Merkato, misterios de Addis, el mercado más espectacular de África

Por Richard Ruíz Julién

Addis Abeba, 11 mar (PL) Miles de personas en un ir y venir continuo por entre un sinnúmero de comercios caracterizan a este lugar, aunque Merkato, el mercado más grande de África, reúne en sus callejuelas mucho más.

Merkato rompe moldes, alejado de patrones o mitos que atraen a los visitantes a estas tierras africanas, guiados por el deseo de encontrar en las hileras de mujeres ataviadas con coloridos vestidos y en las artesanías de ébano, el sincretismo cultural del llamado continente negro.

Y tal vez Merkato tiene todo eso y mucho más, pero tan diluido entre toda clase de mercadería, en una superficie tan extensa como imposible de abarcar, que cuesta encontrarlo.

El mayor mercado de África resulta una paradoja en sí mismo. Antes de pisar sus calles, para cualquiera que escuche ese nombre, Merkato, pudiera remontarle a un enclave de alguna ciudad italiana; pero por el contexto, cuando llegas al lugar, podrías creerte en una decadente ciudad del Mediterráneo: antiguos y maltratados edificios de apartamentos y centros comerciales, devorados por la desidia, alejados del desarrollo abrumador del centro de Addis.

Por su mercadería, tan variada y contrapuesta, saber con exactitud dónde se está resulta una tarea compleja que ni sus muchas hectáreas, carreteras asfaltadas y de tierra, con baches y con firme intacto, pequeñas o anchas, cubiertas y sin cubrir, te pueden ayudar a descubrir.

De lo humano y lo divino, literalmente, puedes encontrar en el mayor mercado al aire libre de África, y, dicen algunos, del mundo.

Extensiones de pelo, barriles azules, posters para peluqueros, patatas, cebollas, burros, huevos con sus gallinas, colchones, zanahorias, zapatos, telas exóticas y telas importadas de China, timbales, abalorios, especias, fotos de la Virgen María, coranes, biblias, cestas, bebidas gaseosas, zumos naturales, comida rápida, y hasta dvds de Bollywood.

Dicho así, Merkato es tan grande que no hay forma de verlo. Antes de éste existía otro cerca de la iglesia de San Jorge, a unas manzanas del nuevo, tal vez un mercado africano con más pinta de mercado africano que este.

Cuando las tropas de Benito Mussolini llegaron a Addis Abeba trasladaron el mercado más al oeste y lo llamaron Merkato Indigino, así que el actual tiene nombre italiano por culpa, según algunos, de políticas segregacionistas.

No obstante, ahora lo vecinos de la ciudad, perdido ya el motivo en la memoria o quizás desconocido por la mayoría, lo denominan para siempre y jamás así: Merkato.

Allí convive una particularidad, muestra de que Etiopía aprendió a ser un crisol de culturas y religiones y ejemplo de co-existencia pacífica para el mundo: una al lado de la otra, se encuentra una capilla ortodoxa y una mezquita.

Así, a diario más de 13 mil personas subsisten un día más gracias a sus siete mil 100 comercios, sin contar a los informales, los que venden cualquier cosa que encuentran.

Haría falta un vuelo para captar la inmensidad de un mercado que a sus mismos pies no se ve, lejos de las imágenes de una tremenda explanada llena de gente exóticas y coloridas, pero que no desdeña la cultura nacional: mesitas para la ceremonia del café e infinidad de productos agrícolas, de lo cual se sustenta en buena medida esta nación del Cuerno africano y que rigen la venta de cualquier mercado en el mundo.
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