Desafío: Ya es un Ultimátum

Por Rafael Loret de Mola
Por Rafael Loret de Mola

*Ya es un Ultimátum
*Hablen… nada más
*De Gobierno a Trump

 

Infeliz aniversario el de hoy. Se cumplen cuatro años exactos del infecundo y cruel retorno del PRI a la Presidencia y del señor peña nieto como Primer Magistrado en un entorno marcado por el rechazo a éste –que alcanza oficialmente al 69 por ciento de los mexicanos si bien otras organizaciones asumen que la medición no es correcto y son ocho o nueve mexicanos de cada diez quienes lo repelen-, sin duda alguna el más alto de cuantos se han dado en el nebuloso andar de México por su historia. Ya está en los niveles del usurpador Victoriano Huerta Márquez “El Chacal” –lo escribo con mayúsculas por su condición de personaje histórico-, asesino de Madero y Pino Suárez a las órdenes del beodo embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson en 1913.
No sé por qué al hablar de Wilson me vino a la cabeza Trump si no están en la misma perspectiva aunque sendos sujetos, uno presidente electo de los Estados Unidos y otro cenizas que los vientos no se llevan para apuntalar el horror que causan los miserables, coinciden en un punto fundamental: el ex embajador intentó, por todos los medios, que su gobierno invadiera México aprovechando las heridas y devastación de una cruenta Revolución; y Trump, aunque no lo dice, pretende concentrar a los mexicanos en los modernos “ghetos” a los que llama ciudades santuarios mientras organiza la manera de usar a su marioneta favorita, en el Palacio Nacional, siempre a su favor. Los hilos del astuto hacen girar al muñeco.
Por lo pronto, tímidamente, el señor peña dota de mayor “certidumbre jurídica” a los clanes militares, esto es para que puedan intervenir en asuntos internos y no sólo los relacionados con la soberanía nacional y las catástrofes naturales que irremediablemente se producen cada año para lucimiento feliz, bajo las candilejas, de los demagogos disfrazados de mandatarios o de legisladores dispuestos para caminar entre aguas fuera de cauce o escombros de edificios construidos por la vía de las “mordidas” y no de los permisos legales.
Sólo falta que a la soldadesca se le obligue a realizar maniobras militares en Ciudad Juárez o Tijuana –en mi Tamaulipas las cosas están tan mal que no caben más horrores-, sólo para divertimiento de los miembros del Pentágono, dada las tremendas asimetrías en cuanto a la capacidad de fuego de uno y otro lado de la frontera, tratando de hacerse notar por la comunidad internacional luego de que asesinó, de hecho, a la Doctrina Estrada en pro de la autodeterminación de los pueblos, un concepto rebasado por el permanente entreguismo hacia el exterior y la burla constante a la soberanía popular cuando llegan los comicios.
No es congruente, de modo alguno, insistir en la lucha contra la violencia y utilizar a la misma como argumento central para militarizar al país en el preámbulo de un gobierno militar, retrocediendo setenta años hasta los días en los que el general Manuel Ávila Camacho condujo la candidatura del abogado Miguel Alemán Valdez y separó a los mandos castrenses de la Presidencia. Lo grave, ya lo hemos dicho, es que siete décadas de accionar, entre la corrupción y el bandidaje abierto, no han sido buenos réditos de los gobiernos civiles. Ni uno se salva.
Con todo ello, peña nieto no es una figura con capacidad para detener el furor de Trump contra los mexicanos, en vías de cancelar los tratados comerciales de mayor peso, sino representa, precisamente, lo contrario: la vulnerabilidad de un gobierno sin apoyo general y, cada día, más comprometido por la ausencia de resultados, de obras de infraestructura y hasta de sentido común; un sexenio terrible, sí, que hoy arriba al cuatrenio –el lapso impuesto a los mandatarios estadounidenses si bien éstos pueden reelegirse una sola vez-, a través del cual los funcionarios, no sólo el jefe de ellos, han demostrado no sólo una incorregible ignorancia –incluyendo al secretario de Educación, Aurelio Nuño Mayer, quien debiera ser el reflejo de la cultura nacional pero sólo alcanza a “ler” algunas obritas y acaso no pocos comics de los Superhéroes estadounidenses-, sino una total ausencia de sentido social para generar confianza entre los más necesitados –dentro de los cuales ya puede situarse a la depauperada clase media-.
Mientras el rencor interno evoluciona en cuanto al rechazo que ya tocó fondo, en los Estados Unidos se vive un cambio estructural que coloca a México, a Latinoamérica, el Medio Oriente y hasta a la Unión Europea, en jaque; el mate llegará cuando la furia del trumpista a través de los trompudos modernos pretendan sumar a sus filas a los países limítrofes, México y Canadá, a la manera de Hitler quien invadió, sin resistencia alguna, a su avasallada Austria, su cuna aunque la ocultara al fundar el Tercer Reich.
