Feminicidio, alarmante pandemia en Brasil

Por Osvaldo Cardosa

Brasilia, (Prensa Latina) La violencia verbal, física, sicológica, sexual y los asesinatos contra mujeres de todas las edades en Brasil continua siendo flagelo humillante y no fuerza, sino debilidad de los hombres.

Las noticias sobre maltrato contra las brasileñas pululan en casi todos los medios. El 28 de abril una joven embarazada fue encontrada muerta en un terreno estéril en Perus, zona norte de Sao Paulo. Diana Pereira da Trindade, de 24 años, resultó asesinada por el albañil Aias de Souza Silva, de 35 años.

Casos de este tipo se califican de feminicidio, término empleado por la activista sudafricana Diana E. H. Russell en 1976 ante el Tribunal Internacional de los Crímenes contra la Mujer.

La inserción en el idioma español ocurrió a mediados de la década de 1990, al proporcionarle la escritora y socióloga su significado en el contexto de las revelaciones sobre impunidad en los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez, en México.

Rusell definió el feminicidio como «asesinato de mujeres por hombres motivado por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres».

Entendió que esas muertes no son casos aislados o episódicos, sino insertados dentro de una cultura en la cual la sociedad naturaliza la violencia de género y limita el desarrollo libre y sano de niñas y mujeres.
De acuerdo con estudios, una de cada tres mujeres puede sufrir de abuso y violencia durante su vida.

Brasil ocupa el quinto lugar (detrás de El Salvador, Colombia, Guatemala y Rusia) en el ranking mundial de feminicidios entre 84 naciones, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Respecto a países desarrollados, en Brasil se mata 48 veces más mujeres que en el Reino Unido, 24 veces más que Dinamarca y 16 veces más que Japón o Escocia.

El número de casos de feminicidio en 2019 aumentó exponencialmente comparado al año pasado.

Según datos de la Secretaría de Seguridad Pública, los casos crecieron el 76 por ciento en el primer trimestre de 2019.
En los primeros tres meses de este año, 37 mujeres sufrieron feminicidio en el estado de Sao Paulo, mientras que 21 en 2018.
Al menos ocho de cada 10 de estos crímenes en 2019 ocurrieron dentro de casa.

Las mayores víctimas del flagelo en Brasil son negras y jóvenes, con edad entre 18 y 30 años.
Estadísticas del Mapa de la Violencia revelan que la tasa de asesinato de mujeres negras aumentó en 54 por ciento en 10 años. El número de crímenes contra mujeres blancas, en compensación, cayó 10 en el mismo período.

CASOS Y DATOS QUE REVELA LA PRENSA

Otros casos, divulgados en la prensa, revelan que en enero 126 mujeres murieron y 67 sobrevivieron a intentos de feminicidio, en 90 ciudades y 21 estados de Brasil.
Teniendo en cuenta los reportados en febrero, el número sobrepasa las 200 víctimas.

Un estudio del diario Folha de São Paulo, basado en la investigación del docente Jefferson Nascimento, de la Universidad de Sao Paulo (USP), revela que el 71 por ciento de los crímenes fueron perpetrados por socios o excompañeros.

Las armas blancas se utilizaron en 41 por ciento de las trasgresiones, mientras que las de fuego representan 23. Del total, 47 por ciento ocurrió dentro de la casa de la violentada.
Tales actos resultan alarmantes, cuando el Gobierno de Jair Bolsonaro quiere facilitar la posesión de artefactos de fuego.

«La liberación del porte de armas coloca a las mujeres en una situación de riesgo mucho mayor porque la mayoría de los casos de feminicidios ocurre exactamente dentro de la propia casa y son cometidos por personas conocidas y supuestamente de confianza de la víctima», alertó Raquel Dias, tesorera del Sindicato Nacional de los Docentes de las Instituciones de Enseñanza Superior (Andes-SN).

Desde el 9 de marzo de 2015, la legislación brasileña prevé sanciones más graves para homicidios que encajan en la definición de feminicidio.
La ley pasó a considerar ese tipo de delito como crimen atroz, con una pena de 12 a 30 años de prisión.

Por motivos de separación ocurren los casos más comunes de estos asesinatos. Muchas de las mujeres ultimadas ya recibían amenazas o eran agredidas constantemente. Los agresores se sienten legitimados y creen tener justificaciones para matar, culpando a la víctima.

Las Naciones Unidas alegan que las incitaciones más comunes de los agresores implican sentimiento de posesión de la mujer, el control sobre su cuerpo, deseo y autonomía, limitación de su emancipación (profesional, económica, social o intelectual) y desprecio por su condición de género.
Bien vale concientizar en Brasil la frase que aparece escrita en un muro: ni la tierra, ni las mujeres son territorio de conquista y todos los hombres portarán la marca de una herida cuando una mujer es maltratada.