¿Puede el “Veneno de abeja” contagiar la microcelumbiosis?

“Lo que me interesa es nunca subestimar la inteligencia del lector porque es niño, al contrario, me gusta darles historias dinámicas y algo fuertes porque yo sé que pueden con eso”: Alfredo Núñez Lanz

Ciudad de México (N22/Mario Velázquez).- Alfredo Núñez Lanz (Ciudad de México, 1984) es escritor y editor. Su escritura es versátil, ha elaborado libros infantiles así como novela histórica y ficción contemporánea. Recientemente conversamos con él sobre su más reciente libro Veneno de Abeja (Textofilia, 2016), sobre los tópicos de la literatura infantil y de sus próximos libros.

AN22: Anteriormente te has referido a Veneno de Abeja como un homenaje a Lewis Carroll,  ¿en dónde estuvo más presente su influencia?

Alfredo Núñez Lanz (ANL): En la parte del nonsense británico. El nonsense fue un estilo que se desarrolló en el siglo XIX y es muy ingenioso porque se basa en juegos de palabras muy absurdos, que no tendrían razón de ser, pero hay un sentido oculto que da una revelación. En el caso de Lewis Carroll es algo mucho más simbólico. Yo tenía ganas de hacer juegos de palabras o cancioncillas, y jugar con los pensamientos de este personaje que es inseguro y que no quiere hacer deportes en la escuela, así que me propuse usar el nonsense como un juego de escritura, donde estos juegos de palabras tuvieran cierta alegoría y hablaran del personaje. En el aspecto visual Ricardo Velmor (ilustrador) y yo nos planteamos en una escena sustituir palabras por imágenes. El álbum ilustrado casi siempre está dirigido a niños muy pequeños, entre cuatro y seis años; en cambio Veneno de Abeja está dirigido a niños de ocho a doce años. Por eso queríamos conjugar dos narrativas, como cuando la Libélula entra a la boca, si uno cierra y abre el libro se ve como abre y cierra la boca el personaje; o cuando entran al laberinto de la colmena la ilustración remite a las pinturas de Escher, por ejemplo.

AN22: Uno de los personajes más socorridos de la literatura infantil es el niño temeroso e inseguro que tiene una aventura, ¿crees que es un arquetipo inagotable?

ANL: Yo creo que sí. No importa tanto el qué, sino el cómo. Italo Calvino decía que sólo había dos historias posibles: La tragedia y la comedia. La tragedia involucra la inevitabilidad de la muerte y la comedia la prolongación de la vida, hasta cierto punto es verdad, si uno analiza otras obras o son cómicas o son trágicas o la mezcla de ambas. Quizá tenemos un número reducido de historias, pero lo importante es reformularlas. Entonces este niño inseguro y miedoso al final se transforma, pero no a partir de que alguien más lo ayude propiamente. En el libro, la Libélula no le ayuda realmente, sólo le da herramientas, le da adendums a su cuerpo, el niño al principio siente inadecuado su cuerpo, son adendums para poder trepar los árboles, para poder jugar. La mayor inseguridad del niño proviene de lo físico. Esto es curioso porque me lo hizo ver alguien más. La microcelumbiosis, esa palabra que invento en el libro, es el miedo que paraliza, que impide tomar una decisión. Y eso nos pasa mucho también como adultos.

AN22: Como mencionas, la Libélula acompaña al niño, pero no es el típico guía del héroe, más que guiarlo, lo empuja a las situaciones en las que tiene que arriesgarse.

ANL: Exacto, más que ayudarlo, lo empuja. A veces violentamente hace que el niño actúa. Es un símbolo el hecho de que sea tragada, mientras está dentro del niño forma parte de él mismo, es como una conciencia añadida. El niño tiene su propia conciencia, pero está trabada por la microcelumbiosis, y esta otra conciencia que viene de afuera es la que lo ayuda a actuar ya romper sus propios esquemas.

AN22: ¿Cómo fue el proceso de creación de Veneno de Abeja?

ANL: Escribí la historia hace como dos años, más o menos, y luego busque al ilustrador, porque normalmente las editoriales eligen al ilustrador y tú como autor nunca te enteras quien te está ilustrando. En mi caso no quería eso, yo quería trabajar en conjunto con el ilustrador, estar al pendiente de todo el proceso de la imagen. En mi caso lo trabaje con Ricardo Velmor, nos tardamos aproximadamente un año en hacer las ilustraciones. Finalmente, después de ese año, el libro salió gracias al apoyo de la Secretaría de Cultura.

AN22: ¿Qué opinas del auge del álbum ilustrado que hay actualmente en nuestro país?

