Río de Janeiro, 11 jul (PL) Maradona, Pelé, Cruyff, Di Stéfano, Zidane, Garrincha, Beckenbauer, Charlton y tal vez Puskas están presentes en la lista de los mejores jugadores de la historia del fútbol, a la cual está a punto de sumarse el argentino Lionel Messi.
Todos los jugadores anteriormente mencionados marcaron época, dejaron una impronta indestructible en el balompié, impusieron estilos, conquistaron títulos, se robaron el corazón de las torcidas y dejaron un legado generacional antológico.
El caso de Messi es especial. Si Argentina lograra superar a Alemania el próximo domingo en la final de la Copa del Mundo de Brasil, el genio argentino, con apenas 27 años, ocuparía asiento al lado de aquellos otroras jerarcas en el umbral del fútbol.
Sería una especie de canonización en activo del crack del FC Barcelona, significaría la adición de un nuevo exponente en la eterna pugna Maradona-Pelé, y de paso se instauraría de una vez por todas la era Messi, una que empezó en 2008 pero todavía algunos se atreven a menospreciar.
Una vez campeón olímpico, en tres ocasiones monarca de la Champions y en seis de la Liga Española, dueño de récords de goles destinados solo para los fuera de serie, artista, genio, líder, Messi ganó todo a base de sudor y sacrificio, su única deuda hasta hoy sería la conquista del título mundial.
Difícilmente pueda suplantar a Maradona en el corazón de los argentinos porque el Peluza fue más que fútbol, fue pasión, política, Malvinas, fue cántico, xeneize, pueblo, liberador, fue discordia, pero sin duda Messi tiene la oportunidad de exaltarse al Salón de la Fama de fútbol, un territorio virtual, divino, exclusivo para los elegidos.
Ahora, Messi tendrá que halar el tren argentino contra la Mannschaft alemana, un rival históricamente complicado, que ostenta cuatro victorias, un empate y solo una derrota contra la Celeste y Blanca en citas del orbe, un palmarés de miedo.
Sin embargo, la historia se encarga de recordar una y otra vez que ese único triunfo de los albicelestes llegó de la mano de Maradona en la final de México-1986, en el legendario estadio Azteca. Este es un factor de doble filo para Messi, quien ahora pudiera caer al vacío en caso de una derrota o, en escenario de triunfo, catapultarse a la gloria y emular al Pibe de Oro, más si recordamos que el partido por el trono del Mundial de 2014 se disputará en el mítico estadio Maracaná, el templo sagrado del fútbol brasileño, eterno archirrival de Argentina.
La historia convoca a Messi, su silla en el Olimpo está armada
Por Yasiel Cancio Vilar