No todos los cambios son buenos

Guillermo Robles Ramírez
Por Guillermo Robles Ramírez

Se dice que todos los cambios son buenos; sin embargo, hasta dónde será verdad o quién decide que todos son para bien. Soy un convencido de que es necesario por naturaleza humana tener la creencia de un ser supremo para podernos sentir auto realizados como ser humanos y esto no es algo que lo invento, sino solo basta con echarle un vistazo a la pirámide de Maslow.

Los cambios en las tradiciones son tan comunes que la mayor parte pasan sin percibirse de inmediato, ello ocurre con las costumbres para la celebración de la Semana Santa; que en un país religioso como México algunos niegan a ser olvidadas pero una gran parte de ellos sí los olvidan.

Las nuevas generaciones les resultan difícil no solo creer sino imaginarse ocho días de su vida sin televisión, sin escuchar radio ni asistir al cine, sin salidas el fin de semana al antro e ingiriendo comidas sanas, exentas de carne roja.

Hay sacerdotes en nuestro país que le llaman a este fenómeno de suprimir las costumbres de estos días un retroceso, que no sólo queda en simple desarraigo cultural, sino que llega al relajamiento de los valores morales y familiares, dando como resultado el caos de violencia y desunión que hoy se vive. Y muchos de éstos religiosos culpan a los medios masivos en convertir la Semana Santa en un periodo de comercialización con la mercadotecnia vacacional para visitar las diferentes playas de México, dejando a un lado su sentido nato de reflexión y acercamiento espiritual.

Es obvio que mientras sólo unos cuantos viven medianamente los días como religiosos, quienes tienen la posibilidad económica ven la oportunidad de tomar un descanso fuera de la ciudad, quizá bien merecidas, en tanto otros aprovechan el tiempo libre y la tranquilidad que se respira para salir a divertirse.

Hace décadas en nuestro país desde el inicio de Cuaresma la gente cambiaba de hábito en cuanto a eximirse de diversiones. Dentro de los hogares no se prendía televisión, ni radio y los varones que normalmente no asistían a la iglesia durante esos días acudían puntualmente.

Prevalecía una especie de silencio total, en el que participaban no únicamente las familias sino también los comercios y la industria que bajaban el ritmo de sus actividades cotidianas.

Las salidas por las noches era algo prohibido, lo mismo que los viajes de descanso que no estuvieran encaminados a la oración y la reflexión.

También en esos años del México de antes cuando las costumbres religiosas estaban más arraigadas era reglamentaria la quema del chamuco, que era un monigote de cartón que representaba al demonio con caracterización del político o personaje de escasa simpatía para la comunidad, misma que tenía lugar en las principales esquinas del centro de las ciudades el Sábado de Gloria, para que al siguiente lunes las actividades continuaran su curso normal.

Toda esta mística que encerraba las tradiciones religiosas de Semana Santa, iniciando con la misma aceptación de la pascua que significa “paso”, porque simboliza de acuerdo al Antiguo Testamento de la Biblia relata el paso del Señor por tierras egipcias para demostrar su poderío y lograr la libertad de su pueblo y lo libera del maligno. Pero la pascua es también una respuesta y agradecimiento a Dios por su intervención en favor de sus fieles.

El transcurrir del tiempo ha hecho que los católicos no realicen al pie de la letra muchas de las costumbres de recogimiento espiritual que se señala la Iglesia. No hace falta hacer alguna investigación de fondo para lo obvio que se observa dentro de cada ciudad del país en donde cada vez es menor la participación en los días de cuaresmas e incluso al inicio de la semana mayor, en donde existe un panorama igual los jueves y viernes santos, cuando se considera los días de más dolor para Jesucristo, el cual espera su muerte y vive su calvario.

El carácter de un pueblo está en su historia y qué es esta. Simplemente un cúmulo de sus costumbres, su personalidad social y sus tradiciones como emblema que nos distingue de cada nación. Y si esas tradiciones religiosas que tanto identificaban a nuestro país cada vez se están perdiendo por la diversión, significa que estamos perdiendo carácter o identidad religiosa a lo cual a mi muy manera de pensar digo que no todos los cambios son buenos. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

Deja tu comentario