Un cráter del Altiplano acoge una ciudad y al Gobierno de Bolivia

Por Lioman Lima

La Paz, 22 oct (PL) Es un cráter en una esquina del Altiplano, un valle abrupto de paisaje lunar; está tres kilómetros por encima de donde habitualmente viven los hombres, encerrada por cumbres pobladas y cimas nevadas: es La Paz, la sede del Gobierno de Bolivia.

Y por tantas rarezas y encantos, ha sido seleccionada como finalista entre las 28 urbes de todo el planeta que aspiran a conformar la lista de «Las 7 ciudades maravilla del mundo», según informó la organización New 7Wonders.

Dos días atrás cumplió 465 años y su disparatada geografía recuerda aún el sueño de codicia que le dio origen: tras fundarse kilómetros más allá en la planicie andina, decidió trasladarse al casi inhabitable lugar actual tras descubrirse oro en las márgenes del río Choqueyapu.

El resultado de tanta insania, se hizo evidente a través de los años con la inventiva arquitectónica: es una ciudad que crece hacia arriba ante la falta de espacio, donde las casas se levantan en las laderas o al borde los precipicios y donde ir de un barrio a otro puede implicar cruzar un abismo entre dos montañas.

«¿A quién se le ocurrió el disparate de crear una ciudad en este lugar?», se pregunta el protagonista de Palacio Quemado, una novela del escritor cochabambino Edmundo Paz Soldán, que es uno de los mejores mosaicos de la ciudad y de las conjuras políticas que en ella se han urdido.

Medio mundo cree que es la capital de Bolivia, cuando en realidad solo es la sede del Gobierno y muestra como pocas otras ciudades latinoamericanas esa mezcla de modernidad con vestigios barrocos del colonialismo y su mestizaje, donde todo parece estar por terminarse, o por comenzarse a hacer.

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