Desafío: Violencia con Nombre

Por Rafael Loret de Mola

  • Violencia con Nombre
  • Hispanos en Capilla
  • Xenofobia Aumentará

Sin duda alguna la violencia no se genera de manera espontánea pero los brotes de indignación social sí. Recuérdese el célebre “Fuenteovejuna” de Lope de Vega cuyo desenlace, anárquico y brutal, es consecuencia del cansancio de la ciudadanía ante los múltiples abusos de las autoridades, “el comendador”, cuya opresión era ilimitada; y así fue durante años hasta que los encendidos pobladores decidieron tomarse justicia por propia mano y dispusieron de la vida del sátrapa. El relato es preciso y el mensaje, todavía hoy, debiera sacudir las conciencias de los opresores en todas las latitudes.

Hace una semana, en San Juan Chamula, Chiapas, y en PungarabatoCiudad Altamirano-, Guerrero, sendos alcaldes fueron linchados por un centenar de exacerbados y empobrecidos residentes, la mayor parte de ellos pertenecientes a etnias indígenas con historias de valentía singular ante los falsos conquistadores e impostores, sin que nadie puede precisar quien asestó los golpes mortales. Podrían responder, como sugirió Lope, “Pungarabato, señor” o “San Juan Chamula”, señor”, en vez del legendario “Fuenteovejuna, señor”. Es la misma línea aunque, después de los dramas, no se perdiera el respeto a la autoridad señalada, acaso por temor, con el reverente “señor”. No era insubordinación sino justicia; redención más no incitación a la violencia sin causa. Entendámoslo así.

Por desgracia, la distancia abismal entre los gobernados y quienes ejercen el gobierno –mandantes, es decir el colectivo, y mandatarios, los funcionarios al servicio del primero-, ofusca y obnubila la visión de la realidad y nos aparta, por tanto, de la posibilidad de razonar y entender la realidad aplastante; más aún cuando los mexicanos nos hemos caracterizado por ser el pueblo más resistente del planeta. De verdad, causa asombro en el mundo –lo constaté recientemente-, la capacidad de asimilación de cuantos formamos esta gran nación y no hemos sido capaces de levantar las cabezas, muchas veces por cobardía o por acomodaticios, ante los más atroces e indignantes abusos. En otros países, me aseguran, peña nieto ya habría sido despedido, cuando menos.

Y es cierto. La sensación de impunidad es tan agobiante que impulsa al desfogue de muchas maneras. Los tan cuestionados bloqueos magisteriales, el arma de este gremio para hacerse sentir ante la sordera de un gobierno incapaz de ofrecer alternativas, son efectos de la cerrazón y la negligencia de quienes debieran, precisamente, intercambiar opiniones para llegar a salidas viables y no sólo condicionar cada reunión a la aceptación de una reforma incompleta, laboral más bien y no educativa, llevada adelante por una elite de falsos sabios que no se dignaron siquiera a consultarla con los presuntos afectados; como en las dictaduras –casi por costumbre diríamos en el caso de México-, las nuevas reglas se impusieron sin medir los daños colaterales.

De allí que la sociedad mexicana sienta que ha perdido años valiosos por causa del oficioso andar de un grupo de malversadores, corruptos para decirlo sin eufemismos, capaces de vender hasta el alma de sus madres con tal de sacar agua de su molino. La traición de los fox, por ejemplo al trucar el cambio para mantener el continuismo –con los mil pretextos de la demagogia barata-, significó caer en la hipocresía de medir a la pobreza con parámetros infamantes aduciendo que la miseria extrema se daba cuando se percibían ingresos inferiores a un dólar por día. ¿Y con dos o tres podrían paliarse las penurias?
No bajaron los índices de pobreza sino aumentaron los grados de cinismo. Así, quienes eran vistos en el nivel inferior de las clases sociales amentaron su estatus pero no sus ingresos disimulando la realidad con las piedritas de cambio impregnadas de perversa manipulación. No cabe duda alguna acerca de que nos han encerrado en una mentalidad conformista para ampliar los niveles de la explotación humana; más, si se quiere, bajo el dominio de la derecha que no terminó con el sexenio de calderón y su Margarita –presa del síndrome Hillary o, peor aún, de la pandemia Evita-, sino continuó con el actual a manos de un personaje incapaz de gobernar porque, sencillamente, no estaba preparado para ello.

Quizá por esta razón el flamante nuevo dirigente nacional del PRI –si alguno todavía creía que tal cargo se ganaba con ciertas dotes de liderazgo se habrá convencido de que la senda rastrera es el único indicio-, Enrique Ochoa Reza, no tuviera otro remedio que refugiarse en los brazos de su predecesor, Manlio Fabio Beltrones, para tratar de entender la maraña política actual dentro de la oscuridad que legó su paso por la Comisión Federal de Electricidad desde donde defendió lo imposible: la absurda reforma energética sólo favorable a las trasnacionales con mayor ambición. Las hienas suelen atacar en las penumbras.

