Refuerzo del bloqueo israelí a Gaza, un posible bumerán

El Cairo (PL) La prohibición del paso de materiales de construcción a la franja de Gaza, dictada por las autoridades israelíes, puede estar actuando como un bumerán, esa arma de los aborígenes australianos que, al lanzarla, regresa a manos del cazador.

El refuerzo del bloqueo israelí, en vigor desde 2007, se suma al cierre por el Ejército egipcio de centenares de túneles ilegales que unen a la franja con la península de Sinaí, por los cuales transitaban mercancías y productos de primera necesidad.

Ambos hechos complican aún más la situación de los palestinos residentes en ese territorio, donde gobierna la organización islamista Hamas, cuyos lazos con el gabinete interino egipcio están en un punto bajo debido a sospechas de que son utilizados para la infiltración de milicianos islamistas que atacan puestos militares y policiales en la península de Sinaí.

La franja, uno de los territorios más superpoblados y pobres del mundo, fue objeto en noviembre del año pasado de una agresión militar israelí por aire, mar y tierra que causó la muerte de más de 180 personas, la mitad mujeres, niños y ancianos, y más de mil 200 heridos, en su inmensa mayoría palestinos.

Un acuerdo de cuatro puntos, patrocinado por Estados Unidos y Egipto, con el segundo como garante, estableció el cese de los ataques de la maquinaria bélica de Tel Aviv, uno de los cuales decreta el levantamiento del bloqueo.

La situación se complicó aún más la semana pasada cuando las autoridades israelíes anunciaron a bombo y platillo haber descubierto lo que bautizaron como un «túnel del terror» de 450 metros entre la franja y su territorio, uno de cuyos objetivos era dinamitar los cimientos de una guardería infantil y atacar asentamientos próximos a la zona.

Sin embargo, en evidente contradicción, el presidente del Consejo Municipal de la zona, Haim Yelin, negó que existieran tales propósitos, en particular colocar explosivos en los fundamentos de la instalación infantil.

A principios de semana un portavoz del ala militar de la agrupación islamista palestina admitió la responsabilidad en la excavación del pasadizo subterráneo y precisó que el objetivo era secuestrar soldados israelíes para cambiarlos por los más de cinco mil de sus compatriotas presos en cárceles de Israel, algunos de ellos durante más de 30 años.

Ese túnel fue cavado por las manos de los combatientes de las Brigadas Izzadine al Qassam que no descansarán en sus esfuerzos por golpear a la ocupación y secuestrar soldados, declaró a una emisora palestina el portavoz oficial Abu Obeida.

El grupo armado toma su nombre de un predicador musulmán de origen sirio asentado en la franja que alcanzó notoriedad en las décadas de los años 20 y 30 del pasado siglo por su combate contra la ocupación británica de la Palestina y en el enfrentamiento a las organizaciones terroristas sionistas.

Secuestrar soldados es la única forma de triunfar contra la ocupación (…) trabajamos sobre la tierra y bajo la tierra para liberar a los prisioneros, añadió el vocero, en una reiteración de la guerra abierta de la agrupación islamista con Israel, en sentido contrario a las conversaciones de paz iniciadas en julio pasado entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el Gobierno de Tel Aviv.

Esos contactos, a los que Hamas se opone, transcurren en medio de la más absoluta discreción, uno de los requisitos impuestos por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, quien se empeñó a fondo en conseguir el reinicio de las pláticas y advirtió que las posibilidades de una paz duradera se están extinguiendo.

Resulta obvio que la dirección de la ANP concurrió a la mesa de negociaciones con el fin de no aparecer como la parte reticente, ya que de no hacerlo sustentaría la tesis oficial israelí de que los palestinos no quieren la paz pues buscan la liquidación de Israel, un enunciado cada vez menos creíble.

Israel tiene uno de los 10 ejércitos más poderosos del mundo actual y es, además, una potencia nuclear, sin contar el apoyo mediático y el de los grupos de presión sionistas, poseedores de grandes masas de dinero.

La aceleración de las construcciones de asentamientos en la Cisjordania y el este de Jerusalén, el reforzamiento del bloqueo genocida a Gaza y la creciente agresividad de los pobladores judíos en los territorios ocupados han permitido a la comunidad internacional hacerse un juicio claro sobre la esencia racista de Israel y un segmento importante de sus ciudadanos.

En ese contexto ocurre un telefonema la semana pasada del primer ministro de Hamas, Ismail Haniye, al presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, durante el cual subrayó la necesidad de la reconciliación entre ambas partes, el regreso a la unidad nacional y un fin al cisma que los ha separado durante seis años.

Tras la agresión militar israelí contra Gaza de noviembre pasado, el acercamiento entre Hamas y la ANP parecía un hecho con el reinicio de negociaciones bilaterales, seguidas de varios gestos de buena voluntad mutua, pero el diálogo, que transcurría en El Cairo, volvió a naufragar ante las divergencias sobre la fisionomía del gabinete de unidad y temas de sustancia, el principal entre ellos, las conversaciones con Israel.

Con un gabinete en el que integran partidarios de la anexión de la Cisjordania y la expulsión de los palestinos como Nafatli Bennet, Yair Lapid y el primer ministro Benyamin Netannyahu, y un proyecto de ley que exige un 80 por ciento de votos para aprobar un acuerdo de paz, el diálogo adquiere cada vez más contornos de un ejercicio en futilidad en el cual los participantes cumplen los rituales, pero sin convicción.

Un nuevo fracaso en las negociaciones puede ser el resorte que necesitan la ANP y Hamas para reconciliarse, lo cual sería una forma de robustecerse, para continuar el escabroso camino hacia la independencia con un frente más monolítico, justo lo que Tel Aviv teme que ocurra y trata de evitar por todos los medios.

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