El objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos,
y no para ser gobernados por los demás
Herbert Spencer
La renovación de la rectoría de las universidades públicas debe representar la oportunidad de continuar con lo bien hecho y mantener a las instituciones apegadas al proyecto que les dio origen, que sigan siendo las instancias formadoras de las generaciones que conducen los destinos de la sociedad, como signo del más elevado respeto a la más humilde y significativa labor: educar.
El 17 de agosto deberá renovarse la rectoría en la Universidad de Quintana Roo (Uqroo) y antes de que concluya el año habrá también nuevo rector en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sirvan ambos casos para vislumbrar la enorme diferencia en sus procesos de designación, a partir del involucramiento de sus respectivas comunidades universitarias, factor este último que permite la legitimación de la labor a desempeñar.
Pareciera un despropósito la comparación, dado que la UNAM tiene autonomía desde 1929 y la Uqroo sigue dependiendo de la acción gubernamental y menos de tres décadas de haber sido creada, pero justamente este factor es el que ha permitido –no sin problemas- que la comunidad universitaria sea partícipe en la designación de sus autoridades, y en consecuencia el proyecto educativo y los indicadores de desempeño sean una tarea corresponsable entre todos los integrantes de la institución; de ahí que en esta coyuntura vuelva a surgir la autonomía de la Universidad de Quintana Roo como una deuda pendiente con la institución.
La UNAM, desde su lograda autonomía, ha tenido 14 rectores y sólo dos fueron externos, aunque estudiaron en sus aulas; la Uqroo, con menos de treinta años de existencia, apenas intenta lograr que alguno de sus alumnos pueda estar al frente de su administración; -aunque, parece, será enviado desde el gabinete del gobierno estatal-; así que no es la antigüedad, sino la voluntad de crecimiento y evolución lo que permite a las instituciones consolidarse.
En la UNAM, el órgano encargado de designar al rector es la Junta de Gobierno, pero esta es designada a su vez por el Consejo Universitario, conformado por el rector en funciones, los directores de facultades, escuelas e institutos, y con representantes de estudiantes, profesores y empleados; es decir, un proceso absolutamente interno –reitero, no ajeno a vicios-.
En la Uqroo, la designación corresponde a la Junta Directiva, y esta se integra por nueve integrantes, cinco de ellos designados por el gobernador del estado y cuatro más son designados por el Consejo Universitario de entre los integrantes del personal académico definitivo de tiempo completo de la Universidad, son de advertirse pues la naturaleza y origen de sus decisiones, por muy “honorífico” que sea el cargo.
Por el corto tiempo de creación, tal vez no sea el tiempo de brindar la autonomía a la Universidad de Quintana Roo, como algunos aducen, ni sea el mejor método la elección de rector solamente con la decisión de los alumnos como ya ocurre en entidades como Querétaro, Tamaulipas, Nayarit, Baja California o Veracruz; o de algunas instituciones tan emblemáticas como la Universidad de Salamanca y Valencia (en España), o la Universidad de Chile y Costa Rica.
Sin embargo, tal vez sea tiempo de modificar el proceso y tomar el mejor ejemplo de países como Argentina y otras regiones de España, que otorgan porcentajes de votación a los académicos permanentes, a los temporales, al alumnado y al personal administrativo, para que de esta manera la decisión no sea unilateral y genere soterradas inconformidades que terminan por descarrilar proyectos de futuro, por muy bien intencionados que sean.
Por lo pronto, el 17 de agosto deberá haber nuevo rector en la Uqroo; si de analizar el currículo de cada uno se tratase, Xavier Gamboa Villafranca, supera a los otros cuatro aspirantes que existen; si la cercanía con el gobierno será el factor decisivo, el actual secretario de Desarrollo Social, Ángel Rivero Palomo, será quien ocupe el cargo; aunque otra de las aspirantes con currículo amplio es Cruz Virginia Vera Alcázar, que ya ha contendido con anterioridad por el cargo.
Rafael Briceño Chablé, periodista, consejero local del Instituto Nacional Electoral (INE), y ex funcionario del extinto Instituto de Transparencia de Quintana Roo, es también aspirante a la rectoría, con el perfil más ciudadano y vinculado a la comunidad universitaria; y finalmente Octavio Chávez Gabaldón, con experiencia en cargos de dirección en instituciones educativas.
Briceño Chablé y Rivero Palomo son egresados de la Uqroo y ambos cuentan con nivel de posgrado en su formación, su lejanía y cercanía, respectivamente, con el gobierno estatal es lo que los distingue, y es justamente aquí en donde se podrá distinguir la naturaleza de la decisión que se tome a mediados de agosto, para el rectorado que concluirá en 2019.
Lo cierto es que la Uqroo se encuentra en un franco proceso de retroceso por una pésima administración por parte de la actual rectora, Elina Coral Castilla, aun a pesar de ser la universidad pública más grande del estado, la más emblemática, la que fue ejemplo nacional por sus innovadores sistemas de enseñanza; por haberse cumplido con ella el anhelo de una sociedad que anhelaba una institución en la cual educar a sus jóvenes generaciones.
Protestas estudiantiles, despido de académicos de probada capacidad, carencia de diálogo, enfrentamientos internos y el desconocimiento al Colegio de Académicos por parte de la rectoría; han sido los temas más sonados de la Uqroo, para desgracia de todos.
En contraparte, a nivel nacional, en la UNAM se antoja difícil la intención siquiera de la intervención por parte del gobierno federal para la designación de su rector, el presidente Enrique Peña Nieto ha visto ya con anterioridad la manera en que crecen los movimientos estudiantiles en el centro del país y sobre todo cuando de cuestiones de gobierno se trata, así que parece no ser un factor que requiera actualmente su administración, ya bastante complicada por tantos temas que se le abultan.
La renovación en las instituciones está pues en marcha y la decisión en ambas debiera estar fundamentada en el legado que pretende dejarse a la sociedad, independientemente del origen la misma; pero queda claro pues que la máxima casa de estudios del país y el más ambicioso proyecto educativo de Quintana Roo deberán atender a las demandas de sus respectivas comunidades universitarias y no a proyectos coyunturales e inmediatistas; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.