No nos merecemos todo esto los mexicanos. Aquella sentencia, atribuida a Joseph de Maistre –aunque algunos señalan más atrás a Elpidio-, en el sentido de que el “pueblo tiene el gobierno que se merece” no cabe entre nosotros aunque algunos descalifiquen al conjunto por su tendencia a aceptar el yugo del presidencialismo asfixiante y de la dictadura “casi” perfecta. El conjunto de los mexicanos no puede ser despreciado de esta manera cuando, contra viento y marea, ha podido resistir el constante amago de la mayor potencia universal e incluso revirar las cosas invadiendo, poco a poco, a la misma.
Hace unos días un diplomático mexicano me decía que, en este momento, en el padrón estadounidense se contempla un listado de treinta y cinco millones de votantes “hispanos”, la mayor parte de origen mexicano, lo que representa al veinte por cierto de los electores potenciales. De allí la importancia de esta minoría que podría aportar la ventaja necesaria para ganar los comicios presidenciales en la Unión Americana en noviembre próximo. No fue gratuito que la señora Hillary Clinton, contra la pared, designara como su compañero de fórmula a Tim Kaine, un altruista político con impecable dominio del español. Así y todo, la xenofobia avanza.

Pero lo verdaderamente desgraciado para nosotros es el vergonzoso papel de enrique peña. Convocado a una reunión urgente por Barack Obama, el negro más blanco de los Estados Unidos según dicen –sin resquicio de juicio peyorativo, por favor-, debió condescender en el sentido de que NO intervendría, de manera alguna, en el desarrollo de las elecciones del norte –como si pudiera hacerlo o acaso por el temor estadounidense a esos 35 millones de potenciales votantes que no ha sabido aprovechar nunca el gobierno mexicano-, y que colaboraría con quien resultase presidente o presidenta (sic) de los Estados Unidos. Tanto como aceptar que, en caso de una victoria del “pato” Donald Trump –más cercana de lo que imaginan algunos-, estaría dispuesto a financiar el muro de la ignominia. Otro más.

Llegó de rodillas a Washington y se fue arrastrándose como una sabandija, en desdoro de la política exterior de México e incluso negando que su gobierno –como sí lo hizo-, hubiera rechazado las sentencias racistas y xenófobas de Trump. Pregúntenle a la Canciller Claudita Ruiz Massieu para cerciorarnos sobre si alguien, en el gabinete devastador, tiene un poco de memoria.

Es esta ausencia de criterios, esta actitud amorfa ante la conflictiva universal y su desdén ridículo respecto a los genocidios cometidos –pidió perdón por la casita blanca de las Lomas no por los sucesos de Ayotzinapa, Tlatlaya o Tanhuato-, lo que ha restad a este gobierno cualquier capacidad de maniobra con la pérdida sustantiva de la autoridad moral… y si ésta, así como sin valor, no es posible gobernar para sacar adelante a un pueblo laborioso, sí, pero con un profundo hartazgo ante la creciente corrupción.

De verdad, no habría medida más aplaudida para el régimen actual que el adelantado retiro de peña nieto… aunque constitucionalmente le falten veintiocho meses de gestión.

Debate
En la perspectiva, las elecciones estadounidenses del próximo gobierno se han convertido en un duelo de repulsiones. El 67 por ciento de los ciudadanos ven a la señora Clinton como un personaje malead y el 64 por cierto observan igual al impresentable pato Donald Trump. Los signos negativos son, por mucho, superiores a los negativos y esta percepción se extiende, al mismo tiempo, entre los líderes mundiales, francamente preocupados por el derrotero que están tomando las cosas.
Para México, acaso, estos comicios tendrán mayor importancia que los de 2018 cuando se elegirá, de acuerdo a la tradición, al próximo presidente; y la tiene en cuanto a la actitud altanera de los candidatos, sobre todo el republicano insolente que no deja de berrear, y sus posturas rígidas respecto a los llamados “indocumentados”. Ni la señora Clinton, con todo y su compañero Kaine –como el acorazado fílmico-, pueden asumir que sus políticas serán contrarias a la creciente xenofobia en los países más desarrollados y acosados por el flagelo del terrorismo islámico, sí, pero no sólo del ISIS.

La coyuntura es terrible y nos pone en la línea del abismo. ¿Pueden imaginarse un escenario en donde se enfrenten los señores Trump y López Obrador, ambos con tendencias mesiánicas, agriando las relaciones bilaterales? De triunfar ambos personajes, como señalan ahora las encuestas, la catástrofe sería el segundo patronímico de la crisis en plena era de confrontaciones y con el mundo puesto de cabeza entre el terror y el odio.

La Anécdota
Ya se siente desde ahora. Me cuenta una pareja de mexicanos que optó por pasar sus vacaciones en Florida –a pesar de la elevada cotización del dólar-, que sufrieron malas caras y actitudes altaneras por doquier. En un restaurante en especial, el Sci-Fin, situado dentro de los parques Disney, les admitieron su reservación y les pidieron que esperaran. Media hora después preguntaron por qué no se les había signado mesa:

-Es que no tienen reservación –respondió la deslavada rubia el mostrador-.

Hubo mi explicaciones hasta que uno de ellos elevó la voz y exigió hablar con el gerente; entonces, con largos rostros, les llevaron a la peor mesa cuando el lugar estaba semi-vacío. Y luego el servicio y los alimentos fueron deplorables. La pareja en cuestión dejó un centavo como propina y, claro, como allí se exige pagar entre el 18 y el veinte por ciento por tal concepto, la mesera salió en busca de los clientes; y los mexicanos sólo se rieron apuntando con los dedos hacia la marquesina del lugar. Cuidado.

Cuando un gobierno pierde el respeto, los señalamientos se dirigen a sus ciudadanos.
Y, desde luego, no cesan de preguntarse en el exterior cómo es que los mexicanos
no hemos sido capaces de sacudirnos a peña nieto. No me atrevo a responder aunque podría.

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