Bob Marley y su indomable espíritu

Por Damián Estrada

La Habana (PL) El mito de Bob Marley, estandarte por excelencia de la música y cultura Reggae, demostró a lo largo de sus 36 años de vida un espíritu indomable, que aún en la actualidad sorprende a propios y extraños.
Nacido Robert Nesta Marley Booker, hubiese cumplido en el corriente mes de febrero 72 años y pese a que hace más de tres décadas tuvo su prematura partida, es inevitable transitar el carril de incógnitas que dejó en vida.
¿Seguiría el septuagenario Rey del Reggae usando sus interminables trenzas cubiertas en canas? ¿Habría podido repartir a partes iguales su amor a cada uno de los 11 hijos que tuvo con nueve mujeres diferentes? La lista de enigmas es perenne.
Y es que los convencionalismos nunca formaron parte de la tempestuosa existencia del astro jamaicano, durante la cual dejó un legado que va más allá de la música y la magnificación de la creencia-movimiento Rastafari, su modus vivendi.
Quizá una de las aristas de este irreverente artista que sí no deja lugar a cuestionamiento alguno es el hecho de que a través de sus canciones y modo de proyectarse dio voz a aquellos humildes que históricamente jamás la habían tenido.
La utopía de un joven proveniente de la más extrema pobreza y anonimato convirtiéndose en un ídolo internacional de notoria influencia parecía casi improbable cuando allá por 1962 decidió tomar -guitarra en mano- los suburbios de Nine Mile, Kingston.
Pero la historia de Marley rompe con los cánones de la superestrella que tras llegar a la cima se consume en un mundo de autos lujosos, propiedades kilométricas y numerosos jets privados a su nombre.
Muchísimos años después de la precoz muerte del jamaicano, Rita Anderson -una de sus tantas compañeras sentimentales- declaró que vivían en una choza y Bob sólo poseía un par de calzoncillos, los cuales ella debía lavar todas las noches.
Incluso en sus momentos más gloriosos, siempre antepuso sus inquietudes existencialistas a la persecución del lujo y riquezas que caracteriza a la mayoría de los que, como él, alcanzan el Olimpo musical.
Pero como hasta el sol tiene manchas, es probable que unos de los más reprochables pecados de Marley durante su corta presencia en esta Tierra fuera su desenfrenado interés en el sexo opuesto, ya que además de la decena de mujeres que se le conocieron de manera oficial, era un amante voraz.
La propia Anderson declaró que, pese a la sencillez y humildad de la convivencia con su marido, en ocasiones éste rentaraba mansiones con abundantes habitaciones para organizar fiestas y reuniones en las que -por lo general- siempre añadía una nueva conquista a su palmarés romántico.
Sus demonios en este planeta se restringían, básicamente, al candor de la compañía extramarital de cuanta bella chica estuviese disponible, así como al consumo de estupefacientes como el cannabis, o conocida en jerga rasta como kaya, para ellos una hierba sacramental que les permitía acercarse más a su dios Jah.
Pese a todas estas distracciones, su rajada voz unida a la contagiosa cadencia de su mítica banda The Wailers, podía indudablemente convocar a las masas de una manera casi orgánica, así como su innegable carisma y desempeño en himnos del género como No Woman No Cry; Get Up, Stand Up o I Shot the Sheriff, entre otros.
LOS ENIGMAS DE UNA LEYENDA
Pero creer que su hipotética apariencia en la tercera edad o la lealtad a su cuantiosa descendencia engloban el aura de misterio a su alrededor sería naif, teniendo en cuenta que desde su mismo nacimiento el futuro intérprete transpiraba controversia.
El joven Robert Nesta fue fruto de la relación de un jamaicano-británico blanco con una muchacha local negra, una condición heredada de mestizo que en más de una ocasión le causó más de una ofensa.
Pese a estos contratiempos, Marley supo sobreponerse, asumió la cultura afro como su única herencia y supo magnificarla como pocos lo han hecho a lo largo de la historia del pentagrama musical.
Otro aspecto llamativo, el cual sería una herejía para mí no resaltar, es su recurrente vínculo con una isla vecina a su Jamaica natal: Cuba.
Antes de concebirlo, su padre trabajó durante un tiempo en la Mayor de las Antillas, mientras que curiosamente Bob terminó desposando a una cubana que resultó ser la más fiel de las cuantiosas cónyuges que tuvo, la citada Rita Anderson.
La nacida en Santiago de Cuba cuidó del cantautor como ninguna otra, pero más importante, supo entender que los genios no llegan a este mundo para vivir una rutina mundana y común… cuatro paredes y un techo no los pueden contener.
Muestra de ello es que, pese a poner a soñar a una de las generaciones más turbulentas de la historia y vender 75 millones de álbumes en todo el mundo, en su lecho de muerte sólo atinó a decirle a su hijo Ziggy: «el dinero no compra la felicidad».
Resulta curioso y fatídico a la vez saber que su deceso pudo evitarse con tan sólo la amputación del dedo gordo de su pie derecho, luego de que en 1978 durante un partido de fútbol en una ciudad europea un pisotón de un rival le proporcionara un intenso dolor.
El encontronazo -tras el cual perdió una uña- lo llevó a una clínica donde le alertaron que ahí se alojaba un peligroso cáncer y de no ser detenido a tiempo podría causar una extensa ramificación y serias complicaciones para su salud… Bob se negó de manera rotunda.
Es quizás en ese instante donde posiblemente más se evidencia su fiel apego a la religión rasta y sus creencias, ya que para los rastafaris es inadmisible amputarse alguna parte del cuerpo, por razones de fe.
La decisión marcaría un antes y un después en su subsistencia, fue el inicio de una carrera con la muerte, una que -contra todo pronóstico- el testarudo músico ganó durante casi tres años, pese a que le habían diagnosticado inicialmente pocos meses de vida.
No podía ser de otra manera, así de categórico era Bob con sus convicciones y dogmas, pero en este aspecto descansa tal vez la más grande de todas las incógnitas que rodean a este coloso caribeño.
Siempre quedará la interrogante de que si -en lugar de mantenerse fiel a su rebeldía- hubiese aceptado operarse y así tener una larga vida ¿qué hubiese pasado? ¿sería su legado igual de enigmático y vigente?
Por ahora prefiero perpetuarlo con sus interminables trenzas y vigorosas actuaciones, dando rienda suelta a la creatividad propia de un iluminado.

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