Desafío

Por Rafael Loret de Mola

*Hilos de Hipocresías

*Gabinete “a la Baja”

*¿Esto es Sudamérica?

Durante la ominosa semana de la “influenza porcina”, en abril de 2009, cuyos brotes iniciales se dieron en Canadá y los Estados Unidos aun cuando internacionalmente se le denominó la “gripe asesina mexicana”, nuestro gobierno actuó dejando un lastre detrás: la mala imagen de una nación poco salubre en donde las negligencias –por ejemplo para atender oportunamente el brote en Perote, Veracruz-, ponían en riesgo al mundo; luego vino la pandemia y la histeria… aunque fueron unas decenas las víctimas mortales, esto es sin comparación a los estragos que dejó la “influenza española”, en 1918, cuando los muertos sumaron entre ochenta y cien millones de seres humanos, considerándose este mal el más devastador de la historia mundial. Al parecer, tienen poca memoria los descendientes de aquella tragedia.

Pues bien, cuando tocó a México la escalada de señalamientos, los más de ellos infundados, España se resistió –claro, con los antecedentes explicados- a tomar medidas extremas, como el cierre de fronteras o la cancelación de vuelos a diferencia de las ordenadas en Argentina y algunas naciones asiáticas, defendiendo esta postura contra el criterio del Cuarto Reich de la señora Ángela Merkel que sí quería nuestro aislamiento severo acaso para reventar así la economía nacional y, sobre todo, las cuantiosas reservas del Banco de México que, por cierto, han seguido creciendo hasta situarse en más de 172 mil millones de dólares; yo les llamo los nuevos bienes de “manos muertas”, como definió el Benemérito a las propiedades ociosas del clero católico antes de las Leyes de Reforma, porque sirven como garantía a los acreedores y a los nuevos inversionistas cuando tanto se requeriría de aprovechar los ahorros, con los mecanismos que fuera necesario, para mejorar la infraestructura del país superando, además, la violencia oscura que, en no pocos casos, es financiada no sólo por el negocio del narcotráfico sino también por los dueños de consorcios que presionan al actual gobierno, a mansalva, para ponerlo a sus pies. Y ya casi lo logran.

Dijéramos que en 2009, España nos salvó de que Europa nos cerrara las puertas en las narices. Y lo hizo, sobre todo, para cuidar sus propios intereses financieros –los bancos con capital hispano de origen y los grandes consorcios en expansión en los renglones de comunicaciones, transportes y energéticos-, sobre un territorio en lamentable fase de reconquista. Fíjense: este columnista niega el término de “conquistadores” a quienes aplastaron a la gran Tenochtitlan aprovechando los abusos del imperio azteca con los pueblos aledaños que optaron por traicionarlo; cuando ello sucedió, México no era y, por tanto, es incorrecto hablar, como lo hacen con petulancia no pocos ejecutivos de la península ibérica, de que este país fue conquistado. Si acaso, es de reconocerse que los pueblos de Mesoamérica fueron invadidos por grupúsculos pertrechados con armas desconocidas en nuestro continente entonces, incluyendo las caballerías, así como las leyendas sobre los “hombres blancos y barbados” que habían surgido a la sombra de Quetzalcóatl –Kukulkán, para los mayas-, y el instinto de que, algún día, “la serpiente emplumada” volvería para hacer justicia; y ocurrió exactamente lo contrario: llegaron víboras venenosas que optaron por fusionarse con las bellas indígenas que por el genocidio como el cometido por los anglosajones en el norte. Del mestizaje nació México. Es bueno no olvidarlo.

Ahora, el gobierno español, tan descalificado por una monarquía caduca y un presidente cuya corrupción es innegable, incapaz de repeler la oleada de indignación popular ante la realidad de seis millones de desempleados, se da el lujo de expresar a los turistas de esta nacionalidad que es preferible NO viajar a México… sin que ninguna de las empresas hispanas corra de nuestro territorio con los botines obtenidos, sino más bien lo contrario: insisten en abaratar más nuestro suelo para invertir a sabiendas de que las plusvalías les favorecerán a corto plazo. Este es el verdadero fondo de la cuestión, de una ligereza diplomático inadmisible aun cuando nuestra Cancillería se caracterice por algo más que timidez: después de cada bofetada pone la otra mejilla. ¿Será porque el titular de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade Kuribreña, no deja de golpearse el pecho y sigue los anatemas de las sagradas escrituras? En este caso, siempre seremos perdedores hasta en los campos de la razón… porque los argumentos, en defensa de lo nuestro, son tan débiles como un marrano en vías de ser sacrificado en un oscuro y sórdido rastro.

De verdad, es ridículo. Hace unos días una terna de mujeres, sin el menor pudor, mostraron sus pechos en el Congreso de los Diputados –“Las Cortes”, como les llaman allí-, mientras comparecía el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ex alcalde de Madrid y ex presidente de la misma Comunidad. Protestaban así contra la legislación que regula el aborto y reduce la voluntad libre de las mujeres a ejercerlo bajo el argumento de que son “dueñas” de su cuerpos; de los suyos, si, ¿pero ello debe incluir a los seres que se están formando en su vientre? La discusión es, claro, muy compleja. El derecho mexicano, desde hace años, contempla y absuelve los abortos terapéuticos –cuando la vida de la madre corre peligro- y los necesarios –aquellos que son frutos de una violación por cuanto resulta injusto que la víctima modifique su vida a causa de una agresión brutal y salvaje-. Y ya en algunas entidades, como el Distrito Federal, la decisión de la madre es definitiva y legal. Pero en España, en esta materia, viven en la prehistoria.

