La Habana (PL).- La reciente incorporación de Michel Enríquez, Alfredo Despaigne y Yordanis Samón al equipo Piratas de Campeche acrecienta la lista de cubanos en el béisbol mexicano, donde 16 de ellos figuran en el Salón de la Fama.
Esos tres jugadores, que intervinieron en el recién concluido torneo del deporte en Cuba, se convirtieron en los primeros cubanos en activo y que, por convenio oficial, actúan en el exterior desde 1959 tras la firma de un acuerdo entre la Comisión Nacional de Béisbol (CNB) de la isla y el conjunto mexicano.
Un comunicado de la CNB, publicado por el sitio digital Jit, del
Instituto Nacional de Deportes, expresa que tal decisión forma parte «de la estrategia aprobada para el desarrollo del deporte pasión de la
isla», que tuvo en cuenta «la disciplina, entrega y aporte» de esos
jugadores en el campeonato nacional.
La pérdida de la hegemonía cubana en certámenes mundiales, en los
cuales los demás equipos estuvieron integrados por peloteros con más
experiencia, motivó que se buscaran formas de borrar esa desventaja.
Entre las decisiones adoptadas figura la reincorporación en 2014 a la Serie de Béisbol del Caribe, de la que Cuba se retiró en 1961, al abolir el profesionalismo.
Al elegir a México para iniciar la participación en lides foráneas,
al parecer, se tuvo en cuenta que ese país acogió a extraordinarios
peloteros negros cubanos cuando les estaba vedado jugar en Estados
Unidos por la discriminación racial.
En ese país han brillado desde 1930 beisbolistas cubanos, que tienen en Martín Dihigo, Ramón Bragaña y Lázaro Salazar a sus figuras más emblemáticas, por ser los primeros escogidos en 1964 para entrar al templo de los inmortales del deporte de las bolas y los strikes de ese país, inaugurado en 1973.
Dihigo, un excepcional lanzador y bateador derecho, es considerado
el más extraordinario jugador de Cuba, al ser capaz de desempeñarse con maestría en cualquier posición.
Su también inclusión en el Hall de la Fama de las Grandes Ligas
estadounidenses, sin haber jugado en sus dos circuitos, es otro
reconocimiento a sus facultades. Su nombre, además, figura en sitios
similares de Cuba y Venezuela.
El Inmortal, como se le denominaba, fue líder en bateo y pitcheo en 1938 en la Liga Mexicana y en 11 temporadas conectó para .319 y logró
119 victorias con solo 57 derrotas como lanzador.
Bragaña, por su parte, concluyó con record de victorias 211 -179 en
11 años con el equipo Azules de Veracruz- y 162 derrotas en 18 temporadas y sus 30 éxitos en 1944 constituyen record de la Liga
mexicana.
Aunque también era un magnífico serpentinero, Salazar brilló también en México como manager al ganar siete títulos, tres en forma consecutiva en 1947, 1948 y 1949.
Los jardineros Agustín Bejerano y Roberto Ortiz se unieron a sus
compatriotas en el Salón mexicano de la Fama cuando en 1973 se tuvo en
cuenta la velocidad en las bases del primero y el poder ofensivo del
segundo.
Bejerano estafó 313 bases en su carrera de 20 años en México y su
marca permaneció hasta 1984 en que fue destrozada por el mexicano
Antonio Briones.
Por su parte Ortiz, un jardinero de seis pies cuatro pulgadas de
estatura, fue el mayor jonronero en cuatro temporadas consecutivas
(1945-1948) e impuso record de 35 juegos seguidos conectando de hit.
El manager Agustín Verde, el jardinero Santos Amaro y el pitcher
Basilio «Brujo» Rosel engrosaron la presencia cubana en el pabellón
mexicano de elite en 1974, 1977 y 1979.
Verde llevó al club Veracruz a dos títulos (1937-1938), equipo con
el que Amaro conectó sobre .300 en 11 campañas y compiló .314 de por
vida, mientras Rosel fue escogido por sus extraordinarias dotes como
lanzador (fecha en que jugó).
En 1982 escaló el Olimpo beisbolero mexicano el infielder del
Veracruz Mario Ariosa, tres años después el manager Adolfo Luque y el
pitcher zurdo Lino Donoso lo hizo (también en 1985.) en igual lapso.
Ariosa conectó sobre .300 en 13 campañas, 10 en forma sucesiva,
Luque condujo a los Tecoleros de Nuevo Laredo a la cima en 1953 y 1954, y Donoso alcanzó fama con el Veracruz al ser líder en ponches en tres oportunidades y luego terminó con el mejor en ganados y perdidos con 8-2 con otro conjunto.
El turno de los árbitros llegó en 1990 al ser exaltado al Salón de
la Fama a Amado Maestri, considerado sin discusión el mejor umpire cubano de todos los tiempos.
Maestri, además de su capacidad para impartir justicia, es recordado en México por haber expulsado del terreno en junio de 1946 al magnate de la Liga, Jorge Pasquel, cuando éste intentó que el juez cambiara una decisión.
Si la presencia del árbitro cubano fue efímera, la de su coterráneo
Armando Rodríguez se extendió a 20 años desde 1959 y su trabajo fue tan meritorio que le abrió las puertas del santuario de la fama.
Prácticamente un desconocido en Cuba, el jardinero e inicialista
René González es una figura tan prominente en el circuito de verano
mexicano que en 1993 entró en el recinto de los inmortales por sus
hazañas, que incluye la conquista de la triple corona de bateo en 1952
(promedio de .370, 21 jonrones y 84 carreras remolcadas) con el Águila
de Veracruz.
El afamado outfielder Orestes Miñoso y el pitcher Andrés Ayón fueron los últimos cubanos en ingresar (en 1996 y 1997) al selecto grupo de más de 170 jugadores reconocidos por sus grandes aportes al béisbol mexicano.
Miñoso, quien brilló en la Gran Carpa estadounidense, actuó en las
ligas de verano e invierno y en la última se ciñó dos coronas de bateo
con los Venados de Mazatlán.
En 14 torneos desde 1964, el tirador derecho Ayón hizo historia al
obtener 169 victorias con 98 reveses y efectividad de 3.15, ganar 20
juegos o más en tres oportunidades, una vez con 1.22 en el apartado de
carreras limpias permitidas y lanzar un juego perfecto contra los
Sultanes de Monterrey, en 1972.
México, además, sirvió de debut como profesional al lanzador derecho cubano Conrado Marrero, quien en 1946 ganó 24 desafíos y perdió 10 con los Indios de Juárez.
Marrero, quien en su carrera de 20 años acumuló 367 victorias con
solo 178 derrotas, acaba de cumplir 102 años en La Habana, convertido
en el exbigleaguer más viejo vivo y en el segundo en alcanzar la mayor
edad, detrás del estadounidense Chester Cornelius Hoff, fallecido a los 107 años.