreola:”…alego la convicción, diariamente renovada por la experiencia, de que a un escritor se le puede abreviar el camino hacia sí mismo, hacia su técnica y su propio estilo, si se le ayuda a distinguir entre el lenguaje vivo y las palabras muertas.

Yo vengo a dialogar con ustedes, pero no en plan de maestro, sino de compañero interesado en la creación literaria, en lo que todavía hay de misterio en la ordenación armónica de las palabras, y en el trance espiritual que hace posible lo imposible: transmitir por escrito la experiencia más íntima de que seamos capaces”.

La páginas revelan el acercamiento del escritor a la filosofía, a la psicología, a publicaciones sustanciales como Revista de la UNAM, la serie el volador de editorial Joaquín Mortiz ; sus caminatas por aquel centro del defe, San Juan de Letrán, El Carmen, Donceles, avenida Hidalgo, Bolívar, Uruguay, La Alameda Central, El Palacio de Bellas Artes, San Ildefonso, La Lotería Nacional, El Caballito…voy o vengo… los cafés de chinos, me faltan las cantinas, nunca sobran, siempre necesarias ¿Qué sería de la literatura sin esos templos del saber y el crear, escritores varios han dado cuenta de ello…memorabilia…Solares publica su primer cuento apadrinado por Luis Spota, confrontando a ese monstruo de mil cabezas llamado Huberto Batis, se zambulle en el dilema de cómo ser escritor, qué es ser escritor?.

Con los artilugios necesarios, el escritor nos lleva de sus lances autobiográficos a la imaginería literaria, fantasía con tintes de Aura y herencias borgianas, se escapa del acá para irse al allá y conocer en la década de los cuarenta a Margarita, es testigo de la edificación de los primeros grandes edificios de D.F., va a Mascarones, dialoga con maestros y le habla de obras que después escribirán y logra que la musa termine con él en esa habitación de olores rancios rentada para su regreso al futuro, recorre su cuerpo, lo inventa y en pleno orgasmo vuelve a su realidad inaugurando el hábito de fumar.

En este aquí los invito a la librería AMOXTLI, calle José Martí # 49 casi esquina av. Revolución

Deja tu comentario