La Unión Europea después del Brexit

Por Frank González

Roma (PL) A solo unos días de otra cumbre de la Unión Europea (UE) para analizar su futuro tras la anunciada salida de Gran Bretaña, se multiplican los contactos de alto nivel en la búsqueda de un consenso para el relanzamiento del proyecto de integración regional.
El inusual ir y venir de los principales líderes políticos de la región refleja, por una parte, la preocupación por el impacto de la decisión británica sobre la unidad del Viejo Continente, aquejada además por otras amenazas y sus propias debilidades. Evidencia, por otra, la ausencia de acuerdo sobre qué hacer en las actuales circunstancias.
El encuentro de jefes de estado o de gobierno convocado para el 16 de septiembre próximo en Bratislava, capital de Eslovaquia, será la segunda cita cimera de las 27 naciones de la UE, sin la presencia del Reino Unido y, como la primera,  tendrá un carácter informal.
La reunión anterior de los 27 se realizó el 29 de junio último en Bruselas, tras conocerse los resultados  del referéndum mediante el cual el electorado británico se pronunció a favor de abandonar la UE, en lo que se conoce como el «Brexit».
En aquella oportunidad, los líderes europeos subrayaron su vocación unitaria y lamentaron, aunque respetaron, la decisión de Gran Bretaña, a quien advirtieron que la retirada debe ser ordenada y solo se iniciarán las negociaciones para concretarla cuando el gobierno de ese país presente la solicitud formal.
«El artículo 50 del Tratado de la Unión Europea proporciona la base jurídica para este proceso. Corresponde al Gobierno británico notificar al Consejo Europeo la intención del Reino Unido de retirarse de la Unión. Esto debe hacerse lo antes posible. No puede haber negociaciones de ninguna clase hasta que se produzca dicha notificación», indicaron.
Los 27 se mostraron dispuestos a seguir considerando al Reino Unido como socio cercano en el futuro, aunque para tener acceso al mercado único debe cumplir con las cuatro libertades de la UE: libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales.
La declaración conjunta emitida al concluir el encuentro puntualizó los aspectos que preocupan a los países de la región: seguridad, empleo, crecimiento y la esperanza de un futuro mejor. «Tenemos que responder a estas expectativas de una forma que nos una, sobre todo en beneficio de los jóvenes», apuntó el texto.
A simple vista, el encuentro de Bruselas no pasó de ser una tormenta de ideas cuyo único acuerdo, además de la declaración de principios a favor de la unidad regional, fue la convocatoria a la segunda reunión en la capital eslovaca.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, calificó la cita como «un primer intercambio de pareceres» tras el referéndum británico, por lo cual «sería prematuro extraer ahora conclusiones».
A punto de culminar el período de vacaciones del verano boreal y conscientes de su liderazgo e influencia como los tres países de mayor peso político y económico en el bloque regional, Alemania, Italia y Francia realizaron el 21 de agosto la minicumbre de Ventotene, isla italiana del mar Tirreno.
En ese minúsculo territorio insular fue donde Altiero Spinelli concibió en 1941, junto a Ernesto Rossi y Eugenio Colorni, la idea de un concierto federado de naciones, recogida en la proclama titulada «Por una Europa libre y unida», elaborada por los tres luchadores antifascistas confinados allí por sus ideas políticas.
En un gesto revelador de la intención del encuentro, el primer ministro Matteo Renzi, la canciller germana, Angela Merkel, y el presidente francés, Francois Hollande, como primera actividad del programa oficial, rindieron tributo a Spinelli en el lugar donde descansan sus restos.
Para completar el entramado de alto contenido simbólico, los mandatarios se reunieron a bordo del portaaviones italiano Garibaldi, buque insignia de la «Operación Sophia» puesta en marcha por la UE en septiembre de 2015, para combatir el tráfico de personas en el Mediterráneo.
En línea con los temas abordados en la cumbre de Bruselas, Renzi, Merkel y Hollande centraron su atención en inmigración, terrorismo, defensa, crecimiento económico, empleo y el futuro de los jóvenes, en un ambiente caracterizado por la aparente cordialidad y comunidad de criterios, a pesar de las conocidas diferencias entre ellos.
La minicumbre de Ventotene fue interpretada por sus protagonistas como un relanzamiento del proceso de unidad regional con apego a sus raíces y la mira puesta en la búsqueda de soluciones colectivas a problemas comunes, sin perder de vista los intereses individuales.
«Pensamos que Europa no es el problema, sino la solución», dijo Renzi quien llamó a «no dejarnos atemorizar por el Brexit».
Con esa visión del fenómeno realizó Merkel, inmediatamente después de Ventotene, una gira durante la cual se entrevistó con 17 jefes de estado o de gobierno del este y norte del continente en apenas una semana, con varias líneas claras de mensaje.
Una de ellas fue la necesidad de manejar con cautela, serenidad y sin apresuramientos la salida de Gran Bretaña, para evitar rupturas.
«Esta es una fase de escucha, entendimiento y aprendizaje del otro para poder comprender de verdad y desarrollar un nuevo equilibrio con la Unión Europea de 27 miembros que quedará», dijo Merkel en Tallin, en conferencia de prensa con el primer ministro estonio, Taavi Roivas.
«Si se hace mal desde el principio y no se escucha y se actúa solo por actuar, entonces se pueden cometer muchos errores», dijo Merkel, quien agregó que la cumbre de Bratislava será el punto de partida para un proceso de reflexión y análisis y no uno de llegada con acuerdos definitivos.   Por su parte, Donald Tusk anunció un periplo por todos los países miembros de la UE, excepto el Reino Unido, en preparación de la cumbre de Bratislava.
Algo similar, pero a una escala más reducida harán otros líderes, en tanto los ministros del Interior y Justicia se reunirán el 14 de septiembre en Bruselas para analizar la situación del creciente número de refugiados que arriban cada día a costas europeas.
Mientras esto ocurre, las corrientes políticas contrarias a la unidad continúan ganando adeptos en varios países de la región, incluyendo algunas mediante la exacerbación de falsos sentimientos nacionalistas y la estimulación de la xenofobia, lo cual contribuye a incrementar los temores ante el posible efecto dominó del Brexit.
La creciente influencia política de los euroescépticos contribuye a acentuar la fragilidad de la UE, acosada no solo por la salida del Reino Unido, sino también por la crisis económica y la de los inmigrantes, además de los conflictos internos.
La gravedad de la situación explica la multiplicidad de consultas y la concertación de acciones del eje italo-franco-alemán, núcleo duro del esquema de integración regional, en la construcción del consenso a partir del cual se pueda reconstruir la unidad.

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