ANL: Creo que es un auge tardío en México, porque es un género que lleva décadas en Estados Unidos y Reino Unido. Creo que es genial que los niños tengan este tipo de libros porque exigen la atención del lector, algunos. A mí lo que me interesa es eso; nunca subestimar la inteligencia del lector porque es niño, al contrario, me gusta darles historias dinámicas y algo fuertes porque yo sé que pueden con eso. Por ejemplo, mi primer libro Soy un Dinosaurio (2013) habla sobre la discriminación sexual, es sobre dos mejores amigos que se ven separados por los prejuicios de los padres de uno de ellos y están en un ambiente hostil y represor, son dos niños que siempre están juntos y  “las buenas conciencias” dicen que se separen porque no vayan a ser homosexuales. Creo que mis temas tienen mucho que ver con la identidad. En Soy un Dinosaurio es la defensa de la identidad y en Veneno de Abeja es el desarrollo de la identidad y cómo podemos cambiarnos a nosotros mismos.

Núñez Lanz tiene otra novela que antecede a Veneno de abeja. Se llama El pacto de la hoguera. Está ambientada en los años veinte y treinta y en dos lugares, en Tabasco y en la Ciudad de México. “Es el Tabasco Garridista, de Tomás Garrido Canabal, que fue un dictador del sureste muy polémico porque hizo cosas muy buenas como promover la educación y el voto femenino; pero por el otro lado persiguió sacerdotes, asesinó a mucha gente y era muy totalitario, incluso tuvo un ejército paramilitar llamado los camisas rojas. En ese entonces había de dos o eras camisa roja o eras partidario de Garrido para tener trabajo o estabas afuera del sistema.”

La novela habla de dos personajes que crecen juntos, uno se vuelve camisa roja y el otro se vuelve traficante de alcohol por el río Grijalva, porque Garrido también prohibió el alcohol. Está basada en una historia familiar, en parte es la historia de cómo mi bisabuelo huye amenazado de muerte por el gobierno garridista y como mi familia se afinca en la Ciudad de México. “Ambos personajes son outsiders, son personajes que no se ciñen a alguna facción ideológica, ni el camisa roja es del todo un garridista, ni el traficante es un rebelde antisistema. Son dos personajes perdidos en un tiempo de extremos ideológicos”.

AN22: Parece que los outsiders, estos personajes que tienen problemas para definirse, son tus personajes favoritos.

ANL: Me doy cuenta que sí. Me gusta narrar las historias de los márgenes, de la periferia. Mi concepción de novela histórica, no es una historia hierática, apegada a la historia oficial, por así decirlo. La novela no está apegada a los hechos verídicos, pero ahí está la riqueza de la ficción histórica, en que uno puede modificar ciertas cosas.

AN22: Actualmente eres becario del FONCA para escribir otra novela ¿Qué nos puedes contar sobre este proyecto?

ANL: Esta se llama Pájaros en la cabeza, aún sigo trabajando en ella pero ya casi la termino. Es una novela sobre un adolescente rebelde que un día es expulsado de su escuela por beber en el salón. Él se siente muy asfixiado por su familia, él comparte habitación con su hermana. Lo expulsan de la escuela, pelea muy fuerte con sus padres y decide salirse de su casa, junto a un vecino se van a Nexpa que es una playa en Michoacán, todo esto ambientado durante la guerra contra el narcotráfico en el gobierno de Felipe Calderón.

AN22: Es interesante porque existe desde hace un tiempo un boom de lo que se suele llamar “narcoliteratura”, pero novelas como la que planteas son otro tipo de literatura porque tocan el tema, no lo eluden al describir la realidad del país, pero no se ciñen, ni se adhieren a las fórmulas que tanto han explotado las editoriales en estos últimos diez años.

ANL: Sí, creo que hay una formula mercantilizada y ha sido llevada al extremo en donde todo el tema es la violencia. No es que yo me quiera evadir de esos temas, sino más bien que esa realidad debe estar interiorizada en la obra y no usarla para subirse a una ola mercantil y de ventas que como ya resultó comercialmente atractiva, ya hasta se escriben apologías. Desde mi punto de vista se vuelve algo no crítico, sino un producto de consumo y pierde su sustancia. Entonces yo no evado el tema, aparece como telón de fondo. A mí me cuesta mucho trabajo publicar porque creo que mis libros no siguen estas fórmulas rápidas y cinematográficas que son secuencias de imágenes rápidas, puros diálogos. A mí no me interesa la estética de la inmediatez, esa la vivo a diario en las redes sociales, en la televisión. Yo no busco esa estética, ni la sucesión de imágenes vertiginosas, ni ser efectista, yo busco  otra cosa.

Veneno de abeja es un libro que propone la toma de decisiones y a enfrentar los problemas, como le pasó a su protagonista encogido por un hechizo, lo que lo llevó a ser un habitante más en el mundo de los insectos:

Lo único que corta la magia de las hormigas es el elíxir de las abejas —aseguró la Libélula. Entonces me di cuenta de que otra vez no tenía opción: podía morir de ambas formas. Tenía que correr el riesgo.

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