Río 2016: fuego griego iluminando a Brasil

Por Francisco G. Navarro (*)

Managua, (PL).- Si algún eslabón une los Juegos Olímpicos de la Antiguedad con los de la Era Moderna ese es el fuego sagrado, que permanecía encendido en el altar de Zeus mientras duraban aquellas competencias inventadas por los helenos.
El espíritu de la flama revivió en las ediciones contemporáneas gracias a la iniciativa de Thedore Lewald, miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) y presidente del Comité Olímpico Alemán.
Los Juegos de Ámsterdam-1928 fueron los primeros iluminados por la llama olímpica, pero la actual ceremonia del encendido de la antorcha en las ruinas de Olimpia y su traslado en relevos hasta la sede de los Juegos tuvo lugar inicialmente en Berlín-1936.
Carl Diem, presidente del Comité Organizador de aquella edición, para bochorno de la humanidad celebrada bajo la égida nazi, propuso que el fuego fuera prendido en la cuna del olimpismo y llevado a la capital alemana por medio de postas que simbolizaban la unión entre los Juegos Antiguos y Modernos.
Diem argumentó a los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) que sería «un simbólico homenaje al vencedor de la carrera del estadio de los antiguos Juegos, quien tenía el privilegio de llevar el fuego sagrado al altar de Zeus».
La idea fue adoptada y continúa practicándose en todos los Juegos Olímpicos hasta la fecha, aunque el COI pretendía suprimirla para la edición de Beijing-2008 en medio de su política de reducción de gastos y contra el gigantismo de las citas cuatrienales.
El 21 de julio de 1936 doce jóvenes griegas encendieron la llama por medio de un crisol en el que convergían los rayos del sol. Un atleta griego con el torso desnudo comenzó el relevo de la antorcha, la que pasó por manos de tres mil voluntarios desfilando por Atenas, Sofía, Belgrado, Viena y Praga camino de Berlín.
Con el encendido de la llama olímpica unas semanas antes de la fecha inaugural se le avisa a todos los atletas del mundo que los Juegos están a punto de empezar.

NOTAS SUELTAS
Aquel arquero anónimo que con una flecha prendió el pebetero en el Estadio de Montjuic, para dejar inaugurados los Juegos de Barcelona-1992, permanece en la memoria como protagonista de la más fantasiosa y original de estas ceremonias.
Para los Juegos de Londres-1948 el fuego fue traslado en un barco desde Grecia.
En la siguiente edición, Helsinki-1952, los organizadores finlandeses tomaron revancha del COI, que en los Los Ángeles-1932 impidió la actuación del ídolo nacional Paavo Nurmi por supuesto profesionalismo.
Nurmi fue el encargado de entrar al estadio portando la tea que entregó a Hannes Kolehmainen, el gran campeón de Estocolmo-1912, quien por entonces tenía 62 años.
Kolehmainen encendió el pebetero, que estaba en la cumbre de una gigante torre de 72,71 metros, distancia a la cual lanzó la jabalina Matti Jarvinen para ganar el oro en Los Ángeles. Una manera finesa de honrar a sus héroes.
A la ex atleta mexicana Enriqueta Basilio le cupo el honor de ser la primera mujer que encendía la pira de los Juegos, cuando en 1968 se disputaron en la capital azteca.
En un alarde tecnológico el fuego sagrado de Zeus fue trasladado hasta Montreal-1976 por medio de un satélite artificial.
Para quedar bien con todos los canadienses el encendido del pebetero correspondió a dos adolescentes, en representación de las comunidades de origen francés e inglés, respectivamente.

(*) Corresponsal en Nicaragua

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