Matt Haig versus Arthur Schopenhauer

Por Verónica Lugo @bretanicsgirl

Frecuentemente somos nosotros los que escogemos el libro que nos interesa, ya sea porque tenemos cierta empatía con el autor o por el género literario, pero algunas veces son ellos los que nos eligen a nosotros y cuando lo hacen, es para sorprendernos.

Días atrás me encontraba algo deprimida, la culpa de tal estado de ánimo se debía, además de los titulares de los diarios a los que recurro para informarme, a mi lectura de Schopenhauer y a su pesimismo en Los dolores del mundo. El libro es maravilloso pero me dejó un sinsabor y tuvo en mí un efecto derrotista a tal grado de sentir por la especie humana un profundo desprecio.
Un buen día, al llegar a la agencia de noticias del canal 22, en la cual colaboro por ahora, el editor en jefe se acercó a mí y me preguntó: – Verónica ¿qué estás leyendo en este momento?; ¡NADA! – respondí al mismo tiempo que me encogía de hombros. Acto seguido se puso a buscar entre sus cajones: revistas, textos, ensayos y alguno que otro libro. Nada de lo que sacaba parecía convencerlo y la verdad es que a mí tampoco me entusiasmaba, en lo absoluto, alguno de esos “librejos” de autores poco conocidos (al menos para mí) y sin algún apellido rimbombante. De pronto se detuvo y, por fin, decidido, me entregó, todavía en su envoltura original, Los humanos de Matt Haig.

Debo confesar que mi primera impresión fue por completo desdeñosa. No sabía nada acerca del escritor, el titulo me parecía un poco de “superación personal» y la portada me recordó al diseño de otras novelas “ñoñas” que están tan de moda entre los pubertos. No obstante pasaría poco tiempo, tal vez las primeras cinco páginas, para que mi percepción diera un giro de 180 grados. Alguien una vez dijo: no juzgues a un libro por su portada… y no se equivocó.

Los humanos de Matt Haig resultó ser una grata sorpresa, un libro entrañable, el cual recomendaría sin dudarlo a cada persona que se sienta atraída por las matemáticas, la ciencia ficción, o por el simple gusto de leer y sobre todo porque, estoy segura, esta novela, escrita de manera tan inteligente, los hará reír, suspirar y pensar.

El libro relata la experiencia en la tierra de un alienígena vonadoriano que ha usurpado la identidad del profesor de matemáticas de la Universidad de Cambrige, Andrew Martin, por haber resuelto y demostrado la hipótesis de Riemann, poniendo en peligro a su especie y al universo entero. Bajo la apariencia del profesor Martin y con el propósito de aniquilar a todo aquel que esté relacionado con el descubrimiento, el alienígena adopta la conducta de un humano común, a tal grado que se ve obligado a convivir con la esposa e hijo del recién abducido y aniquilado Andrew.

Al principio, al vondoriano, todos los humanos, sin excepción, le resultan asquerosos, simples y ordinarios. Con sólo leer la Cosmopolitan se da cuenta que en este rincón del universo todos parecen saber mucho de moda pero muy pocos de matemáticas.
La idea de tener que transportarse, haciendo uso de tecnología tan rudimentaria (carro, tren, avión) para poder ir de un lugar a otro le parece tan absurda como la idea de usar ropa. La arquitectura, en su concepción extraterrestre la considera horrorosa y limitada, toda ella le parece poco ingeniosa, ¿por qué habiendo tantas otras figuras geométricas y hermosas como los círculos o los triángulos, los humanos se empeñan en construir cuadrados? –se pregunta. Por si fuera poco la comida humana la encuentra insípida; a las esposas entrometidas; a los hijos insoportables, las relaciones afectivas, las advierte, patéticas y tanto costumbres como modales le son incomprensibles.

Sin embargo, cuando descubre la música, entre ésta la de los Talking Heads, la literatura, los poemas de Emily Dickinson, la mantequilla de maní, el vino blanco, los perros y los orgasmos combinados con dosis de amor, todo cambia, despertando en él ciertos sentimientos y afinidad que antes no tenía, lo que termina por entorpecer su misión y meterlo en problemas.

Los humanos es una historia de extraterrestres, pero a diferencia de la conocidísima novela de H.G Wells, La guerra de los mundos, ésta resulta conmovedora y divertida. En esta historia no son marcianos los que quieren desaparecer a la raza humana para después arrebatarles “su” planeta. En Los humanos, el alienígena, enviado por otros, ha venido a aniquilar a un sólo hombre, y a los involucrados con su descubrimiento, pues sabe que los mortales aún no conciben a plenitud la ciencia ya que con anterioridad han usado el conocimiento, tristemente, para aniquilarse entre ellos. Otra diferencia entre la novela de H.G. Wells y la escrita por Matt Haig es que en esta última podemos encontrar un pequeño rastro de optimismo, pues Haig, a diferencia del misántropo Wells, nos muestra lo mejor del ser humano.

En La guerra de los mundos, el escritor consigue deshumanizar a nuestra especie por completo, los personajes son antihéroes y a medida que se avanza en la lectura el deseo de que los extraterrestres venzan sobre los enviciados seres humanos aumenta. Con Los humanos, sucede lo contrario, cuando el lector comienza el libro siente cierta aversión por su propia raza, pero a medida que continua se va convirtiendo en un filántropo que redescubre en la humanidad todo eso que la hace merecedora de tal calificativo. Lo que me hace pensar que tal vez si Schopenhauer estuviera con vida, muy probablemente, detestaría el libro de Haig, ya que éste se contrapone al bello pesimismo del filósofo alemán.

Sin lugar a dudas Los humanos les hará temer menos a los extraterrestres y amar más a nuestra especie.

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