Orquesta de instrumentos reciclados deleita los oídos del mundo

Por Julio Fumero*

Asunción (PL) Hay orquestas y orquestas, siempre con una misma definición etimológica pero distintas por su formato.
En Paraguay existe un «conjunto de músicos que interpretan obras musicales con diversos instrumentos y bajo la guía de un director» (como define el diccionario), pero a la vez, única en su tipo.
Y no por su formato precisamente, sino por sus herramientas de trabajo: todos, o la gran mayoría, fueron elaborados con materiales desechados.
¿Alguien que nunca haya oído hablar de esa orquesta puede imaginarla sobre un escenario dando vida a obras cumbres de la música universal, tal como la Novena Sinfonía de Beethoven? Difícil.
Porque… ¿quién puede comprender cómo esos muchachos (todos jóvenes y niños de origen humilde) pueden ejecutar cualquier nota del pentagrama con una guitarra fabricada a partir de un recipiente metálico, o un violonchelo cuya base es un viejo pote que alguna vez contuvo aceite? ¿Qué decir de un trozo de caño de un desagüe, con monedas y tapitas de botellas adicionadas, que cumple las funciones de una flauta?
No es broma. Un gran prestigio posee la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, al punto que en cada visita a España -y ya van tres- no se pierde una función nada menos que la madre del rey Felipe, Sofía, declarada públicamente «fan» del conjunto paraguayo.
O que en una ocasión fue el llamado telonero (quien o quienes abren un espectáculo) de una banda tan famosa como la estadounidense Metallica, de las punteras del rock de thrash metal en todo el mundo y considerada creadora de ese subgénero del heavy metal caracterizado generalmente por sus ritmos similares al speed metal y el hardcore punk
en agresividad y contundencia.
Hay quienes afirman que esa orquesta es la atracción cultural y social internacional más mediática de Paraguay.
Cateura es un vertedero, en la municipalidad de Asunción, a la vera del río Paraguay en el barrio del Bañado Sur, a donde va a parar todo tipo de desperdicios, desde la capital paraguaya y sus alrededores.
También su entorno es asiento para cientos de familias de muy bajos ingresos, cuyos integrantes se mueven entre calles intransitables, arroyos con aguas albañales y un ambiente impregnado de olores desagradables, donde «recicladores» de basura y pescadores ribereños conviven con contrabandistas y traficantes de drogas.
Hasta allí fue a parar en 2006 para trabajar en el programa de reciclado de una organización no gubernamental el técnico ambientalista Fabio Chávez, además músico por vocación, aunque era solo una actividad adicional a pesar de la atracción y ciertos estudios desde edad muy temprana.
Como dijo en una ocasión al ser entrevistado, entonces algo nuevo y fundamental en su vida se empezó a forjar.
«Cuando trabajé en el vertedero comencé a enseñar música a los niños. Primeramente, a los hijos de las personas que trabajaban en la planta de procesamiento de residuos, luego se abrió a la comunidad y ahí comenzó la historia de enseñar música en ese lugar, en ese contexto», relató en cierta ocasión.
A partir de esa situación social surgió en él la necesidad de crear instrumentos de materiales reciclados, tarea fácil porque las clases eran en el mismo lugar de labores y solo con extender la mano agarraban los materiales.
Primero surgieron instrumentos de percusión y un humilde violín, fabricado a partir de un viejo colador de acero y caño de agua, que utilizaba más bien para mostrarlo como simulacro de utensilio en los colegios, para concienciar a las personas sobre la importancia del reciclaje.
Pero quedó sorprendido cuando de esos artefactos rudimentarios empezaron a emerger sonidos agradables. La experimentación se impuso a partir de entonces para llegar a una mejor calidad.
Andando y andando en investigaciones, Chávez comenzó a separar desechos sólidos del basurero para fabricar, a partir de mucho ingenio, los instrumentos, con los cuales perseguía fines didácticos.
Poco a poco fue sumando a niños y jóvenes de ese hábitat vulnerable para iniciarlos en el mundo de la música, hasta crear el centro educativo Vy’a Rendá (El lugar de la alegría, en lengua guaraní), génesis de la orquesta y donde se mantiene.
La visibilidad del conjunto llegó cuando en las redes sociales comenzó a circular el tráiler de un documental filmado con el trabajo de esos chicos, bajo el sugestivo nombre de La armonía del vertedero.
Admiración por montones recibieron Chávez y sus discípulos por la misma vía, muchos de los elogios venían de músicos e intérpretes como los miembros de la icónica banda de thrash metal Megadeth y el cantante español David Bisbal.
«Fíjense en la felicidad que hay en los rostros de estos chicos cuando ejecutan sus instrumentos. Miren cómo se transforman. Es como si la música hiciera que le broten alas poderosas, para ayudarles a volar lejos de esta dura realidad de pobreza, hacia muy lejos, hacia un mundo mejor», dijo a sus acompañantes una educadora paraguaya cuando asistían a un ensayo.
Y aprovecharon muy bien esas alas para volar hasta escenarios prestigiosos en varias partes del mundo, donde los aclaman en cada presentación y no solo por la novedad, sino por la calidad interpretativa.
Baste decir que en diciembre pasado fue la orquesta -siempre viaja solo una parte de los miembros- hasta París y ofreció su arte en la sede de la Unesco, como parte de actividades por la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Un reporte periodístico mencionó cómo quienes presenciaron el concierto destacaron la labor y el mensaje de paz, esperanza y superación que transmiten los integrantes de la agrupación, donde la educación y la cultura son factores fundamentales del desarrollo y la transformación social.
La paraguaya Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura demuestra ser un «conjunto de músicos que interpretan obras musicales con diversos instrumentos y bajo la guía de un director», pero también es mucho más que eso.

*Corresponsal de Prensa Latina en Paraguay.

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