Superministro faraónico fue enterrado con toda la pompa

El Cairo, 5 nov (PL) Arqueólogos checos y egipcios encontraron la tumba de un ministro de Sanidad que debe haber sido buen médico, pues mereció una sepultura por todo lo alto, lo que hoy llamaríamos símbolo de status.

Y si no se destacaba como galeno, al menos sabía como granjearse la benevolencia de los poderosos.

El sepulcro era propiedad de Shepseskafh-Ankh, que vivió durante la V Dinastía, está ubicado en la planicie de Giza, a unos 25 kilómetros de esta capital, y tiene espacio para sus familiares inmediatos, acorde con el comunicado difundido por el Ministerio de Antigüedades egipcio.

La lápida identifica a Shepseskafh Ank como «sacerdote del dios Khnum que proporciona la vida» y además de los templos del sol para varios reyes de la V Dinastía, la cual rigió los destinos egipcios por siglo y medio, entre los años 2500 y 2350 a.n.e.

Fue durante ese período que los faraones desarrollaron un especial gusto por las pirámides, varias de las cuales pueden verse cerca de esta capital y siguen asombrando al mundo miles de años después de haber sido erigidas.

Por si fuera poco el cargo de jefe de los médicos del Alto y Bajo Egipto, las funciones de sacerdote significaban un poder económico sustantivo ya que en los templos se almacenaban los tesoros faraónicos y el trigo, lo que explica la influencia de la jerarquía religiosa en la época.

Con todo su poder, el faraón tenía que cuidar las buenas relaciones con la casta sacerdotal que dado ese factor estaba en condiciones de hacer una guerra sorda al monarca y, si las cosas no funcionaban, enviarlo de manera expedita al otro mundo por medio de un veneno o una conspiración palaciega, que candidatos al trono siempre había.

El futuro galeno real nació en un medio privilegiado, venía de una antigua familia de profesionales de la salud, y supo aprovechar bien esa ventaja pues falleció en su cama.

La hipótesis se basa en que en el interior de su tumba los arqueólogos encontraron una puerta falsa en la cual fueron grabados sus títulos, lo que significa que no tuvo tropiezos a lo largo de su carrera.

Toda una hazaña porque los faraones, autócratas al fin, podían ser espléndidos en sus recompensas, pero tenían la mano pesada a la hora de mostrar su desagrado.

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