En este país de ausencias… “Ya nada nos dará lo mismo”

Francisco Barreiro, parte de Lagartijas Tiradas al Sol, integra esta propuesta escénica a partir de la ausencia, de la injusticia, de un país marcado por la violencia que intenta reapropiar y resignificar, y de un crimen no resuelto

Por Ana León

“Esto no es una obra de teatro.” Tajante es el discurso de Francisco Barreiro así como la primera línea de Ya nada nos dará lo mismo. “Esta no es una obra de teatro sino un testimonial escénico porque estoy arriba de un escenario, pero eso no significa que sea teatro. Yo no lo nombraría teatro.”

La hija de Tita Gutiérrez tenía 25 años cuando fue asesinada; aunque la primera noticia que tuvo de su muerte fue que se había suicidado. Trabajaba como chef en el restaurante del Hotel Fontana Leisure Park & Casino, en Filipinas. Ella ya había anunciado su regreso a casa cuando el 26 de diciembre de 2008 la llamada del jefe de seguridad del hotel descolocó por completo a su familia. La inconsistencia de los reportes policíacos pusieron en duda, de inmediato, la teoría del suicidio. Además de que Elisa Loyo ya había interpuesto denuncias por maltrato y discriminación. Diez años después, ni las autoridades de México, ni de Canadá (tenía doble nacionalidad), ni de Filipinas se han interesado por esclarecer el caso.

Tres océanos es el libro que Tita escribió como una forma de dar salida a lo que la muerte de su hija provocó en ella y en su familia. Tres océanos es el libro que Tita entregó a Francisco en un taller impartido por éste. Ahí, una frase al inicio, “una verdad compartida es otro tipo de justicia”, haría mella en el actor y director que decanta el caso en esta puesta en escena por medio de la cual, al igual que en su proyecto previo Está escrita en sus campos, intenta reconocer este país, su país, crear un mapa, reapropiárselo porque “si una mujer de clase media alta que llegó con la primera dama del país (Margarita Zavala), con ministros y embajadores de Canadá, de Filipinas, que escribió un libro, que viene de una familia de abogados, que es abogada… no ha logrado nada, ¿qué te espera a ti a mí? ¡¿En qué país estamos?! ¡¿A qué aspiramos?!”

“Una verdad compartida es otro tipo de justicia”, es una frase que motiva esta puesta en escena, ¿crees que realmente lo es?

No lo sé. Esa frase me llamó mucho la atención al principio. Me resuena más por lo que es el teatro para mí. El teatro siempre es un lugar consagrado para la ficción donde la realidad es muy difícil acomodarla. Me llamaba mucho la atención en ese término, primero, una verdad compartida, como una realidad, como algo que sí me sucede. Y tiene que ver con la misma potencia del teatro, cuando compartes una información. Siempre he tenido mucho esta reflexión, sobre todo desde que trabajo con Lagartijas tiradas al sol hace quince años, de que la gente va, paga un boleto, se sienta, guarda silencio, espera a ver qué tienes que decirle… entonces es ¿qué tienes que decirle?

Contestando a tu pregunta, no lo sé, pero sí sé que genera otro tipo de potencia, resuena de otra manera en la cabeza de la gente ese tipo de frases. Antes de empezar a leer el libro (de Tita, Tres océanos) me impresionaba mucho por cómo conocí a Tita dentro de este taller y que me dijera “tengo un libro, te lo regalo”, yo no sabía nada de la existencia del libro. Abro la primera página y veo que tiene una dedicatoria y, entre otras frases, ésta. Y una mujer que es abogada, que es maestra de derecho, que hable en esos términos me parecía interesante. No sé si una verdad compartida es otro tipo de justicia pero la intención de este proyecto es provocarla, creo que un poco a eso alude el mismo título: Ya nada nos dará lo mismo. Tiene que ver más con una postura de la sociedad civil, del mismo espectador como ciudadano, del artista como ciudadano, de Tita como ciudadana. No podemos seguir siendo parte de esta carrera de corrupción que luego llega a otros lugares. Nosotros empezamos dando la mordida.

Dices que el teatro siempre ha sido un espacio de ficción pero llevas quince años trabajando con Lagartijas y una las características súper específicas de esta compañía es que hacen teatro con un exhaustivo proceso de investigación, de hechos reales, Gabino, por ejemplo, entró a trabajar a una fábrica de maquila en Tijuana…

Todo eso es ficción. Nosotros trabajamos siempre con ficción. Nos interesa la realidad en términos de si vamos a hacer una obra sobre el PRI, bueno, pues hay que saber qué es el PRI. Cuando hice el proyecto del narcotráfico (Está escrita en sus campos) hice una investigación de dos años sobre el narcotráfico con gente específica, pero la historia que presento de “El Tigre” es ficción, yo la escribí y la presento como una historia real, como un asesinato real.

