Panteón de París, un templo al conocimiento

Por Luisa María González

París, jun (PL) El Panteón de París, una edificación monumental que descolla en pleno Barrio Latino, fue concebido inicialmente como una iglesia, pero terminó convirtiéndose en templo del saber, dedicado a grandes hombres de ciencias, letras y pensamiento.
Para el visitante que camina las calles mágicas de esa zona, uno de los centros bohemios de la capital francesa, resulta imposible no reparar en ese edificio de una magnífica arquitectura que mezcla aportes de los estilos gótico, clásico, bizantino y grecorromano.
Erigida en la montaña de Santa Genoveva a partir del año 1764, la construcción fue concebida como una iglesia en honor a esa beata patrona de la ciudad, pero las turbulencias de la Revolución francesa trastocaron el proyecto inicial y en 1791, la Asamblea Nacional aprobó dedicarla a albergar los cuerpos de los hombres ilustres de la patria.
Así fue como en la fachada quedó inscrita la frase «Aux grands hommes la patrie reconnaissante» (A los grandes hombres, la patria agradecida), y desde entonces en el Panteón reposan los cuerpos de personalidades trascedentes.
Aunque las varias restauraciones monárquicas ocurridas en el siglo XIX intentaron devolverle el carácter religioso, el sitio finalmente conservó la misión de templo del saber y hasta la actualidad se mantiene como un lugar de culto al conocimiento, el pensamiento y la creación.
Miles de personas visitan cada año el Panteón para rendir homenaje ante la tumba de personalidades como Voltaire, figura cimera de la Ilustración francesa, o Jean-Jacques Rousseau, uno de los pensadores más influyentes de la Revolución francesa.
La cripta de la edificación guarda las sepulturas de 75 escritores, científicos, filósofos, luchadores, lo que incluye algunos nombres de amplio reconocimiento internacional como los escritores Víctor Hugo, Émile Zola o Alejandro Dumas; el matrimonio de investigadores Pierre y Marie Curie; el político Jean Jaures y el héroe de la Resistencia Jean Moulin.
Los muros del sitio también incluyen placas a inscripciones de homenaje a figuras importantes como Toussaint Louverture, líder y héroe de la Revolución haitiana.
Además de la posibilidad de rendir honor a grandes personalidades, el Panteón es reconocido como un lugar de encuentro con la ciencia y las letras, y a ello contribuyen las exposiciones temporales organizadas en sus salas, pero sobre todo un objeto de muestra permanente: el péndulo de Foucault.
El enigma que pende de la cúpula del Panteón
Los indetenibles avances de la ciencia se materializan hoy en una sociedad cada vez más tecnológica, en un planeta con niveles asombrosos de interconexión y automatización.
Sin embargo, la magia del saber humano pocas veces se refleja con tanta nitidez como en los experimentos más sencillos, aquellos que muestran la complejidad subyacente en los fenómenos más corrientes.
Por eso en el Panteón de París, los visitantes pasan horas embelesados ante el famoso Péndulo de Foucault… Niños, jóvenes y adultos que descubren cuán engañosas pueden ser las percepciones, y cuántos secretos puede esconder el universo.
En el siglo XIX el físico francés León Foucault ideó el experimento del péndulo para demostrar su teoría: el planeta Tierra gira sobre sí mismo. En 1851 tuvo lugar la primera exhibición pública en el Observatorio de París, y semanas después el científico llevó su invención al Panteón.
Más de un siglo después, la gente sigue quedando impactada al resolver el enigma del péndulo.
Una observación inicial permite identificar la bola de plomo de 28 kilogramos que pende de un cable sujeto a la cúpula del Panteón, a 67 metros de altura. Asimismo, en el suelo está representada una amplia circunferencia numerada, similar a un reloj.
Tras un impulso inicial recibido al comenzar el día, el péndulo mantiene durante toda la jornada un movimiento constante de oscilación.
Pero esa oscilación parece no ser fija: por ejemplo, al llegar al Panteón podemos ver el péndulo oscilar hacia el número 10 representado en la circunferencia del suelo, y algunas horas después, tras recorrer el monumento, podemos ver que el péndulo oscila hacia el número 12.
¿Eso significa que, además de oscilar, el péndulo da vueltas? Pues no. Según las leyes físicas, esa hipótesis es imposible, porque cuando un péndulo se mueve, si ninguna otra fuerza ejerce en él una influencia, mantendrá la oscilación en un mismo plano.
Entonces, cómo explicamos que a lo largo del día la bola oscile hacia números diferentes, con un avance uniforme como si se tratase de un reloj. La respuesta es muy sencilla: la que se mueve es la Tierra en su rotación diaria sobre su propio eje, y con ella se mueve la circunferencia numérica que está representada en suelo, debajo del péndulo.
De esta forma, Foucault demostró en el siglo XIX que el planeta gira sobre sí mismo, y en la actualidad el experimento sigue admirando a los miles de personas que cada año visitan el Panteón, un sitio consagrado al conocimiento.

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