Refugiados en Europa, una crisis que marcó 2015

Por Luisa María González

La Habana (PL) En abril un naufragio provocó la muerte de 800 migrantes y de inmediato acaparó la atención noticiosa: desde entonces la crisis de refugiados encabeza titulares en Europa y el mundo, mientras el fenómeno parece no tener fin.
Días después de la tragedia, agencias especializadas vaticinaron que el flujo iría en aumento durante el año 2015, pero ni los peores pronósticos llegaron a acercarse a lo que en realidad sucedió: todos los récords quedaron rotos.
La cantidad de foráneos llegados al denominado viejo continente crece cada día y los reportes más recientes indican que ronda el millón, cifra cuatro veces mayor que los 219 mil registrados en todo el año 2014.
También aumentó el número de los que quedaron en el camino, principalmente en naufragios en el mar Mediterráneo, donde murieron más de tres mil hombres, mujeres y niños.
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, ello confirma a ese mar como la ruta migratoria más mortífera del planeta, pues los fallecidos allí significan aproximadamente las tres cuartas partes de las víctimas contabilizadas en el mundo.
En pleno apogeo de la mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, la Unión Europea (UE) hizo gala de una reiterada incapacidad para gestionar el flujo: abundaron los pronunciamientos de líderes sobre la necesidad de actuar, en tanto las medidas concretas -algunas muy cuestionadas- tardaron meses en llegar.
Mientras, en diferentes puntos de la región estallaron conflictos que constituían manifestaciones diversas del mismo problema, como el arribo masivo de indocumentados a las costas italianas y griegas o los episodios violentos en la ciudad francesa de Calais, donde miles intentaron ingresar al eurotúnel para llegar al Reino Unido.
La tensión también cayó sobre naciones de Europa del este como Macedonia, Serbia y Croacia, convertidas en ruta para la travesía de una incesante cadena de foráneos decididos a alcanzar países de la parte occidental como Alemania o Suecia.
Algunos estados facilitaron el movimiento y para ello proporcionaron trenes, alimentos y otras ayudas a personas y familias que llevaban semanas de peligrosos viajes, pero otros asumieron posturas de rechazo como Hungría, que llegó a elevar vallas fronterizas para evitar los ingresos.
Ante el panorama, las principales acciones europeas se resumen en reforzar la vigilancia de las fronteras comunitarias marítimas y terrestres, disponer una misión naval contra el tráfico de personas, y aprobar un plan de cuotas para distribuir a 160 mil demandantes de asilo en todos los países del bloque.
La operación militar en el Mediterráneo, que incluye la posibilidad de destruir barcos destinados al tráfico de migrantes, ha sido blanco de cuestionamientos que la consideran una medida de fuerza incapaz de solucionar el problema.
El mismo secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, estimó que «las operaciones militares tienen una eficacia limitada, y lo principal es encarar el problema de manera amplia»,
Numerosas organizaciones de derechos humanos criticaron la iniciativa y reclamaron que, en su lugar, la UE debería enfocarse en variantes como ampliar las posibilidades de migrar legalmente, a través de opciones como visas de trabajo o de reunificación familiar.
Del lado comunitario, sus instituciones propusieron un plan para distribuir 160 mil demandantes de asilo en los distintos países del bloque, y así aliviar la carga de Italia y Grecia, a donde arriba la mayor parte de los foráneos.
Sin embargo, pasaron meses antes de que los estados europeos aprobaran el plan dada la negativa de muchos a abrir las puertas a los extranjeros.
Uno de los casos, el Reino Unido, ofreció buques para las operaciones marítimas de rescate de los migrantes en problemas, pero a cambio exigió que los salvados quedaran en otros territorios.
En medio de una fuerte presión regional e internacional, Londres finalmente aceptó acoger a 20 mil sirios en los próximos cinco años, una cifra criticada incluso en el interior del país por grupos que la consideran muy limitada.
Si bien la UE aprobó el proyecto de repartición de 160 mil demandantes de asilo, algunas preguntas quedan en vilo: ¿qué pasará con el resto, que son la mayoría? ¿Serán devueltos a sus países de origen por un continente que también se ha pronunciado a favor de reforzar las políticas de retorno?
Aunque los europeos tienen la opción de devolver a quienes consideren parte de la migración económica, las cifras de organismos internacionales reiteran que la mayor parte de los llegados proceden de países castigados por la guerra como Siria, Iraq y Afganistán.
De acuerdo con la normativa internacional, estas personas tienen el derecho de demandar y recibir protección internacional, por lo que hacer otra cosa implicaría una violación de las normativas sobre los derechos humanos.
Frente al conflicto, múltiples analistas y medios de comunicación cuestionan que ahora una parte del denominado viejo continente rechaza a los indocumentados.
Sin embargo, se trata de hombres, mujeres y niños obligados a abandonar sus casas para huir de conflictos bélicos casi siempre promovidos e instigados, precisamente, por las propias potencias europeas y Estados Unidos.
Un artículo del periodista Glen Ford publicado en el sitio web Globalresearch recordó en este sentido el rol de Occidente al llevar a Libia a «una situación de anarquía y terror», así como en «el infierno que ha caído sobre Siria».
La crisis de refugiados y las muertes en el mar son crímenes de Europa y Estados Unidos, aseveró Ford.

Deja tu comentario