Es difícil ser buen gobernador

Guillermo Robles Ramírez
Por Guillermo Robles Ramírez

Es muy recurrente la pregunta en cualquier sociedad: ¿Qué es ser un buen padre? o ¿Qué es una buena madre?. A sus respuestas existe infinidad de información en las redes sociales, por Internet, libros, artículos, reportajes, etc., que siempre darán una amplia, más no satisfactoria contestación porque en cada caso aplica una gran cantidad de variantes.

Pero alguna vez usted se ha preguntado qué es ser un buen gobernador. La respuesta lógica en la masa popular será aquel que haga obras pensando en la siguiente generación y para cualquier gobernador siempre tendrá en su mente el dejar una obra majestuosa para ser recordado e inmortalizado.

Hasta qué punto será cierto que las obras públicas es el reflejo del trabajo de un gobernante y aún más símbolo de crecimiento, prosperidad y desarrollo de una entidad.

Hay una parte de la sociedad así como del sector público que han cuestionado el gobierno de Rubén Moreira Valdez, por la falta de obras públicas comparadas a la administración pasada. Sin embargo, estoy convencido al igual que muchos coahuilenses que la cantidad de construcciones vistosas no siempre hace a un gobernador como bueno o malo, porque como todo existe causa y efecto.

Sin lugar a dudas, la administración pasada dejó un desarrollo y crecimiento en la entidad por la cantidad de infraestructura en sus vías de comunicación en específico en la construcción de puentes, así como en edificios públicos como en la ciudad de Torreón.

Nos dejamos deslumbrar por aquel avance que en un principio considerábamos que era por derecho de los coahuilenses merecedores adelantar veinte años de desarrollo que ya tenía planificado el gobierno federal, pero en su debido tiempo nunca nos imaginamos que eso tendría “consecuencias”. Como dicen por ahí no todo lo que brilla es oro, porque gracias a esas construcciones vistosas nunca se pensó que afectaría a las siguientes generaciones por varias décadas de “endeudamiento” aunque hasta la fecha a ningún coahuilense se le ha cobrado ni un solo centavo por la dizque deuda. Pero la mayor parte de los coahuilenses estamos convencidos de que un buen gobernador no se mide por su cantidad de obras, sino por su responsabilidad y capacidad para resolver los problemas heredados y claridad para tomar decisiones a futuro.

En nuestro caso para Rubén, el gobernador coahuilense, ha sido difícil tomar decisiones que le han costado hasta el tener que arriesgar su propia integridad al tomar la valentía de enfrentar al crimen organizado con el cierre de casinos y antros en donde operan éste grupo de delincuentes como también la regulación de horario y días de la venta de alcohol, medida tan impopular para el sector joven pero que ha dado resultado para ir bajando el índice de la delincuencia organizada prevaleciendo la gobernabilidad.

Solamente como referencia Enrique Peña Nieto, en su mensaje a la nación con motivo de su último Informe de Gobierno, reconoció a Coahuila porque entre el 2012 y el 2014 los homicidios en el Estado bajando hasta un 62 por ciento. Esto no se debe de confundir con el alto índice de robo común o delito menor responsabilidad de cada cabecera municipal.

Retomando la pregunta ¿Qué es ser un buen Gobernador? Aquel que se mide por la construcción de obras ostentosas para dejar un testimonio o aquel que asume la responsabilidad, sensatez y con una realidad de buscar opciones para que la entidad salga adelante. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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