Pero este caso no es ficción…

No, es un asesinato real. Es la primera vez que trabajo con la realidad así. Trabajamos con la realidad en el sentido de los temas: la depredación del agua, el PRI, las guerrillas en México, el narcotráfico, la situación política en Veracruz, en Tijuana, pero también nos ayudamos mucho del teatro, de la ficción, para ir potenciando esas ideas, esos procesos y esos mismos proyectos.

Pero eso no es lo importante. Ya que te lo diga, pues te arruiné todo, pero la realidad es que sí es ficción y tiene otro tipo de lectura, y eso es lo bonito, y eso es el poder y un poco de lo que te hablaba hace un rato. Tú te vas con esta reflexión de decir, “órale, se metió en la maquila, vivió con el salario mínimo y lo iban a cachar y lo iban a linchar…”, eso es el teatro. Y no importa que sea mentira porque no es mentira, porque hay muchas historias así.

¿Cómo abordas el sistema de justicia en México? Está este caso específico, pero ¿cómo haces para trasladar y aterrizar conceptos como burocracia, corrupción, justicia en escena?

En realidad son básicamente tres líneas en este proyecto. Una, que es el eje central, es la historia de Tita. Evidentemente dentro de la historia de Tita está la historia de su hija Elisa. Otra línea que a mi me interesa es la gráfica, tengo unas gráficas que saqué de la Anatomía de la corrupción en México [María Amparo Casar], son encuestas que fueron recopilando del 2012 al 2016, que le hacen a la ciudadanía acerca de la corrupción. Es un texto y un estudio muy interesante de casi cien páginas y empieza hablando de la corrupción en nosotros como ciudadanos, cómo vemos al gobierno, al final lo va desmembrando y la corrupción está aquí y soy yo. Esa es la segunda línea, que el espectador se sienta un poco protagónico, un poco arriba del escenario y donde se pueda ver. Donde estás viendo unas encuestas y entonces te dicen: ¿qué tanto cree usted en la política? Que haya cierto protagonismo del espectador, siento que eso pasa poco. Hay mucha ausencia, que eso me interesa mucho, también.

La tercera línea es la línea del artista, en este caso yo, cuestionándose por qué está haciendo este proyecto, por qué estoy haciendo la realidad. Me pone un poco nervioso porque maneja líneas sensibles, porque no es la ficción que puedes manipular, porque es delicado y hay que hacerlo con mucho cuidado. Fue un caso tremendo.

La manera en que me acerco a la justicia, que en realidad es más la injusticia, no es tanto que me meta en una cuestión teórica o de investigación, sino son preguntas, este proyecto son preguntas, fueron preguntas desde el primer momento: ¿Qué significa que mi voz esté contando la historia de esta mujer?, ¿tengo algún derecho para contar esta historia? ¿En qué país estamos? ¿A qué aspiramos?

Hablas de la ausencia, ¿a qué te refieres?

Me interesa la ausencia de la actriz protagónica en la obra de teatro, ¿cómo funciona eso?, ¿cómo ves una obra que está en pasado?, que es más una película que una obra de teatro. Tita está proyectada, entonces es algo que sucede en pasado y el teatro la característica es que es vivo, que está ahí. De pronto a mí me parece que eso puede generar una reflexión: ¿qué pasa cuando la protagonista no puede o no quiere estar, qué le pasa al teatro?, ¿funciona o no funciona?, ¿qué es? Por otro lado, también pienso la ausencia como un sistema de impartición de justicia que no tiene que ver con algo físico, que tiene que ver con una ausencia de justicia.

Y la ausencia de Elisa en la vida de Tita, ese dolor y estos diez años por los que ha pasado de todo. Ese es un tema muy actual en nuestro país: las madres que pierden a sus hijos, las madres que tienen a sus hijos desaparecidos, o los hijos que pierden a sus padres. Este país de ausencias por violencia, sobre todo. Ese tipo de depredación que existe en nuestro país.

En Está escrita en sus campos optas por el monólogo y en Ya nada nos dará lo mismo, de alguna forma, también, ¿por qué apelar a este género?

Más que la idea de monologar, tiene que ver más con la idea de hacerme responsable de lo que estoy diciendo, con dar la cara y decir: soy yo. Hay una idea, más que de presentarme, de responsabilizarme de mi poética y de lo que estoy haciendo.

Está escrita y este proyecto tienen cierto paralelismo y son opuestos. Ya nada nos dará lo mismo está basada en un caso específico y se abre un poco a lo social. Está escrita… viene de una investigación sobre el narcotráfico y ahí nos encontramos la historia de “El Tigre”. Son casos muy similares, uno lo escribí yo y otro es real. Tiene que ver con una necesidad de que mis proyectos los puedo hacer yo. Tiene que ver más con la línea del discurso personal.

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