Desafío

por Rafael Loret de Mola

*La Energía Perdida

*Parlamento en Ruta

*Temor de Izquierda

Reconozco que el primer discurso de Peña Nieto fue convincente, casi el anuncio feliz de que no quedarían impunes los poderes fácticos, muchos de los cuales le habían cobijado, y hasta financiado, durante su escalada hacia el poder. Trece decisiones y un enorme mutismo entre los recipiendarios del mensaje; también escepticismo de quienes, desde el Ángel de la Independencia, proclamaban las turbiedades de la elección bajo el efecto monetario incontestable: ningún partido debió tirar la primera piedra porque cada uno fue culpable del mismo mal en distintos niveles y regiones. El PRD, por ejemplo, en el Distrito Federal en donde Andrés Manuel López Obrador organizó sus brigadas con los mismos acentos del viejo priísmo hegemónico; y el PAN, como se ha corroborado, no dejó de colectar sus propios diezmos en entidades como Guanajuato o Jalisco en donde siempre se les provee de indulgencias hasta… para matar, como en la Cristiada.

Peña pretendió tomar al toro por los cuernos, como un moderno “forcado” de la política –una costumbre portuguesa que consiste en citar al burel y templarlo con el cuerpo, sujetándolo hasta paralizarlo con la fuerza de los hombres-, y pronto resultó revolcado pese a sus intenciones iniciales de limpiar la casa como cuando fue aprehendida, a finales de febrero, Elba Esther Gordillo Morales casi siguiendo el mismo guión que sirvió en la era salinista para hacer lo propio contra otro poderoso rey sindical, el ahora extinto Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”. Después del encarcelamiento, quizá a mansalva, de la célebre “maestra”, Peña, muy ufano, declaró que en México ya no había intocables y se mordió la lengua porque, desde luego, han aparecido con mayor fuerza y virulencia quienes creen tener el privilegio de actuar fuera de la ley sea en los niveles de la macroeconomía o en las calles en donde se sienten invulnerables como alguna vez apuntó el citado Andrés Manuel.

Pero, ¿qué pasó con la energía de Peña Nieto y su propósito de modernizar al gobierno y, de paso, al PRI? A casi un año de su asunción presidencial –se cumplirá el próximo domingo-, los resultados son bastante alarmantes: la economía estancada, la política agreste colocada en un berenjenal y la justicia social muy lejana. Además, y sobre todo, el ritmo de ejecuciones por obra de las mafias no disminuye, situándose en un promedio mensual superior a mil 300 víctimas –en algunas semanas superior al legado del impune calderón-, sin que los pasos de drogas hacia el mercado del norte, el de mayor consumo en el mundo, hayan evitado la exportación de la mercancía del mal en idénticas dimensiones a las de antaño: ni un gramo baja el envío de estupefacientes y sí, en cambio, seguimos aportando sangre, dolor e impotencia.

Para colmo, nos da la impresión de que el titular del Ejecutivo federal comienza a cansarse, sea por la enfermedad que le aqueja –posiblemente un cáncer hasta ahora controlado que comenzó como nódulos tiroidales y luego se expandió a la próstata en 2011 con evidente descuido de los primeros apenas operados el 31 d julio pasado. Ningún otro mandatario, menos uno tan jovial si bien no tan joven como se empeñan en exhibir –tiene 47 años cumplidos casi los mismos con que contaban el general Lázaro Cárdenas y el abogado Miguel Alemán Valdés al hacerse cargo de la Primera Magistratura-, pero sí con una carrera política corta y poco significativa y relevante hasta sus actuaciones en el gobierno del Estado de México. Al parecer, sucede que el “retrato de Dorian Grey” comienza a nublarse por el inexorable paso del tiempo que sólo ha permitido a un personaje televisivo, “Chabelo”, mantener hasta ahora el llamado “síndrome de Peter-Pan”.

Sin ser tan joven, sino un adulto maduro y con experiencia suficiente en la vida si bien no tanto en el servicio público –un defecto que igualmente tenían Ernesto Zedillo y Vicente Fox, casi improvisados en las funciones gubernamentales por distintos motivos, el magnicidio de Colosio el primero y la alternancia obligada el segundo-, Peña Nieto exhibe un desgaste muy superior al calculado en principio por el efecto natural del ejercicio del poder. Y no puede alegarse que ello fue consecuencia de su decidida conducta tras la tormenta tropical Manuel y el huracán Ingrid, una pareja devastadora para las costas de México y en cuya “cola”, finalizada la destrucción mayor, se colocó el presidente para encabezar las reuniones destinadas a capotear la emergencia… pero sin planear, como se debiera, las obras de infraestructura necesarias para evitar catástrofes similares –cada año será lo mismo-, y, sobre todo, sin proceder enérgicamente contra las constructoras que no sólo no previeron los pasos de agua ni construyeron bordos ni utilizaron materiales adecuados, sino incluso se mofaron de los gobiernos, federal y estatales, exhibiendo la vulnerabilidad de las concesiones y los permisos criminales de las mismas. Todo fue para que algunos se hicieran millonarios con las muertes por venir y que llegaron, al fin.

