Escenas tabacaleras entre atractivos de Cuba

Pinar del Río, Cuba, 26 may (PL) De fama mundial, las vegas tabacaleras de Pinar del Río dibujan el paisaje entre surcos de espigadas plantas, el ir y venir de los labriegos y la ancestral arquitectura de aposentos donde reposan por tiempo las hojas.
A lo largo del territorio es posible apreciar las vistas de los sembrados, al sol o bajo traslúcidas mantas, panorama que aunque no resulta exclusivo, sí identifica a esta región, la más occidental de Cuba.
De recorrido por la carretera que une a esta ciudad con los poblados de San Juan y Martínez y San Luis, es posible percibir el olor peculiar del veguerío de tabaco entre sembradíos y casas para curar -secar- de forma natural las hojas.
A ambos lados de la vía asoman las parcelas, muchas recién cosechadas, escena típica de Vueltabajo, como se conocía antiguamente esta parte de la isla.
No faltan en los campos la yunta de bueyes y el arado americano, aperos usados para surcar la tierra antes de cada fase de siembra.
Cubiertos con sombreros de yarey, pantalón y camisa de mangas largas, los guajiros -campesinos- prefieren realizar esas labores «con la fresca», temprano en la mañana, y en ocasiones al atardecer, cuando el sol castiga menos y la temperatura se torna más agradable.
El café recién colado acompaña como trago espirituoso a los cultivadores, quienes desde centurias pasadas bebían un licor llamado Guayabita, por obtenerse de la frutilla homónima.
Un viaje por los campos pinareños -140 kilómetros al oeste de La Habana- resulta encuentro casi ineludible con la tradición tabacalera del lugar, cultivo iniciado por los aborígenes en tiempos precolombinos y fomentado luego por inmigrantes canarios.
Abundan por doquier anécdotas de famosos cosecheros como Alejandro Robaina, otrora embajador de los Habanos, y su nieto -Hiroshi-, seguidor de las enseñanzas del abuelo.
La vega El Pinar, en Cuchillas de Barbacoa, es visitada cada día por decenas de viajeros, tanto cubanos como foráneos, para acercarse a los secretos del cultivo.
Otra de las celebridades de la zona es Héctor Luis Prieto, laureado con el premio Hombre Habano con sólo 36 años de edad, debido a la abundancia y excelencia de sus cosechas en Quemado de Rubí.
En la antigua propiedad, surcada por un río, aprenden el oficio su hijo y niños de los alrededores, asiduos visitantes y aprendices.
Allí reciben nociones de agronomía, conocen cómo recoger y torcer las hojas para convertirlas en puros, también emplean técnicas ecológicas las cuales protegen el entorno, que es nuestra fuente de vida, aseveró Prieto a Prensa Latina.
Surcos, aposentos y labriegos, un paisaje que inunda y perfuma la campiña en este extremo de Cuba, el cual tributa casi el 70 por ciento de la producción nacional tabacalera.

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