Su origen, más allá del raciocinio

Guillermo Robles Ramírez
Por Guillermo Robles Ramírez

Lo que va ser seguramente este fin de semana serán las compras de última hora, para poder celebrar navidad. Pero durante todo este mes de diciembre considerada como la época navideña todos nosotros estuvimos viendo en muchas partes y desde lo lejos que ya sabemos de quién se trata.

Desde carteles publicitarios de todo tipo, periódicos, televisión en las tiendas departamentales, pantallas gigantes de promoción, en todos aparece exactamente el mismo hombre regordete y alegre, con traje rojo y barba blanca. Todo mundo sabe ya que se trata de Santa Claus.

Pero mucha gente, incluyéndolo a usted se sorprendería de saber que no siempre ha sido así la imagen de Santa Claus; sino antes era un hombre alto y flaco muy parecido a un elfo de aspecto tenebroso y su traje variaba de color verde, blanco, purpura, bronce y rojo.

Pero no fue hasta que la compañía refresquera Coca-Cola le dio una imagen más saludable, es decir, más gordito y más realista sin una figura de un elfo, y con los colorees rojo y blanco siendo los colores de la compañía cobrando vida en 1931 a la nueva imagen de Santa Claus y a su vez al logotipo de su nueva campaña publicitaria para esta compañía refresquera internacionalmente conocida y dicha campaña fue cuando se mostró por primera vez a un Santa entregando juguetes, haciendo una pausa para leer una carta y disfrutar de un refresco.

Desde esa fecha quedó inmortalizado la imagen de Papa Noe para todos nosotros haciéndolo cíclico por generaciones. Cosas que no han cambiado más que el tipo de regalos que para muchos padres de familia son motivo de nostalgias.

¿Pero quién es realmente Santa Claus?, a la que me di a la tarea de investigar, encontrándome información de que se trataba de una persona de nombre, Nicolás de Bari; era un hombre bueno, nació en el año 360 después de Cristo y, pese a la muerte de sus padres desde su infancia, logró mantener una vida ejemplar, incluso con extraordinario buen humor.

Había nacido en el seno de una familia rica de los países bajos europeos, aunque se dice también que era de Mira, en Turquía y en su edad madura decidió emprender estudios religiosos hasta convertirse en bispo de su tierra.

Precisamente la bondad con la que actuaba y principalmente amor por los niños, lo convirtieron en un santo, por lo que años después de su muerte se le conoció como San Nicolás, Saint Nikolaus o Sinterklaas.

Cuenta la historia que este obispo viajó a España, donde tenía la costumbre de hacer anotaciones en un libro rojo en torno al acompañamiento de los niños y, en Ámsterdam, el 24 de diciembre, pasó por encima de algunos tejados para sorprender a los pequeños. Pedro, un moro sirviente suyo, le ayudó a reemplazar con algunos regalos por la paja y zanahorias que los niños zuecos dejan junto a la chimenea.

Esta intrépida empresa le significó la inmortalidad. Santa Claus o Saint Nikolaus o Sinterklaas es ahora el santo patrono de los niños, las muchachas casaderas, los prestamistas, los marineros, los prisioneros y los criminales.

Es además patrono de Rusia, Grecia, las ciudades de Lucerna, en Suiza; Lieja, en Bélgica y Friburgo, en Alemania. Tiene más iglesias que cualquiera de los 12 apóstoles de Jesús: 400 en Inglaterra, 300 en Bélgica y 60 en Roma.

Cuando los irlandeses llegaron a Estados Unidos, lo hicieron cargados de muchas de sus tradiciones, de suerte que se empezó a popularizar la figura de Sinterklaas en el nuevo mundo.

La rápida pronunciación de su nombre derivó luego en Saint Claus, Santa Claus y ya castellanizado en Santa Clós.

Su imagen es ya muy popular en todo el mundo. En China s ele conoce como El Anciano de Navidad, en Europa entera es Papá Noel y en Rusia se le dice Abuelo Escarcha.

Santa Claus es sólo uno de los mitos que se recuerdan en la Navidad, época de muchísimas tradiciones del mundo entero que ahora retomamos dentro de nuestras creencias populares.

Nunca será suficiente información para los incrédulos o personas de poca fe quienes con supuestas actitudes de golpe de pecho de honestidad de nunca mentirle a un niño se comportan como verdaderos Grinch´s en estas épocas navideñas en donde sin tocarse el corazón les dicen a los niños que Santa Claus no existe.

Para esas personas amargadas y no precisamente amargadas la inexistencia de Santa Claus va más que el demostrarlo sino se trata de una cuestión de fe para los niños, pero sobre todo ilusión llena de mucha creatividad y felicidad.

No les roben esa oportunidad a los chiquitines de tener esa ilusión llena de historias, leyendas y mitos que tradicionalmente en épocas de Navidad siempre surgen. En donde seguramente en alguna etapa de tu niñez también creíste en Papá Noé, el Niño Dios, o los tres Reyes Magos y que por alguna razón injusta dejaste de creer en ellos, pero ellos aún se acuerdan de ti. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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