Trump y pesquisa sobre elecciones, el fantasma de la obstrucción

Por Diony Sanabia

Washington, (Prensa Latina) La publicación del informe de la pesquisa del fiscal especial Robert Mueller sobre las elecciones estadounidenses de 2016, despierta nuevas sospechas acerca de la presumible obstrucción de la justicia cometida por el presidente Donald Trump.

Como era de esperar, el mandatario republicano volvió a negar tal actitud, y algo similar hizo el secretario de Justicia, William Barr, antes de que se divulgara el reporte, con tachaduras, el jueves 18 de abril.
Sin embargo, voces demócratas acusaron al gobernante de dicha obstrucción y consideraron que el texto editado pinta un retrato impresionante de corrupción.

Trump ha pasado toda su presidencia involucrado en una campaña continua de obstrucción, intimidación y abuso de poder, expuso en un comunicado Tom Pérez, presidente del Comité Nacional Demócrata.
Nadie está por encima de la ley, agregó el dirigente de la organización azul, mientras que sus copartidarios Nancy Pelosi y Chuck Schumer, respectivos líderes de la Cámara de Representantes y de la minoría en el Senado, criticaron la conducta de Barr.

El secretario de Justicia, responsable de hacer público el documento, de 448 páginas, tuvo a cargo su edición con el argumento de mantener seguras a disímiles fuentes e indagaciones en curso.

A lo largo de casi dos años, Mueller encabezó la investigación acerca de la posible injerencia de Rusia en los mencionados comicios y la presunta colusión del país euroasiático con la campaña de Trump, quien reiteradas veces se refirió a la pesquisa como una cacería de brujas. En el texto, el equipo del fiscal especial tildó de inadecuadas las respuestas escritas que ofreció el gobernante durante el proceso investigativo y contempló emitir una citación para Trump.

Por último, decidieron no realizar esa variante debido a las amplias probabilidades de una larga batalla legal, y agregaron que tenían suficiente información de otras fuentes para sacar conclusiones fácticas relevantes sobre la intención y la credibilidad.

Según reveló el documento, Trump se asustó cuando supo del posible encuentro con Mueller para declarar, y dijo que eso era terrible.
Mueller y sus colaboradores pensaron acusar a Trump de obstrucción de la justicia, pero no lo hicieron pues, anotaron, «reconocimos que una acusación penal federal contra un presidente en funciones impondría cargas sobre su capacidad para gobernar».

Los investigadores analizaron la respuesta de Trump a los informes sobre la relación de Rusia con su equipo, que no se comprobó, el despido del director del Buró Federal de Investigaciones James Comey, el comportamiento sobre los cargos contra su exjefe de campaña Paul Manafort y el otrora asesor de seguridad nacional Michael Flynn, y los esfuerzos por deshacerse de Mueller.

También consultaron una opinión de la Oficina de Asesoría Jurídica del Departamento de Justicia, de que un presidente en ejercicio no puede ser procesado.
La evidencia obtenida sobre las acciones e intenciones del mandatario presenta problemas difíciles que tendrían que resolverse si estuviéramos emitiendo un juicio tradicional, anotó el informe.

Al mismo tiempo, subrayó, si tuviéramos confianza después de una investigación exhaustiva de los hechos de que el presidente claramente no cometió obstrucción de la justicia, lo afirmaríamos.

Sobre la base de los hechos y las normas legales aplicables, no podemos llegar a ese juicio. En consecuencia, si bien este informe no concluye que el gobernante cometió un delito, tampoco lo exonera, explicó.

A criterio de las afirmaciones aparecidas en el reporte, Rusia interfirió en las elecciones de manera radical y sistemática.

Previo a la divulgación del reporte, Barr comentó en una conferencia de prensa que la pesquisa de Mueller no estableció que miembros de la campaña de Trump conspiraran o estuvieran coordinados con Rusia en sus acciones de intromisión.

Hay pruebas sustanciales que muestran que el jefe de la Casa Blanca estaba frustrado y enojado por la convicción de que el proceso investigativo estaba lastrando su presidencia, era impulsado por sus opositores y alimentado por filtraciones ilegales, expuso el fiscal general.

De la misma manera que realizó en otras ocasiones, Trump escribió primero el 18 de abril en su cuenta personal de red social Twitter que la investigación era «el mayor fraude político de todos los tiempos» y reiteró que existe acoso en su contra.

Horas después, ya avanzada la tarde, aseguró que contó con el derecho de terminar la pesquisa, pero no escogió esa opción.
«Tuve el derecho de terminar toda la cacería de brujas si lo deseaba», manifestó el jefe de la Casa Blanca en la mencionada plataforma de microblogging.

«Podría haber despedido a todos, incluyendo a Mueller. Elegí no hacerlo. Tuve el derecho de usar el privilegio ejecutivo. No lo hice», recalcó el gobernante.
En tanto, el titular del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, Jerrold Nadler, pidió al fiscal especial que comparezca ante el Congreso en una fecha próxima.

Como he comunicado ya al Departamento de Justicia, solicito su testimonio lo antes posible, no más tarde del 23 de mayo de 2019, indicó el legislador demócrata en una carta enviada a Mueller.

De acuerdo con Nadler, el Congreso y los estadounidenses deben escuchar a Mueller en persona para entender mejor los hallazgos de su pesquisa.
El 22 de marzo pasado se dio por concluida oficialmente esa indagación, y el fiscal especial entregó a Barr el informe con los detalles al respecto.
Un par de días después, el secretario de Justicia envió al Congreso un resumen de cuatro hojas sobre el reporte de Mueller, pero tal sumario resultó insuficiente para los legisladores demócratas, quienes demandaron hacer público todo el material.

Alguna vez, el informe de Mueller fue percibido como un instante de catarsis nacional que finalmente podría exponer lo que sucedió en torno a los comicios de 2016, consideró la televisora CNN.

Sin embargo, explicó, después de dos mil 800 citaciones, 500 órdenes de búsqueda, igual cantidad de entrevistas con testigos, y una campaña implacable por parte de Trump para desacreditar al fiscal especial y a su equipo, está claro que tales esperanzas se perdieron.