Desafío: Libertad y Vandalismo

Rafael Loret de Mola
Por Rafael Loret de Mola

*Libertad y Vandalismo
*El Crimen del “Miedo”
*Amagos de Insurrectos

Suelen, en nuestro México querido, confundirse todos los términos. Durante mi último viaje a España nadie pudo explicarme porqué al sismo le llaman seísmo, ícono se transforma en icono –sin acento- y a los cacahuates les conocen como cacahuetes. Ahora mismo caigo en la cuenta que el corrector automático no subraya ninguna de las tres acepciones anteriores, es decir sendas se dan por válidas de acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. En la misma línea, en territorio otrora azteca, olmeca, maya y de tantas etnias oaxaqueñas y chiapanecas, suele cambiarse hasta el sentido de las denominaciones para convertirlas en lo contrario de lo postulado: como si correr significara permanecer parado.
En política la cosa es todavía más grave. Solemos poner a la par, cuál si fuesen sinónimos, a la patria, el Estado y la Nación cuando son cuestiones muy diferentes y no hojas del mismo árbol. Patria es un concepto nacionalista, Estado el territorio soberano y nación, claro, la identidad física y social entre los oriundos de una misma tierra. Pudieran encontrarse parecidos pero no son similares uno del otro y no pueden utilizarse como si de lo mismo se tratara, a menos, claro, que los jilgueros demagogos pretendan manipular a la colectividad con argumentos falaces y evidentemente mentirosos.
Igualmente suelen aparejarse la presidencia de la República y la banda tricolor a la altura de los símbolos patrios: el himno, la bandera, la campana de Dolores. Y no es así, desde luego, salvo el camuflaje oblicuo que llegó a la mayor de las cursilerías cuando calderón –minúscula- besó el escudo nacional sobre una banda que ya no le pertenecía, abusando de la distensión que él no tuvo por la vergüenza de unos comicios contaminados. No faltaron quienes me insistieron en escribir peña nieto también obviando las mayúsculas. No lo había hecho con fox ni con el actual mandatario por una sencilla razón: al primero, le reconozco por haber llevado adelante una cruzada contra el PRI corruptor y hondamente viciado aunque luego no cumpliera sus promesas medulares sobre el cambio; al segundo, lo aceptaba en principio –pese al dispendio oneroso que no fue exclusivo de sus operadores sino de todos los de los diversos partidos, incluyendo al acusador López Obrador quien, por ejemplo, en el Distrito Federal cooptó, desde hace más de seis años, a los más pobres, los ancianos y cuantos requerían de atenciones sociales mínimas; yo le llamaría justicia-, porque, primero, ganó los comicios con una ventaja, ésta sí, irreversible y, segundo, considerando que bastó un fin de semana para lograr lo en apariencia una proeza que levantó el optimismo y luego se convirtió en pesadilla: el Pacto por México con el consenso de los tres poderes de la Unión y los representantes de los tres partidos con mayor representatividad. Fue extraño, eso sí, segregar a los minoritarios, que también cuentan, y al líder con mayor capacidad de convocatoria callejera, Andrés Manuel López Obrador, quien hubiera su convocatoria si deja la mano presidencial tendida. Luego, el pacto murió por inanición.
Hasta ahora esperamos el cumplimiento cabal de las llamadas “decisiones presidenciales”; la más difícil e inútil referida al déficit cero propuesto para 2013, sin aumentar los impuestos de acuerdo al anuncio del “presidenciable”, el “delfín” Luis Videgaray Caso, ex secretario de Hacienda en su faceta poco conocida de economista y no de político capaz de cabildear y acordar con los mayores adversarios. Fue otro de sus fracasos, el menos sonado quizá
¿Por qué no se buscó la conciliación con López Obrador? Si éste se resistía, bastaba con ponerlo en el aparador como instigador de la subversión aunque cantara su postura supuestamente pacifista. ¿Recuerdan, los amables lectores, lo que de él dijimos?¿De aquellos largos recorridos por las regiones más conflictivas del país sin dar cuenta de encuentros o desencuentros con los grupos de alzados que merodean por las sierras de Guerrero y Chiapas? La desesperación política es muy mala consejera… más cuando los cantos de sirena vienen de la voz de quien se presenta como el hombre de su mayor confianza: Ricardo Monreal Ávila, perdedor en los procesos judiciales en donde sus argumentos fueron tan volátiles como los fajos de billetes falsos arrojados al paso del presidente peña.
Insisto: el primer error del mandatario en curso consistió en no aprovechar la espléndida ocasión de su discurso de investidura para llamar a López Obrador a la cordura. ¿Qué hubiera sido mejor para sus seguidores: la confrontación estéril y paralizante o un pacto para sellar su compromiso con los mayores ideales de la República, la defensa de la soberanía y la urgencia del desarrollo entre otros? No se trata de empatías o animadversiones sino de construir una perspectiva mejor para la nación y la patria, que no es lo mismo insisto.
