Fidel en el recuerdo

Por Mariela Pérez Valenzuela

La Habana (PL) El 13 de agosto el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, cumpliría 91 años de edad. Mientras le dedico estas líneas me pregunto cómo me gustaría recordarlo en esa fecha tan especial para los revolucionarios de Cuba y del mundo, y que muchas veces celebró en compañía de las niñas y niños que nacieron ese mismo día, en un gran cumpleaños colectivo en el que volaban los besos y los abrazos.
Son muchas las imágenes que vienen a mi mente del hombre sencillo, modesto, que siempre pensó en la felicidad de su pueblo por encima de cualquier sacrificio personal. Fidel puso su vida a disposición de los otros. Ese es uno de los motivos por lo que tanto se le añora y extraña. El supo crear, como pocos líderes en el mundo, una unión espiritual y física con quienes lo acompañamos en distintas épocas y generaciones, en su andar revolucionario.
La mente deambula por la historia y se piensa en el joven universitario, el jefe del ataque al Cuartel Moncada y de la expedición del yate Granma, el Comandante de la Sierra Maestra, el hombre noble y puro que cambió el destino de este país donde las riquezas estaban en manos de unos pocos y fundó un proyecto político de unidad y solidaridad no solo para con los suyos, sino para todos los que se le acercaron en busca del amor de Cuba.
Es imposible olvidarse de ese gigante en su cumpleaños. Cuántos años lo vimos  rodeado de los niños y de todos los que lo acompañaron en su travesía por este mundo que hizo grande a los cubanos.
Es por esa razón que ese día Fidel, aunque ya no esté físicamente, compartirá con los obreros de una fábrica, con los médicos y pacientes de un hospital, a quienes les preguntará cómo han sido atendidos, qué les falta; indagará con los
campesinos cómo vienen las cosechas, analizará con los meteorólogos hasta el mínimo detalle sobre el ciclón que nos amenaza. Porque Fidel, además, nunca se quedó en las preguntas ante el peligro. Siempre fue el primero en llegar y el último en abandonar las zonas donde se presentaban los problemas, de la índole que fueran.
Este 13 de agosto Fidel estará -como tantas otras veces- en el campamento de pioneros de Tarará, compartiendo con ellos un cake y una sonrisa de hombre feliz, conversando con el Che, evocando a José Martí; reencontrándose en Cinco Palmas con su hermano Raúl y otros combatientes, como lo hizo el 18 de diciembre de 1956.
El hombre amante y defensor de la paz y la justicia arribará a la bella Habana al frente de la Caravana de la Victoria, y miles de hombres y mujeres lo esperarán para abrazarlo y agradecerle; estará en la histórica Plaza de la Revolución hablando al pueblo en la despedida a las 73 víctimas del atentado terrorista a un avión de Cubana procedente de Barbados.
Tal vez decida llevarle un libro de obsequio a Elián González, el niño secuestrado con tan solo seis años por contrarrevolucionarios y familiares lejanos radicados en Miami, y que hoy es un joven graduado de ingeniería en Cuba; o hable una vez más al mundo de los peligros del cambio climático.
Se le verá con Hugo Chávez sonriente y feliz, ideando nuevos programas para ayudar a los más necesitados, como lo hicieron antes para devolverles la visión a millones de personas con la ayuda de Cuba y de Venezuela, y para alfabetizarlos con un método cubano, porque  no sabían firmar y estampaban sus huellas dactilares sobre un papel, sin conocer su contenido.
Fidel hoy estará con los médicos de la brigada Henri Reeve, quienes le contarán sus experiencias en la atención a las víctimas de desastres naturales y en el control de epidemias como el ébola en África. Y él les dirá que se cuiden y los felicitará.
También se reunirá con los jóvenes, los mismos que hace solo nueve meses le dijeron «Yo soy Fidel», preguntará sobre los últimos logros de Cuba en el deporte; visitará a los cinco héroes cubanos antiterroristas y se contentará por lo que han crecido sus familias después de años de sufrimiento y de lucha por su retorno a la patria. Él estaba seguro de que regresarían. Y los revolucionarios confiaron en él.
Quizás lo veamos caminando por el hermoso malecón o en La Habana Vieja, contemplando la reconstrucción de la zona más antigua de la ciudad.
Al anochecer del día 13, una estrella vendrá a buscarlo, quizás solo por un instante. Fidel siempre estará aquí, vivo, despierto entre su gente, entre los que en su cumpleaños extrañaremos un poco más su alta figura y su gallardía que ni sus años opacaron.
Nunca nos dejará este hombre. El compromiso está hecho de su parte y la nuestra. A nuestro lado sigue viajando hacia el futuro.

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