París (PL) La victoria del ultraderechista Frente Nacional (FN) en las recientes elecciones al Parlamento Europeo desató una verdadera tormenta en Francia, donde muchos se preguntan cuál será el efecto en la configuración del mapa político del país.
La agrupación dirigida por Marine Le Pen alcanzó el 25 por ciento de los sufragios y tendrá 24 diputados en el órgano legislativo de la Unión Europea (UE), es decir la tercera parte de los 74 que representarán a la nación durante los próximos cinco años.
Para que se tenga una idea de la evolución registrada por ese partido, cuya ideología es calificada aquí de racista y xenófoba, en 2009 sólo obtuvo el 6,34 por ciento de los votos válidos y logró tres curules en la Eurocámara.
La gran perdedora en estos comicios fue sin duda alguna la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP), del expresidente Nicolás Sarkozy (2007-2012), que bajó de 29 a 20 su número de legisladores europeos, lo cual significa un fuerte retroceso de su presencia en el bloque continental.
Un descenso parecido sufrió la organización ambientalista Europa Ecología-Los Verdes, que cinco años antes conquistó 14 asientos, y en esta oportunidad sólo llegó a seis.
Mientras, el gubernamental Partido Socialista (PS) perdió alrededor de dos puntos porcentuales de su caudal de votos y tendrá 13 diputados, uno menos que en 2009.
Si bien no se trata de un resultado catastrófico, en términos políticos el desgaste sí es mucho más amplio porque se suma al revés sufrido en las municipales de marzo, cuando escapó de sus manos el control en más de 150 ciudades.
En esa oportunidad el PS pasó al segundo lugar a nivel nacional, por detrás de la UMP, y ahora fue relegado al tercero, una situación compleja de cara a las presidenciales de 2017.
Los resultados despiertan no pocas inquietudes en Francia respecto a la configuración de las fuerzas políticas en los próximos años y lo que verdaderamente representa la progresión de la extrema derecha en las votaciones europeas.
El FN nunca había quedado a la cabeza en unos comicios celebrados a nivel nacional y aún en los mejores momentos su nivel de sufragios permaneció por debajo del 20 por ciento.
Una de las incógnitas es saber si la agrupación de Le Pen mantendrá ese potencial, o sólo se trató de una votación coyuntural, motivada por la crisis económica, política y social en el país galo y en el resto de Europa.
Según diversos análisis, entre las razones de triunfo figura el trabajo realizado por Marine Le Pen encaminado a limpiar la imagen del frente, eliminando cualquier expresión racista, antisemita o xenófoba de su discurso.
La tarea es complicada porque esta ideología está muy acentuada en muchos de sus miembros, como lo demostró su progenitor, Jean-Marie Le Pen, cuando dijo en un mitin que «el señor ébola» podría resolver en tres meses los problemas de la sobrepoblación y la migración de África.
Esta alusión al virus que está causando numerosas víctimas en ese continente, hecha por el fundador y actual presidente de honor del FN, fue considerada aquí como una incitación al genocidio, así como una evidencia del verdadero rostro de esa agrupación.
Más allá del pretendido cambio de imagen, lo cierto es que el frente aprovechó la incapacidad de los dos partidos gobernantes en los últimos años, la UMP y el PS, de resolver los graves problemas de la población, como el desempleo, la vivienda y el alto costo de la vida.
No es casual que en algunas de las zonas más deprimidas del país, como la cuenca minera de Paso de Calais donde la tasa de paro llega al 20 por ciento, muchas personas hayan apoyado a los candidatos de esa agrupación.
También aprovechó la desilusión de ciudadanos que no ven beneficios concretos por pertenecer a la Unión Europea o culpan al euro por los problemas económicos del país y el encarecimiento de la vida.
El analista Thierry Borsa, del diario Le Parisien, aseguró que «a fuerza de no obtener respuestas a sus necesidades, los franceses terminaron por rechazar a los partidos tradicionales».
En no pocas ocasiones el excandidato presidencial del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, quien por cierto fue reelegido a la Eurocámara, acusó al PS y la UMP de ser los principales contribuyentes de votos para el Frente Nacional.
Si Marine Le Pen logró romper con el bipartidismo francés, esta es una cuestión por la cual habrá que esperar más tiempo antes de tener una respuesta clara, porque las presidenciales de 2017 aún están a tres años de distancia y, en todo caso, el sistema de votación es diferente.
Ahora se sufragó a una sola vuelta según las normas europeas, pero normalmente en Francia los comicios son a dos rondas, lo cual da oportunidad a las diferentes formaciones políticas de realizar alianzas para buscar mejores resultados.
Lo que sí es un hecho es que estos comicios representan un llamado de atención para los partidos galos, sobre todo al PS, que debe impulsar un cambio de políticas gubernamentales durante los tres años venideros, si desea permanecer otro período en el Palacio del Elíseo.
Por su parte, la UMP necesita resolver sus querellas internas y demostrar su capacidad para hacer una oposición seria, responsable y constructiva, un papel del cual ha estado alejado por completo.
De momento Francia aparece ante Europa y el resto del mundo como un terreno abonado para las ideas extremistas que predican el odio, el miedo a lo ajeno y el nacionalismo a ultranza.