La Habana (PL) La huelga de hambre más extensa e intensa de los prisioneros en la base de Guantánamo cumplió cinco meses sin que Estados Unidos atendiera sus demandas, pero sí los conllevarán a considerar la muerte como única alternativa a sus frustraciones.
De los 166 internos de la cárcel, 130 están sin comer desde el 6 de febrero último en protesta contra las pésimas condiciones de detención, los castigos, la incertidumbre legal y la violación de los derechos humanos en el centro, abierto en un área usurpada a Cuba pese al rechazo de su Gobierno y pueblo.
Casi todos ellos son ciudadanos árabes capturados en el extranjero hace más de 11 años, al amparo de la autoproclamada guerra antiterrorista de Estados Unidos y 46 son considerados prisioneros indefinidos porque representan «una gran amenaza», sin existir evidencias contra ellos.
El ayuno de esos hombres posicionó otra vez el tema del improvisado reclusorio en la opinión pública internacional, sacó a la luz nuevas controversias y, en consecuencia, obligó al presidente Barack Obama a retomar su promesa incumplida de cerrarlo.
Pero el alto coste del penal y sus repercusiones negativas en los vínculos con países aliados de Washington fueron las únicas razones citadas por el mandatario demócrata en abril, la primera vez que abordó brevemente el caso.
«Creo que es vital que entendamos que Guantánamo no necesariamente sirve para mantener seguro a Estados Unidos. Es costosa, ineficaz, lesiona nuestra imagen internacional. Reduce la cooperación con nuestros aliados en las labores del contraterrorismo. Es necesario cerrarla», dijo en una rueda de prensa.
Un mes más tarde, Obama levantó la moratoria para transferir a los prisioneros a Yemen, orientó analizar la situación de cada interno y pidió al Congreso eliminar otras restricciones legales que impiden clausurar la cárcel. «¿Imaginan un futuro, dentro de 10 o 20 años, en el que Estados Unidos siga teniendo a gente contra la que no se ha presentado ningún cargo retenida en un pedazo de tierra que no es parte de nuestro país? ¿Eso es lo que somos?», se preguntó durante un discurso sobre seguridad nacional.
El dignatario también designó al abogado Clifford Sloan para renovar los esfuerzos de clausurar la prisión pero, como era previsible, el Partido Republicano criticó de inmediato sus intenciones e ideó la manera de obstaculizarlas.
Uno de los más reacios a la promesa de Obama fue el senador Marco Rubio, quien ascendió dentro de las filas opositoras por sus posturas extremistas.
«No lo pueden asegurar, así que esa es una medida peligrosa… no estoy de acuerdo (con el cierre del penal en Guantánamo). Al contrario, el problema más grande que tenemos hoy en día es que no podemos capturar a terroristas e interrogarlos para saber sobre sus futuros ataques», replicó el congresista.
Los republicanos aprovecharon su mayoría en la Cámara de Representantes y bloquearon los planes de Obama con un proyecto de ley que propone mantener abierto el penal e impide al Departamento de Defensa construir o modificar las prisiones del país para reubicar a los 166 reos.
Con una votación 59-2, el comité de Servicios Armados dio luz verde a esa normativa, la cual pretende evitar que el Pentágono destine fondos para transferir a los privados de libertad a sus países de origen, pero sí le autoriza 247 millones de dólares para remodelar el centro militar.
Dicha iniciativa pasará en el verano a ambas cámaras del Congreso para someterla a votación.
Mientras el gobierno y la oposición estadounidense están avocados en su cruce de ataques por el caso Guantánamo, surgen más voces dentro y fuera de la Unión que piden el cierre del reclusorio y también el cese de la alimentación forzada a los huelguistas.
Guardias del penal diariamente esposan a 45 detenidos a una silla, les colocan máscaras sobre la boca para insertarles un tubo nasal de más de 60 centímetros de longitud y suministrarles nutrientes líquidos durante dos horas.
En ese proceso le administran a los reclusos altas dosis de metoclopramida -cuyo uso durante más de 12 días consecutivos puede causar desórdenes neurológicos y enfermedades como el Parkinson- y además los mantienen vigilados para evitar que vomiten.
Si regurgitan, entonces son obligados nuevamente a recibir otra dosis de suplemento alimenticio en las mismas condiciones.
Varios reos declararon a sus abogados que sienten un dolor fuerte en el pecho, garganta y el estómago mientras le aplicaban esa técnica, puesta en marcha un mes después del comienzo de la huelga de hambre.
El Comité Internacional de la Cruz Roja -la única organización no militar autorizada a entrar al centro-, la Asociación Médica Americana, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas y Albert Shimkus, exjefe del hospital de la base, objetan esa práctica por considerarla anti-ética y una forma de tortura.
A ese movimiento se sumó la senadora demócrata Diane Feinstein, abogados, pacifistas y defensores de derechos humanos, mientras 150 galenos de diferentes países pidieron permiso a Obama en una carta abierta para supervisar la salud de los reos porque éstos desconfían del personal sanitario desplegado en el penal.
Cuatro de los huelguistas interpusieron sin éxito una demanda ante una corte estadounidense para que se detenga la alimentación forzada durante el ayuno en el mes del Ramadán, uno de los deberes sagrados del mundo islámico.
Del 9 de julio al 8 de agosto, los musulmanes estarán sin probar bocado desde el alba hasta la puesta del sol.
Pero la magistrada Gladys Kessler desestimó el recurso legal de los privados de libertad bajo el argumento de que estaría excediendo su autoridad e indicó que solo el presidente Obama se encuentra autorizado a intervenir.
Ese dictamen solo acentuó más el desamparo legal de los presos y los dejó sin esperanzas de salir con vida de la cárcel en Guantánamo.
Samir Naji al Hasan Moqbel ilustró ese planteamiento cuando recientemente ofreció declaraciones al diario The New York Times, a través de su abogado.
«La situación es desesperada (…) y no hay fin a la vista de nuestro encarcelamiento. La decisión que hemos tomado es negarnos a ingerir alimentos y arriesgar la muerte cada día. Solo espero que debido al dolor que estamos sufriendo, los ojos del mundo vuelvan a dirigirse hacia Guantánamo antes de que sea demasiado tarde», resumió.