El complicado camino de Reino Unido por los acuerdos post-Brexit

Nestor Marín

Londres, (Prensa Latina) Tras abandonar la Unión Europea (UE) el 31 de enero pasado, el Reino Unido inició las negociaciones para alcanzar un acuerdo de libre comercio con su antiguo bloque, pero el camino se antoja de antemano largo y sinuoso.


Según lo establecido en el tratado de retirada firmado en octubre pasado, ambas partes tendrán hasta finales del año en curso para definir los términos de sus futuros vínculos comerciales.


Las conversaciones se prevén, sin embargo, difíciles, sobre todo después que el primer ministro británico, Boris Johnson, amenazó con levantarse de la mesa en junio próximo, si para esa fecha no se han logrado avances significativos en las conversaciones.


El gobernante conservador exige a Bruselas firmar un pacto libre de tarifas y aranceles similar al rubricado por la UE con Canadá, pero olvida que a Bruselas y a Ottawa le llevó casi siete años conseguirlo.


Johnson adelantó además que no aceptará alinearse con las regulaciones europeas relativas a los derechos laborales, los subsidios y el medioambiente.


PUNTOS DE DESENCUENTRO


Para los analistas, los principales escollos para llevar a buen puerto las negociaciones son la pesca, la competencia desleal, las competencias de las cortes europeas, los servicios financieros y los antiguos reclamos sobre devolución de objetos saqueados.


Bruselas demanda, por ejemplo, que el Reino Unido permita que la flota europea pueda seguir faenando en aguas británicas, pero Londres ha dejado claro que una vez revocada la Política de Pesca Común todavía vigente, esas áreas serán «primero que todo» para los barcos nacionales.


La UE también quiere tener garantías de que no habrá una competencia desleal a la hora de comerciar, por lo que aboga por mantener sus normas sobre derechos laborales, medioambiente y subsidios estatales como punto de referencia del futuro acuerdo de libre comercio.


El Reino Unido considera innecesario ese alineamiento, y ya anunció que no aceptará nada que no le garantice tener el control de sus propias leyes.
Nunca le pediríamos a la UE que acepte los cambios de la legislación británica, por lo tanto, no tiene sentido que ellos nos hagan esa misma petición, advirtió Johnson, al trazar días atrás las líneas rojas para las negociaciones.


Las desavenencias se extienden también al terreno jurídico, pues Londres se opone a los deseos de Bruselas de dejar la solución de las eventuales disputas comerciales en manos de los tribunales europeos.


El Reino Unido quiere a su vez abandonar el acuerdo que permite ejecutar en cualquier país europeo las órdenes de arresto emitidas por alguno de los miembros del bloque, y firmar en su lugar un pacto de extradición rápida.


La petición británica choca, sin embargo, con las leyes vigentes en algunos países como Alemania, que no permite la extradición de sus ciudadanos a otra nación fuera de la UE.


Respecto a los servicios financieros, Londres quiere que el acuerdo incluya obligaciones vinculantes para el acceso al mercado y la competencia justa, pero Bruselas advirtió que sus evaluaciones de las reglas británicas podrían cambiar de un día para otro.


Otro escollo no menos importante es la demanda que hace la UE para que se incluya en las negociaciones la devolución de los objetos culturales sacados de forma ilegal, en particular los famosos mármoles del Partenón griego, en poder del Museo Británico desde hace más de 200 años.


MIRADA A EE.UU.


Johnson aspira también a sellar este año con Estados Unidos el «fantástico» acuerdo de libre comercio que le prometió el presidente Donald Trump una vez que el Reino Unido se librara de las «cadenas» europeas.


Según el Primer Ministro británico, el pacto con los estadounidenses inyectará tres mil 400 millones de libras esterlinas (más de 4.3 mil millones de dólares) adicionales a la economía local, sobre todo en sectores como la fabricación de cerámica, automóviles, alimentos y bebidas y los servicios profesionales, léase arquitectos y abogados.


Este acuerdo transatlántico reflejará la cercanía única que existe entre nuestras dos grandes naciones, aseguró Johnson, conocido por su admiración hacia Trump.


Dentro de los sectores políticos opositores, y también dentro del empresariado, existe, sin embargo, preocupación por el alcance de la venidera relación comercial con Washington, en particular después que el mandatario estadounidense dijo aquí el año pasado que «absolutamente todo» estaría sobre la mesa.


Aunque tanto Trump como Johnson se apresuraron luego a aclarar que el sistema de salud pública del Reino Unido no formará parte del venidero acuerdo, muchos temen que ese sector, sacrosanto para los británicos, quede a merced de las compañías de medicamentos y de los servicios médicos norteamericanos.

RIESGOS


Expertos como David Hening, director para el Reino Unido del Centro Europeo de Economía Política Internacional, creen que Londres corre un gran riesgo al mantener negociaciones comerciales paralelas con Washington y Bruselas.


Tanto la UE como Estados Unidos querrán que adoptemos sus reglas de protección para los alimentos, pero no podremos hacerlo porque los europeos no aceptan determinadas regulaciones norteamericanas, alertó Hening en declaraciones a la cadena Sky News.     

De su lado, el diario Financial Times recordó que en 2018 los países europeos representaron el 49,1 por ciento de todo el comercio británico, y que ocho de los 10 principales socios comerciales del Reino Unido están al otro lado del canal de La Mancha.


Pese a esa prominencia europea en el comercio británico, el gobierno del primer ministro Boris Johnson planea distanciarse lo más posible de la Europa continental en términos de normas regulatorias y marcos legales, señaló la publicación especializada.


Pese a tales advertencias, y a tono con su afán de reafirmar su nueva independencia post-Brexit y restablecer la posición del Reino Unido como un líder mundial, Johnson también anunciará en breve los lineamientos para los acuerdos de libre comercio que pretende rubricar con Australia, Japón y Nueva Zelanda, entre otros países.


Según el gobernante, para 2022, el 80 por ciento de todo el comercio exterior británico se hará en base a ese tipo de relación.
*Corresponsal de Prensa Latina en Londres.