La Habana (PL) La escritora canadiense Alice Munro resumió quizás los principales temas humanos que mueven su literatura en su libro «Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio».
Y tan bien caló esos demonios personales, que si no alcanzó la perfección literaria, al menos se acercó lo suficiente como para que la Academia Sueca le diera el codiciado Premio Nobel.
Fue, además, un reconocimiento a los escritores de relatos breves y cuentos, opacados casi siempre por poetas y novelistas, como si el tamaño importara en materia de saber decir.
De hecho, la obra de Munro hace honor al axioma de que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
La autora de 82 años de edad confesó sentirse «sorprendida y muy agradecida», tras convertirse en la decimotercera mujer que gana el premio literario más prestigioso del mundo.
«Me alegra particularmente que haber ganado este premio deje contentos a muchos canadienses. Estoy feliz también de que esto traiga más atención sobre la literatura de Canadá», declaró la autora de El Progreso del amor (1986) y Secretos a voces (1994).
Sus cuentos cortos inspirados la condición humana le valió ser conocida como la «Chéjov de Canadá», en referencia al escritor ruso Antón Chéjov, un epíteto elocuente sobre sus demonios e inquietudes como escritora.
«Realmente espero que esto haga que la gente vea el cuento como un arte importante y no sólo como algo con lo que uno juega un poco hasta escribir una novela», comentó la galardonada.
Aunque hacía casi cuatro décadas que publicaba en revistas de prestigio como New Yorker, Munro era poco vista por su apego a los cuentos cortos.
The Guardian saludó la elección de Munro, destacando la disimulada gracia de sus impredecibles relatos, en los cuales las emociones brotan y las sorpresas proliferan.
«La salvación llega cuando menos se espera, y en una forma extraña», reseña el rotativo británico.
A diferencia de la mayoría de los ganadores del Nobel, Munro apenas tiene una novela, «Lives of Girls and Women», pero ha retratado infinidad de caracteres en sus relatos sobre lo humano y lo divino.
A su vez, ha ganado tres veces el Governor General, máximo galardón literario de Canadá.
El Nobel cerraría con broche de oro la prolífica carrera de Munro, que en junio pasado había advertido en una entrevista al diario canadiense National Post que probablemente no escribiría más.
Peter Englund, secretario permanente de la Academia Sueca, no pudo comunicarse con Munro inmediatamente, pero le dejó un mensaje en la contestadora, admirado por cómo la canadiense ha cultivado casi a la perfección el relato breve.
Alice Anne Laidlaw, su verdadero nombre, nació en 1931, en un entorno poco dado a la literatura, pasión que la atrapó desde niña y mucho tiempo tuvo que amar en silencio, como algo prohibido.
Aún estudiando Periodismo en la Universidad de Ontario Occidental ya había vendido un cuento a la radio CBC, y dejó la carrera para casarse con su compañero de estudios, James Munro, quien le legó el apellido, tres hijos y una depresión hogareña que le impedían escribir una oración.
Pero en 1963 el matrimonio abrió una librería, y cinco años después Alice publicó su primer libro de cuentos, Danza de las sombras felices, que ganó el premio Governor.
Se divorció de James y se casó con el geógrafo Gerald Fremlin, quien al parecer supo estimular mejor su vena creativa.