Para desgracia de todos, peña nieto cayó en el abismo, Andrés Manuel reacciona tímidamente ante los dolientes de Tlatlaya y Ayotzinapa –acaso porque si se le rasca sobre la piel aparece el tatuaje de José luis abarca-, y los demás dirigentes partidistas intentan pasar el trago amargo de puntitas… delineando la abominable ley que reprende a quienes se manifiesten y protesten; si ya la Suprema Corte prohibió usar determinados términos –no las injurias, curiosamente- sobre los homosexuales, ¿quién se extrañaría de que nos conminen a no hablar ni escribir ni cuestionar por el “bien” de la tranquilidad “republicana”?
Y aquí viene una reflexión sobre la mayor de las confusiones: el mandatario, quien obedece, pretende ser el mandante, aquel que ordena. No es así: manda la sociedad en su conjunto, el pueblo –término que han desgastado los demagogos-, y no quien ocupa, siempre de manera perentoria –y así debe continuar-, la Primera Magistratura. Lanzarse sin consensos, cual si se tratase de una aventura, a la tarea de gobernar es como entrar a una tempestad en alta mar en una barcaza sin remos: las posibilidades de naufragio se multiplican con la vulnerabilidad de la nave que se pretende dominar entre el embravecido oleaje de los océanos.
Lo peor es negociar en lo oscurito, como tanto le gusta a la oposición. Por ejemplo, el día de la asunción presidencial peñista, López Obrador aceptó concentrarse alrededor del Ángel de la Independencia para alejarse de los puntos claves para el ceremonial previsto. Y lo hizo a cambio de obviar obstáculos para la constitución del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) como partido político. La transacción se hizo a través de Manuel Camacho, René Bejarano –maestro de la simulación e inolvidable “señor de las ligas”-, y el pandillero Martí Batres. Bueno, hasta el otrora más radical del grupo, Gerardo Fernández Noroña –a quien respeto por su valor y su eterno lanzamiento hacia delante sin recovecos aunque cometa excesos en su caminar-, ha optado por irse distanciando, poco a poco, negándose al papel de mera comparsa del ícono intocable.
Lo grave del asunto es que López Obrador arengó contra la asunción presidencial, no reconociéndola pero evitando ser proclamado otra vez “legítimo” en la ilegitimidad del tumulto, y pidió las cabezas del secretario de Gobernación y de Manuel Mondragón y Kall, responsable de la seguridad pública en el ámbito federal, esto es sin dejar cabeza visible en la policía metropolitana por más que su segundo pretendiera llenar el vacío, mucho antes de que viniera lo peor: el torpe, absurdo, violento choque entre anarquistas –así se dicen cuando ya están identificados entre las dirigencias de grupos como el de los macheteros de Atenco y la APPO-, y granaderos que hacían “la tortuga” –táctica medieval para defenderse de las primeras andanadas de flechas en las luchas de asalto-, soportando una lluvia de maderas ardientes. Porque, como fue obvio entonces, los atacantes iban pertrechados y con estrategias definidas, no se trataba de jóvenes bienintencionados sino de infiltrados con la pretensión de reventar la paz y golpear severamente la imagen de México. Lamentablemente lo lograron, por el momento.
Dos años más tarde, los modernos “halcones” se exhiben como lo peor de un régimen amoral, sin escrúpulos y carente de legitimidad al ser apoyado sólo por el diez por ciento de los ciudadanos, los que seguramente tienen alguna liga gubernamental.
¿Tiene culpa o no la oposición institucional en todo ello? Si Andrés Manuel exige la caída del presidente peña además de los titulares de Gobernación y la Procuraduría, ¿entonces debemos culparlo por posibilitar el ambiente de linchamiento infecundo en el que se transgredieron las normas de civilidad hasta convertir a una de las principales avenidas de la capital, ante los ojos del turismo amedrentado con razón, en un caos con persecuciones a algunos altos clérigos y denostaciones a cuantos descubrían como invitados a la lectura del documento de peña y suponerse por encima de la ciudadanía?
¿Quiénes son culpables de las tragedias recientes? ¡Qué lástima, de verdad, porque se finiquita un liderazgo histórico, en un país necesitado de guías! No pocos se sienten simplemente usados como blindaje de los anarquistas, de los imbéciles y de cuantos creen que puede construirse algo e infaman el Hemiciclo que honra al mayor de los mexicanos o tirando maderos y arrojando camiones de basura contra los policías a quienes se ordena actuar con “prudencia”, cuatro años después, para dar cauce a los “anarcos” que no son más que los modernos “halcones” o “abarcos” –por abarca- pagados por Guerreros Unidos, el cártel mandón en la zona de Guerrero.