Lo peor, sin duda, de este año turbulento han sido las iniciativas presentadas desde Los Pinos destinadas a alterar la geopolítica del país, debilitándonos hacia el futuro. Se realizaron sin mediar consensos iniciales y sólo basadas en una tibia propaganda que nadie creyó y pasó de largo, tanto, que quienes aconsejaron realizarla ya no insistieron más al considerar, como tantos otros soberbios, que es mejor mantener al pueblo en la ignorancia para podr así manipularlo ampliamente. Mientras más se sepa, en resumen, habrá más riesgos de esos debates perniciosos, dicen, que ponen en aprietos a la inamovible clase política, siempre la misma, aunque cambien los colores de las camisetas en los aposentos de la nueva y consolidada aristocracia mexicana, hija de un presidencialismo enfermizo y superior a los lindes constitucionales. Lo demás, naturalmente, es consecuencia.

Peña, como antes lo hicieron zedillo, fox y calderón –todos en minúsculas-, asume que los costos de la impopularidad deben asumirse como parte del ejercicio eficiente del poder. Nada más falaz y mentiroso: olvida, como lo hicieron sus deleznables predecesores, que si hablamos de democracia ésta se basa en una correlación permanente entre el mandante, la comunidad nacional en su conjunto, y el mandatario, quien está señalado para obedecer y NO puede imponer a rajatabla medidas que son repelentes al colectivo o traicionan la ruta de la historia que debe situarse por encima de cualquier otro interés personal o de grupo. Pues bien: se han cansado de exhibir a las reformas como contrarias al sentimiento general y no ha existido en el ánimo de los operadores peñistas la menor intención de rectificar. Como sucedió con zedillo, fox y calderón, una de las trincas más inútiles –quizá por perversa- de la gran crónica patria. Dieciocho años hilvanados entre la descomposición política profunda –mediando dos alternancias inútiles en cuanto a sus efectos-, y bajo premisas que, de modo alguno, avaló la mayor parte de los mexicanos.

Porque l anterior es uno de los grandes vicios del establishment: ls mandatarios se creen que el “todo México” está representado íntegramente por quien se coloca la banda tricolor sobre el pecho y no es así. Desde 1988, cuando se consumó la asunción fraudulenta del usurpador y asesino salinas, ni siquiera los manoseados registros oficiales de sufragios han exhibido al ganador con una mayoría absoluta, esto es cuando menos la mitad más uno de los electores –el señor salinas tuvo apenas poco más del 50 por ciento de los votos captados-, para colocarse en el filo de la ingobernabilidad, esto es bajo un Congreso mayoritariamente opositor –lo es, en realidad, desde 1997 cuando zedillo perdió las llamadas “elecciones intermedias” dando cabida a un mayor número de representantes provenientes de los partidos contrarios al omnímodo PRI de entonces-, sin que desde entonces, hace ya dieciséis años, se hayan analizado las vías necesarias para destrabar al ferrocarril de la democracia y hacer posible el gobierno de quien tenga, en realidad, el aval mayoritario.

Porque, desde luego, no es posible fraccionar en tres partes la representatividad popular asfixiando con ello al modelo presidencialista que ordena la Carta Magna. Esto es: si no es dable asumir el retorno al “mayoriteo” partidista impositivo o autoritario, entonces andemos hacia un parlamentarismo en el que el presidente del gobierno surja de la planilla con más votos y esté obligado a alcanzar los consensos y pactos necesarios con las “minorías” para nol trabar lo fundamental y poder, entonces, asegurar la marcha de un gobierno. En la actualidad, en México, Peña parece atrapado en su propia madriguera sin saber siquiera porqué. Y es, desde luego, muy lamentable.

Malas cuentas para este primer año de gobierno, señor Peña. Ni su discurso inicial ni la captura de la impresentable señora Gordillo son paliativos ante el deplorable resultado: la parálisis institucional, de nuevo, cernida a los vacíos d poder notorios. Es claro que los poderes fácticos se tomaron como una broma las “decisiones” del señor Peña en su primera hora y están dispuestos a atacarlo en cuanto pretenda trastocar o desviar sus verdaderos intereses. De allí que la reforma fiscal les inquiete más que la energética o la educativa. Se trata de pesos sonantes.

