Trump y su campaña de miedo para alcanzar la presidencia de EE.UU.

Por Luis Beatón

La Habana (PL) Donald Trump fue investido como candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos durante la convención partidista en Cleveland (Ohio), donde se proclamó como el defensor de la ley y el orden.
El flamante y polémico nominado cumplió la promesa hecha el 15 de junio de 2015 cuando dijo que se presentaba para ganar y ya se prepara para disputar la Casa Blanca a los demócratas.
Luego de unas agrias elecciones primarias en las que contra todo pronóstico aplastó a 16 rivales, llegó a la Convención Nacional, donde deshizo a los insurgentes que aspiraban destronarlo en un tardío esfuerzo que dio la imagen una agrupación dividida.
La propia plataforma republicana, aprobada el 18 de julio, no es conciliatoria y marca las más extremas de todas las posiciones, según un editorial del diario The New York Times.
La oposición al aborto y el rechazo a la necesidad de controles más fuertes sobre las armas, pese a la violencia que sacude al país, son algunas de las ideas que tratará de imponer un gobierno de Trump.
Ese documento que encarna el sentir de una parte del partido, también hace de la homofobia y la negación de los derechos civiles básicos a los gays, lesbianas y transgéneros una pieza central, y según grupos de esa inclinación es el escrito más negativo en su contra en la historia de 162 años del partido.
Al valorar el espectáculo de los del partido de los elefantes o Grand Old Party (GOP), el comentarista del diario The Washington Post, Eugene Robinson, lo describió como la coronación de un charlatán, cuyo recuerdo avergonzará en el futuro a los miembros de esa agrupación.
Pese a sus dotes de manipulador, algo que hace muy bien, a Trump le falta «el conocimiento, la curiosidad, el temperamento, la sabiduría, la compasión y determinación para ser presidente. El GOP aprobó formalmente a un charlatán para el trabajo más importante en el mundo», señaló.
Mención aparte para los latinos, los grandes ausentes del show de Cleveland, y que en años venideros recordarán a Trump como la encarnación de las políticas antiinmigrantes del partido rojo.
Consumada la investidura, al GOP le queda un complicado escenario para unir fuerzas detrás de su candidato que plantea «hacer que Estados Unidos funcione de nuevo», a su manera, y entre otras cosas traza un presunto cambio real en la forma de hacer política en Washington.
Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes y de la
convención partidista, tuvo la tarea de llamar a la unidad en torno a un candidato que él criticó y de manera renuente finalmente apoyó.
Ryan insistió en que los rojos brindarán mejores opciones a los estadounidenses si logran instalar en la Casa Blanca a una mayoría gobernante conservadora pero, en esencia, y pese a controlar el Congreso, no hicieron nada.
La lucha real por la Casa Blanca comienza ahora y tanto la demócrata Hillary Clinton como su rival republicano tienen opciones pero una reciente encuesta del diario The New York Times predijo que Trump apenas tiene un 24 por ciento de probabilidades de victoria contra 76 por ciento su rival.
En su discurso el último día del cónclave, el magnate neoyorquino se presentó como el único capaz de restaurar el orden en el país y abrió fuego contra los demócratas en el gobierno y contra su candidata.
La obsesión de los asistentes a la Convención Republicana con Clinton, sin embargo, opacó el protagonismo del magnate inmobiliario neoyorquino, quien aspira a vencer en noviembre. Es tal el rechazo entre las filas de los rojos hacia la virtual candidata demócrata que, por ejemplo, su nombre fue mencionado en la noche del martes 19 de julio en 79 ocasiones en los discursos, mientras su retador apenas alcanzó las 61 veces, algo que también fue notorio durante el cierre el cónclave.
Tal vez ocurra lo mismo a partir del 25 de julio, cuando toca el turno a los demócratas confirmar a su abanderado.
Tras aceptar su nominación para la puja de noviembre, Trump
prometió convertirse en la voz de los olvidados aunque su mensaje distó mucho de ese objetivo, entre otras cosas porque amplios sectores se oponen a su prédica antiinmigrante, contra el alza del salario mínimo y el aislacionismo para el país que conlleva renegar de aliados tradicionales.
Llama la atención que entre los aplausos de sus seguidores, el candidato republicano se presentó ante los votantes como un líder fuerte que hará que Estados Unidos vuelva a prosperar y a ser respetado en el mundo.
En una intervención de una hora y 15 minutos, puso broche final a cuatro días de convención llenos de drama, patriotismo, mucha pasión e incluso traición, según comentan medios periodísticos.
Un comentario que publicó el diario The Hill resume los cuatros días del evento «fue una convención del Partido Republicano en 4-D: la disonancia, la discordia, la división y la falta de honradez».
Desde el desastre del plagio de Melania, a la revuelta del
senador Ted Cruz (Texas), a los mensajes de ira y odio presentes en casi todos los oradores en ese escenario, la campaña Trump y el Partido Republicano fallaron completamente en ampliar su atractivo más allá los fieles seguidores del candidato, subrayó The Hill en adelanto al escabroso camino que enfrentará a la presidencia.
En Cleveland, el magnate trató de mostrar un retrato sombrío del país que en enero dejará el presidente Barack Obama a su sucesor o sucesora.
Si gana la presidencia, dijo, habrá una era de prosperidad, unidad y seguridad y si pierde la nación se sumirá en una era de miseria, división e inseguridad con Clinton, lo que se interpreta como una política de amedrentar a los votantes.
En política exterior y tras sus declaraciones sobre el apoyo
estadounidense a sus aliados de la OTAN, abogó por el americanismo, no globalismo, lo cual, subrayó «será nuestro credo».
En sus aceptación no faltó la reiteración de sus planes
antiinmigrantes y señaló que es real su idea de construir un muro en la frontera «para frenar la inmigración ilegal, las bandas criminales, la violencia y las drogas que inundan nuestras comunidades».
Un tema ausente en el discurso fue la religión, algo extraño dadas las posiciones ultraconservadoras de muchos de sus seguidores sobre aspectos como el aborto y los derechos de los homosexuales, entre otros.
No podía faltar la amenaza de terminar con la ley de salud,
reducir los impuestos a los más ricos y defender el derecho a llevar armas, un tema puntual para los republicanos pese a los continuos episodios de violencia en el país.
En su extenso discurso, Trump trazó un panorama sombrío de la actualidad de Estados Unidos, y aseguró que es el único candidato capaz de encontrar soluciones para los problemas más urgentes, a lo que replicó Obama un día después cuando dijo que no se puede gobernar con un mensaje de miedo.
Al valorar la intervención del candidato republicano, el diario The New York Times señaló que este «tiene la intención de aterrorizar a los votantes para que lo apoyen» a cambio de que los proteja de la violencia.
En resumen, Trump logró lo que casi nadie habría imaginado hace un año: ganar oficialmente la nominación republicana para presidente pero la gran interrogante es si llegará a la Casa Blanca.

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