Este analista, y me hubiera gustado equivocarme, fue el primero en equiparar al trumpismo con el nazismo con la carretada de cuestionamientos de quienes insisten en la posibilidad de un Trump generoso y exitoso desde la oficina oval legendaria. No será así pues ni su semblante ni sus maneras han cambiado, amenazando a los medios y reiterando su indisposición ante los conflictos de otras naciones incluyendo sus aliadas. Ante esto, insisto, ¿es peña a figura adecuada para defender, asegurar y consolidar la soberanía nacional con raciocinios y movimientos de alta diplomacia, capaz de no caer en el juego verbal insidioso? Es evidente que no.
Si faltaba algún argumento para insistir en la licencia definitiva del mexiquense, pese a su adicción por el poder, es evidente que las relaciones bilaterales con los Estados Unidos ameritan un tratamiento especial, no la poca comedida señal de que serán “de gobierno a gobierno”, negando así la posibilidad de acercamientos personales capaces de derribar los muros de la ignominia, para intentar justificar así la postura de peña tras su impopular invitación a Trump para visitar Los Pinos, que no México, aunque la casona presidencial este enclavada en el corazón de Chapultepec.
¿Quién va a intentar recorrer este sinuoso camino? ¿La heredera de los magnicidios, Claudita Ruiz Massieu –hay quienes la han señalado viable presidenciable… a falta de figuras en la baraja política, me parece-, quien abiertamente se negó a respaldar la torpe idea de favorecer a Trump brindándole espacios privilegiados y candilejas en la residencia oficial? ¿El propio señor peña quien hoy se muerde la lengua todos los días? ¿El ratoncito hidalguense Osorio Chong, quien prefiere marginarse para no entorpecer su desesperanzada aspiración de abanderar al PRI en una contienda perdida de antemano? ¿Luis Enrique Miranda, secretario de Desarrollo Social y mexiquense, quien ni siquiera pudo contenerse ante los señalamientos de la soberanía legislativa e insinuó que una diputada de MORENA estaba loca y no podía atenderla porque él no había estudiado siquiatría? Ni uno de ellos puede con el paquete.
De allí la urgencia de que, tras cuatro años de tropezones, corrupción y muertes, opte el señor peña por retirarse del Ejecutivo dando cauce a un periodo apropiado para la reconciliación de los diversos sectores, no de los partidos que han ahondado el conflicto, y la posterior reforma destinada a cambiar, desde el fondo, las reglas del juego electoral, asegurando la segunda vuelta, la reducción de curules y escaños, y la exaltación de las mayorías, de verdad, por encima de minorías elitistas, cerradas por un treinta por ciento de las preferencias comiciales. Es perfectamente posible… aún si el substituto es priísta pues sería obligado a cumplir con los fines torales.
Mientras tanto, me es difícil visualizar alguna reunión de Trump con el “chino” hidalguense, o el pretenso mexiquense que perdió la alcaldía de Toluca, o con Margarita con vista en “la mar”, o con Andrés Manuel quien jamás toca el tema, o con Mancera, el pequeño, o con Moreno Valle, el tramposo y manipulador. ¡Vaya desastre que nos espera con ellos!
No exageramos cuando señalamos que Trump ganaría –julio pasado-, ni al situar a los personajes mencionados, a alguno de ellos, en el centro del inframundo estadounidense, frente al obelisco en honor de George Washington. Simplemente, de nuevo, lanzamos la alerta.
Debate
Hace años, en 1989, fui citado por la comisión legislativa, en la Cámara de Diputados, formada para conocer sobre las incidencias de los magnicidios cometidos contra Luis Donald Colosio y Francisco Ruiz Massieu. Al presentarme certifiqué que sólo se encontraba en el salón un diputado lo que significaba un franco desaire como desfogue del desinterés. Reclamé, insistí e incluso advertí a los legisladores y logré con ello que aparecieran cuatro más. Y así se llevó a cabo la diligencia sin la menor consecuencia. Una farsa.
Recordé lo anterior al observar a los padres de los normalistas “desaparecidos” de Ayotzinapa acudir ante cinco comisiones legislativas y un pobrísimo quórum de treinta diputados. Y hablaron, sí, del descuido deshonesto de las Cámaras ante uno de los mayores dramas del peñismo. No hubo respuesta sino vergüenza; una postura que somete a los tibios parlamentarios a un lapso incómodo para luego volver a sus actividades en restaurantes de lujo. No sirven para lo fundamental, ni lo mediano; sólo para las simulaciones indignas.
La actitud de los diputadetes, infamante, es reflejo muy claro de que detrás de los genocidios están las manos que mecen la cuna y esto ya no puede soslayarse.
La Anécdota
“De gobierno a gobierno”, dijo peña que serían las relaciones con Donald Trump, el miserable, quien no cesa en su altanería ante los mexicanos. Esto es, sólo el refrendo de decisiones y condiciones tomadas en Washington bajo una constante amenaza.
Trump se burla, peña se desentiende y los mexicanos seguimos en el peligroso vaivén, sinuoso, de las truculencias políticas inconfesables.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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Mal horizonte tenemos, entre la advertencia acerca de un gobierno militar confluyente hacia la dictadura y el avance de las rectorías norteamericanos bajo la tutela de Trump. La pesadilla es peor cada día.

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