Ruiz-Gallardón pretendía defender la postura de ultra derecha –digamos al estilo del anquilosado discurso de Miguel Serrano Limón, dirigente de Próvida y opositor fehaciente al aborto en cualquier modalidad-, mientras en la tribuna le injuriaban mujeres burdamente desnudas con la piel pintarrajeada para exponer leyendas tales como “el aborto es sagrado”. En tal caso, todos nos pondríamos en línea para animar a nuestras mujeres a hacer lo propio por cuestiones meramente económicas y sin el mínimo sentido moral. De un extremo a otro existen, desde luego, no pocas escalas que es necesario ponderar.

Pero, además, hay razones de mucho peso para considerar a España entre las naciones violentas y xenófobas. En 2007, por ejemplo, una joven ecuatoriana fue brutalmente golpeada por un enajenado catalán de siete suela en el Metro de Barcelona, supuesta y falsamente “vanguardista”. De inmediato el gobierno de su país reaccionó y la Canciller viajó con el propósito de demandar justicia: el atacante estuvo detenido unos días y salió de la cárcel, pese a la presión, sin el menor agobio. Peor le fue a una chica mexicana, unos meses después, agredida a patadas, en la zona de taquillas de la estación Santiago Bernabeú –donde se encuentra el estadio del gran Real Madrid-, del Metro madrileño. No hubo siquiera una carta de protesta por parte de nuestras autoridades. Nada. Y el atropello, filmado por las cámaras de seguridad, fue exhibido hasta la saciedad como si se tratara de exaltar el morbo colectivo. Igual destino sufren los africanos, sobre todo provenientes de Marruecos –donde aun existen dos ciudades “españolas” porque la sed de invasión no se ha extinguido, Ceuta y Melilla-, y los señalados como sudsaharianos a quienes se les otorgan empleos de gran esfuerzo o se les condena a la economía informal… pero antes de la crisis.

Ahora, además, el rencor se traduce en revueltas callejeras casi constantes alrededor de “Las Cortes” o de los centros de poder; se cuestiona, después de 38 años, aq la monarquía heredera del general Franco, el ominoso “caudillo” quien llegó a estar cierto de liquidar a “media España” –es decir en donde observaba a sus enemigos- con tal de que hubiera paz para el resto. El diferendo llega entero hasta nuestros días y, desde luego, cada vez son más quienes apoyan la vuelta al sistema republicano antes de seguir manteniendo a una familia de zánganos Borbones. Insisto: las protestas son cada vez más agresivas y el gobierno español, más vulnerable. ¿No son razones suficientes para alertar, en la misma línea, a los viajeros mexicanos que decidan internarse en el poblado teritorio ibérico? No olvidemos: la diplomacia es, esencialmente, reciprocidad; y ya, desde hace varios años, hemos perdido, en este sentido, hasta la dignidad.

Debate

No sólo el turbio Canciller, de origen panista, José Antonio Meade Kuribreña, ha sido rebasado, tímido como es ante los desafíos que presenta la abierta desigualdad con la que se nos trata. Un ejemplo lo tenemos, muy reciente, con la digna reacción de Dilma Rouseff, indignada por la violación a la soberanía brasileña a través de la red de espionaje montada por la CIA en su país; lo mismo se hizo en México, pero Peña, en lugar de protestar, optó por buscarle la cara a Barack Obama, quien contrasta con su alba mansión en Washington, lo que levantó en su momento mi optimismo por el augurio del fin del racismo que ello podría significar en la norteña potencia-, mientras éste pensaba en cómo “cerrar” parte de su gobierno en una infantil y torpe reacción a las exigencias del Capitolio por reducir presupuestos. A Peña le miró de reojo y luego le dio dos palmadas en la espalda asegurándole que “no se repetiría” el desaguisado. Temo mucho que no entendió una sola palabra.

Peor les va a los “presidenciables”, Miguel Ángel Osorio Chong, de Gobernación, y Luis Videgaray Caso, de Hacienda, así como a Emilio Chuaffet Chemor, de Educación, quien ni de lejos tiene tal aspiración, obviamente rebasados por la realidad cada vez más punzante. Pero todo ello es efecto, sin duda, de la vulnerabilidad del mandatario en ejercicio quien no logra siquiera evitar que su esposa, Angélica Rivero Hurtado –sobrina de Miguel de la Madrid Hurtado para no perder el modelo aristocrático-, se lleve los reflectores ante las sinuosidades del discurso oficial, ambiguo y disperso, mientras la conflictiva social sube en decibeles.

De nueva cuenta, los vacíos de poder, evidentes por lo demás, dan pauta a los grupos fácticos a llenarlos con sus propios intereses. Por eso están tan envalentonados ciertos empresarios, siguiendo las rutinas de los mentores en rebelión, porque ya no le temen al gobierno. ¿Para bien? Creo lo contrario.

La Anécdota

La xenofobia va siempre acompañada de la ignorancia. Recuerdo que conversaba, en los alrededores de la Plaza de Toros de Las Ventas, en la capital española, con un aficionado de Soria a quien sólo parecía importar el destino de los diestros de su tierra. Le dije que era mexicano y no por eso iba a negar la importancia de los grandes toreros de esta época aunque fueran no digamos de otra región sino de otro país. No le gustó la réplica al chaparrito aquel quien, en cuanto pudo, se dirigió a mí:

–Oiga usted, amigo sudamericano.

Le ignoré y pretendió tomarme del brazo que retiré a tiempo:

–Si se refiere a mí, le digo que México no pertenece a Sudamérica.

–Bueno, para mí es lo mismo –respondió con inaudita soberbia-.

–Entonces, dígame, hijo de los celtas…

Y se armó la batahola mientras me moría de risa por dentro. Gané, claro, porque ya en trance de riña, no pocos provocadores, aquí y allá, se acobardan.

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