Se han perdido las pautas. Pero se insiste en que peña nieto mostrará su “mano dura” en cuanto se lo proponga aunque su debilidad corporal es cada día más evidente. Entonces, lo visto el primero de diciembre y las manifestaciones posteriores pudieran ser el preámbulo, o el pretexto, para subrayar la necesidad de retornar a las antiguas costumbres autoritarias, la represión y el incendio de una sociedad hastiada de contemplar, inerme, los mayores abusos imaginables. ¡Respondamos sin miedo, conscientes, de que debemos construir un México mejor para quienes vienen detrás! Después, si nos cruzamos de brazos, no tendremos explicaciones para ellos.
Debate
Jaime Orosa Díaz, escritor yucateco, describió, en su espléndido relato “El Crimen del Miedo”, las causas y efectos del asesinato de Felipe Carrillo Puerto, gobernador yucateco sacrificado en 1924 bajo un clima de feroz linchamiento alentado por la entonces “Revista de Mérida”, precursora del Diario de Yucatán, perteneciente al cacicazgo informativo de los Menéndez en la península. Explicó Orosa, con precisión, que el ámbito se enrareció, notoriamente, cuando la derecha, promovida por el jerarca del periodismo, Carlos R. Menéndez, se opuso al mandatario y creó los aires levantiscos que acabaron con el fusilamiento del “apóstol de los ojos de jade” y veintitrés de sus colaboradores, incluyendo el de sus hermanos y el de Don Manuel Berzunza -el anillo periférico meridano lleva su nombre-, entonces alcalde de Mérida, en un paredón montado en el cementerio de esta ciudad ahora convertido en la Rotonda de los Socialistas Ilustres.
Lo triste de la historia es que mientras Carrillo permaneció en una infecta celda –la última del pasillo entre las crujías a donde se destinaba a los mayores criminales-, no hubo manos, ni una sola, que se alzara en su defensa; luego del horror llovieron las alegorías, las coronas de flores, los himnos patrióticos inspirados en él, la exaltación popular y el fervor político sobre los restos inermes bajo el silencio eterno. La memoria, tantas veces, atormenta y alecciona.
Escribo sobre aquel episodio para subrayar no sólo la volatilidad de una ciudadanía confundida sino lo perentorio de los liderazgos que se pierden por disputas y grescas sin sentido; también para desenmascarar a quienes instigan y después esconden las hondas con las que tiraron las primeras piedras. Así hoy Andrés Manuel y quienes le aconsejan mantenerse lejos de las líneas de fuego, en lo suyo –esto es ampliando su propia campaña como él como único centro valedero- para tratar de lograr su conquista por el poder ¿Hacia dónde iríamos si los vándalos que vimos todos, organizados por el ejército, deciden estropear el ascenso de cualquiera de los líderes relevantes? Mal pintan las cosas para esta democracia agria y áspera.
No es tal lo que queremos la mayor parte.
La Anécdota
Cada vez aumentan quienes se preocupan, como sucedió hace cuatro años cuando se exaltó el supuesto Apocalipsis maya, interpretado por mentes calenturientas para extender la angustia social de los ingenuos e ignorantes, al fin y al cabo son lo mismo, por los comunicados de grupos “extremistas”, como el que se hace llamar ERM-LN –Ejército Revolucionario Mexicano-Liberación Nacional-, en el sentido de llamar a “tomar las armas” a costa de derramar sangre y provocar la caída del gobierno constituido. ¿Era éste el plan alterno convertido peña en un títere? Sólo la violencia puede salvar a los caciques infectados, inmundos, y no a la ciudadanía que reclama paz y un justo relevo presidencial; hay elementos de sobra, entre la sociedad civil, para encabezar una verdadera transformación política sin pedir el aval de quienes han instaurado una vergonzosa partidocracia.
Lo anterior, entonces, justifica el ansia de justicia entre la mayor parte de los mexicanos.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
NO ES DECENTE SER OPOSITOR Y ACTUAR CON LOS MISMOS SIGNOS AUTORITARIOS DE QUIENES SON SEÑALADOS POR OSTENTAR EL PODER Y DEGRADARLO POR LA PREPOTENCIA Y LA DEMAGOGIA. TAL ES LA PARTIDOCRACIA. DE ALLÍ LA URGENCIA DE HACER VALER LOS ARGUMENTOS INSTITUCIONALES Y GIRAR HACIA EL PARLAMENTARISMO. ¿O ACASO DEBEMOS ACEPTAR LA MULTIPLICACIÓN DE LOS TERRITORIOS INFAMADOS POR LA GUERRA SORDA QUE VAN GANANDO LAS MAFIAS?

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