Tratamos de no caer en un pesimismo estéril, pero es evidente que las cosas están mal. Muy mal. Nadie podría negar que en las pasadas tres décadas se ha producido un deterioro significativo en todos los aspectos de la vida nacional. Así en la educación, como en el arte, en la producción agropecuaria, en la planta industrial, en el poder adquisitivo de las mayorías, en el medio ambiente o en la seguridad, y muy destacadamente, en la política y en el gobierno.
No es nuestro propósito, por ahora, ahondar en las causas ni señalar culpables. Pero es claro y notorio que en la distribución de riqueza, el trabajo ha perdido valor frente al capital en proporciones que nunca imaginaron AdamSmith ni Carlos Marx. A despecho de Jacobo Rousseau y su Contrato Social, un pequeño grupo de vivales ha secuestrado al gobierno y sustituye al Estado, aplicando la sentencia “el Estado soy yo” que se atribuye al rey francés Luis XIV. Las leyes son violadas y al mismo tiempo abusivamente aplicadas lo mismo en contra de inocentes que favoreciendo a los peores criminales y funcionarios causantes del empobrecimiento popular.
Urge un cambio general que no se puede esperar provenga de la caterva de irresponsables y codiciosos que medran en el Poder Legislativo y que han demostrado repetidamente su vocación de rapiña y voracidad. El camino electoral fracasó en el lodazal de la corrupción. El autoritarismo, la represión y el férreo control de los medios de comunicación hacen inviable el éxito de cualquier vía armada, que solamente sería camino de violencia y dolor.
Queda como única alternativa para la sociedad la organización independiente y la desobediencia civil, ignorando y aislando al anquilosado sistema neoliberal y apropiándose de los espacios de control, poder e información abandonados o mal usados por indolencia o perversidad. Las redes sociales deberán dejar el ocio improductivo y la catarsis estéril de la ofensa para ocuparse de la comunicación horizontal, rápida, confiable y veraz. Lo mismo entre vecinos de barrio, colonia o unidad habitacional que entre compañeros de trabajo, escuela o ramo profesional, ya sea supervisando la obra pública o administrando un fondo común. En labores productivas, de comercio y distribución, o de vigilancia y ayuda mutua que superen la ineficacia gubernamental.
Aunque incipientes, y con muy variados grados de éxito, en diversas partes del país ya se están dando pasos en tal sentido. Se puede apreciar en las comunidades indígenas del sur, en los grupos de autodefensa de Guerrero y Michoacán, en las asociaciones de condóminos y en otras organizaciones civiles de autogestión.
Ya no se debe esperar la llegada de un superhéroe que nos venga a salvar. La sociedad es la única y real solución.
Habida cuenta de los interese espurios de uno cuantos y la falta de virtudes teologales y pero aun las cardinales que se exponen por parte de los representantes y la pugna de grupos “en pos” de legalidad, legitimidad y hasta de seguridad que se reclama es como se tilda en ilegalidad solución que buscan los gobiernos esta en dotar a los ciudadanos no de armas, si de elementos de denuncia efectiva anti corruptible dirigida por y con humanos llenos altos valores éticos y cívicos, no cínicos codiciosos, buscadores de la verdad, la honestidad ha desaparecido en muchos seres humanos, pero también existen aquellos que enarbolan virtudes cardinales escondidas, son más las personas con dichos estándares cardinales lo que ha hecho falta es reunirlos, son como las arenas del mar o desierto, unidos se puede conformar un ejemplo para futuras generaciones, educación, temor a la aplicación de las leyes por sus representantes, se sabe que en México todo tiene solución, así cuando vemos en los poblados del interior de la república un abuso o violación a derechos es provocada por los detractores que en su momento vulneraron también el artículo 128 de la Carta Magna.