Mexicanos afectados por sismos sienten desamparo y olvido

Por Raúl García Alvarez

México, 15 oct (PL) Con el paso de los días tras los grandes sismos que sacudieron a México el pasado mes de septiembre y ocasionaron grandes afectaciones, las personas comienzan a sentir hoy desamparo porque están ausentes los recursos para solucionar sus desgracias.
Distintos medios de prensa publican demandas de personas que al declarar sus viviendas o edificios inhabitables, viven al amparo de Dios, como afirmó Belinda Gutiérrez, de la delegación Roma en la capital mexicana.
Prensa Latina visitó las colonias Roma y Condesa, en la delegación Cuauhtémoc, las más golpeadas por los terremotos del 7 y 19 de septiembre pasado.
Ya no están los edificios destruidos, quedan pocos vestigios, pero por doquier están las cintas amarillas o rojas previendo o anunciado «edificio inhabitable».
Muchos de sus habitantes todavía buscan voluntarios que les extraigan sus pertenencias, otros se reubicaron en un albergue o en casa de un familiar a espera de la ayuda anunciada por el gobierno local y la presidencia del país.
Algunos como Gregorio Bachiller, afirman que es el principio del viacrucis que ahora viven los miles de afectados que perdieron a familiares o sus bienes patrimoniales.
Martín Esparza, Secretario General de Sindicato Mexicano de Electricistas, demandó en la Revista Siempre, a los partidos destinar todos sus recursos para reconstruir los estados sacudidos por los embates de la naturaleza.
Y advirtió que ahora, esa sociedad civil que ha suplido el vacío -por las donaciones ofertadas- de las instancias gubernamentales está exigiendo que se le atienda y se cumplan las promesas.
Miguel Ángel Mancera, gobernador capitalino ha reiterado que cuenta con unos tres mil millones de pesos (165 millones de dólares) para la reconstrucción, pero espera que la presidencia nacional le libere los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) unos nueve mil 400 millones de pesos (520 millones de dólares).
Para los expertos estos trámites, engorrosos y burocráticos, se extienden y llevan a que las personas desamparadas comiencen a inquietarse y a reclamar todo lo prometido. La mayoría se siente frustrada frente a un proceso lento y que comienza a politizarse.

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