Debate

Divididos los partidos, estigmatizados sus dirigentes, condenados los ex mandatarios de distintas filiaciones –en los regímenes federal y estatales-, y con una sociedad espesita que comienza apenas a descubrir los tremendos enjuagues de la clase política –les llaman ahora “diezmos” para igualar las prebendas a las donaciones tradicionales en las Iglesias desde una visión más bien pagana-, es obvio que ha llegado la hora de debatir, en serio, sobre la caducidad del presidencialismo, como se le conoce hoy y era antes, y la urgencia de encontrar un mejor modelo gracias al cual se brinden elementos de gobernabilidad sólidos y sin ambages.

Hoy, sin duda, estamos tan entrampados que la egolatría suple a los intereses, ya no digamos generales sino incluso los sectarios, y los mesianismos se atoran ante las salidas viables pero apenas entreabiertas. Lo observamos, con claridad meridiana, respecto a la perentoria candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia del partido por él fundado, el PRD, porque no logró que los demás desistieran con tal de que el ingeniero fuera la carta “única”. ¿De eso se trata la democracia?¿Es decir, de dar traspiés, por un lado, a los símbolos?; ¿o de exaltar, por el otro, la soberbia como numen de las negociaciones? Desde cualquier perspectiva el personalismo es omnipresente y la vocación democrática escasa.

Igual en el PAN en donde se diluyen las acusaciones severas contra los diputados de esta bancada y su coordinador, Luis Alberto Villarreal García, para fraccionar en dos las tendencias, una bajo la férula de Gustavo Madero Muñoz y otra al calor de la ex candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota, y varios gobernadores que apenas salvaron, hasta hoy, sus cuellos pese a que no han podido quitarse las sogas. Y en el PRI atrapado por el virus, otra vez, del presidencialismo autoritario, en un extremo, y por los representantes del llamado viejo régimen que hacen contrapeso desde las Cámaras. Un maremágnum con costos muy elevados para la nación.

¿No es tiempo, entonces, de avizorar al parlamentarismo como solución sin vuelta atrás? Lo que resulta absurdo es mantener la línea actual mientras avanzan los consorcios extranjeros y el gobierno retrocede hasta la ignominia, sujetado por dentro y fuera.

La Anécdota

En una reunión, hace algunos años, en casa del muy partidario de López Obrador, Martí Batres Guadarrama, surgió el tema de las segundas vueltas electorales. Mi postura a favor fue rebatida por una débil réplica de Batres:

–Ya hemos estudiado mucho eso, Rafael. Y concluímos que no nos conviene. Calculamos que, en ese caso –la segunda vuelta-, la derecha suma… y nos gana.

Pese a ello, la izquierda no ha tenido empacho en alianzarse con su antagónica derecha –en pos de varias gubernaturas ganadas con ambigüedad de criterios-, y aquella sentencia, por tanto, no debe ser valladar. Además, ¿la democracia sólo comienza cuando cada sector así lo decida y no tiene perspectiva con la misma regla en contrario? Esto es: si los contrarios suman y ganan, ¿ello no es válido para la colectividad? Si tal es el criterio podremos hablar hasta de fascismo..pero no de democracia.

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WEB: www.rafael-loretdemola.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com

LO QUE NO PODEMOS EVADIR ES QUE SEGUIMOS PERDIENDO EL TIEMPO SOSTENIENDO UNA POLÍTICA AMBIVALENTE Y TRAMPOSA ADEMÁS DE CORRUPTORA E INOCUA. Y NO DEBIÉRAMOS SOSTENERNOS DÁNDONOS EL LUJO DE DEJAR PASAR LOS MESES Y LOS AÑOS CON VAHÍDOS SEXENALES QUE NOS CONDUCEN AL PERMANENTE VACÍO DE PODER, TAN BIEN APROVECHADO POR LOS GRUPOS DE PRESIÓN –LLAMADOS AHORA FÁCTICOS-, SIEMPRE GANADORES. SOBRE ESTO SERÍA NECESARIA LA INTERVENCIÓN DE LOS LEGISLADORES ANTES DE MANTENER LOS CHISMES DE ALCOBA COMO PRIORITARIOS Y ACUSARSE DE INMORALIDADES MUTUAS INCLUSO ENTRE MIEMBROS DE LA PROPIA FACCIÓN.

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