COYOACAN: CARNICERIA MARTÍNEZ HERMANOS

Por Víctor M. Navarro

El mercado de Coyoacan siempre es un destino gratificante, ya sea para comprar la despensa diaria, para comer o simplemente darse una vuelta a turistear. De los pocos que mantiene el giro de jarciería (jaulas, escobas, canastas, escobas. Jergas, cucharas, ollas de barro…) con gran surtido y variedad, puestos de flores, disfraces, juguetes…pasillos coloridos y llenos de vida toda la semana,

Enclavado en la nave central a un costado de los puestos de verdura, fruta, dulces, jugos y licuados, junto a los expendios de pollo y pescado, entre otros del giro se encuentra el negocio que atienden los Hermanos Martínez y un gran número de colaboradores, hablo de la Carnicería Martínez Hermanos ubicada en los locales 59 y 60. Hay mucha historia que contar de este negocio familiar herencia en vida del patriarca Martínez y que gracias al amor y a la educación inculcados por doña Carmelita en todos sus hijos, ahora también Carnes Martínez son un referente en este legendario mercado.

En principio tenemos que hablar de la gran calidad de los cortes en carne de puerco y res que aquí se venden, chuletas, bistec, costilla, carne para asado, carne molida, todo lo que la ama de casa busca, más aún, desde hace varios años Martínez Hermanos surte a una gran cantidad de restaurantes en diferente colonias de nuestra ciudad, un servicio de eficacia comprobada. Usted nada más marque al número 55 54 49 10 y su pedido será atendido.

Desde las siete de la mañana los refrigeradores muestran a través de su enorme cristal el surtido de carnes y cotes, minutos antes una cuadrilla se empeña en las labores diarias de limpieza, comandados por los hermanos Francisco, Gabriel y Rogelio, allí están siempre presentes Norberto, Ricardo, Galdino, Elier, Rafael Víctor uno y dos, Obeiner, Juan Manuel, Alan, Julio Alberto, Noé y en la entrega a domicilio la siempre activa Ana María.

Platicamos con francisco Martínez hermano mayor de la dinastía y encargado del negocio, Carnicería Martínez Hermanos como siempre su sentido del humor y su don de gentes salen a relucir, nos cuenta: “Sí, fue mi padre el que nos enseñó este oficio de tablajero, él es de los fundadores del mercado, y más aún, cuando Coyoacan era un pueblo ya tenía su expendio de carne en el mercado viejo de madera y tenderete, desde niño aprendió el oficio de comerciante. Nos platica lo diferente que era antes, ahora los tiempos van cambiando y nosotros nos hemos adaptado a la modernidad, trabajamos para que el negocio tenga una excelente presentación, a la clientela se le atiende con gusto y gentileza y sobre todo cuidamos al máximo la calidad de todos nuestros productos, por la zona en la que está el mercado podemos ofrecer carnes de la mejor calidad”.

Muy cerca del Jardín Hidalgo, da la magna construcción que significa la Parroquia de Santo Domingo, a dos cuadras del vetusto Gimnasio, entre puestos de artesanías, expendios de aromáticos cafés y restaurantes y Museos como el Frida Kahlo y el de Culturas populares, está ubicado el mercado Coyoacan, imposible pasar de largo si uno anda por estas calles empedradas y callejones con sabor a historia.

Mención especial para la calle lateral del inmueble: Xicotencatl, espina dorsal de esta colonia con tintes de barrio, la cual arranca desde Avenida México y llega hasta División del Norte, a la altura del cruce con Gómez Farías contra esquina de la tienda y licorería La Fragata – donde don José despacha unas tortas de jamón que son la delicia de la zona-, se encuentra el Colegio Sócrates, semillero que congrega a los hijos de escritores, actores, rockeros, locutores, maestros universitarios, músicos, singular centro educativo que me recuerda a Luna, Frida, Mariana, Marco, Diego y muchos más que fueron apapachados por Isabel y el enormísimo Gabriel.

Cuando la tarde cae los frondosos árboles de Coyoacan se pintan de dorado, y puedo ver caminar al cronista tomando de la mano a su hijo Marco Vinicio, entran al mercado, se toman un jugo y llegan a la Carnicería Martínez Hermanos, creo que se antojan una costillas asadas, aunque hoy el vástago prefiere albóndigas y como dice el poeta: ¡buen provecho inmortales!

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